"Ya les he perdonado, pero no se ha hecho justicia conmigo"

El subdelegado del Gobierno, Fernando Hermoso, se convirtió en involuntario protagonista de unos hechos que avergonzaron a (casi) todos los que los vivieron

Fue la imagen más repetida de aquellos días y que habla por sí sola de la brutalidad con la que el responsable del Gobierno fue agredido.
Fue la imagen más repetida de aquellos días y que habla por sí sola de la brutalidad con la que el responsable del Gobierno fue agredido.
Óscar Lezameta / Almería

06 de febrero 2010 - 01:00

Ha vuelto a su Jaén natal a vivir su jubilación. Fernando Hermoso ha vuelto al pasado, a la entrada de la iglesia de Santa María del Águila de la que salió para ir a velar el cuerpo de su padre que acababa de fallecer. El dolor no le dejaba ver el peligro que corría. Asegura que lo único que le tiene mal es la vista. La memoria la alimenta con su "hemeroteca particular" y en su oído aún resuena la última frase gritada en su cara antes de recibir una brutal paliza de la que pensó que no iba a salir con vida: "tu eres el que das los papeles a los moros".

Había asistido a la misa funeral por el asesinato de Encarnación López. El padre Unanua comunicó a los asistentes que "el subdelegado del Gobierno se tiene que ausentar porque acaba de fallecer su padre". Su tradicional buena educación le impidió abandonar el templo sin despedirse de las autoridades y dar un último pésame a la familia de la joven asesinada. Bajó los cuatro escalones y se desato la barbarie humana en su grado más ruin.

Escondidos entre una turba de algo que a duras penas se asemeja a un ser humano, los golpes fueron impactando en su cara hasta hacerle sangrar por la nariz. Con la mirada perdida y sólo protegido por un agente de la policía de paisano a quien "busqué después para darle las gracias por haberme salvado la vida", llegó con la mirada perdida y el paso tambaleante a una casa situada frente a la vivienda del párroco. Allí, un alma caritativa le hizo el favor de su vida, abrirle la puerta.

Salió por el otro lado de la vivienda de su ángel de la guarda donde le esperaba "el coche del delegado del Gobierno en Andalucía, Torres Hurtado, que me sacó de allí". No lo ha contado hasta ahora, pero Fernando Hermoso sigue recordando que "me siguieron hasta el otro lado, lanzaron piedras contra el coche y rompieron varios cristales".

La pregunta surge como un cuchillo: "¿temió por su vida?". La respuesta llega casi sin dejar de terminar la frase: "sí. En ese momento pensaba que iban a recoger dos cadáveres, el de mi padre que estaba en Jaén y el mío propio. Iban a matarme".

Días después reapareció. Tuvo una intervención antológica, la mejor que se le recuerda en sus siete años en Almería. Se plantó ante los periodistas y dijo: "ojalá que los golpes que me propinaron sirvan para hacer que la convivencia entre españoles e inmigrantes sea mejor".

No quiere guardar rencor a nadie y reitera que "ya he perdonado a todos los que me hicieron esto". Tampoco quiere "hacer leña del árbol caído y ya sabes por dónde voy". Simplemente quiere recordar como "las imágenes que pidió el juez de los incidentes se enviaron muy oscuras en las que casi no se veía nada". Después de cinco años de vivir aquel episodio se iba a celebrar el juicio cuando las defensas de los acusados esgrimieron "indefensión por dilación indebida en el proceso de instrucción de la causa" que se seguía contra ellos. El resultado es que "les salió gratis" la cobarde paliza que le propinaron.

Lo único que pide es que "se esclarezca lo que pasó y quienes fueron los responsables. Ya he dicho que lo he perdonado todo, pero moralmente, conmigo no se ha hecho justicia". También deja en el aire algo que mueve a la reflexión. "Dentro de un tiempo contaré cosas que aún no se han dicho sobre aquello". ¿Queda algo más que contar". Se ve que sí.

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