Las personas con 100 años se duplican en Almería: Domingo pasó de candil a Internet

Hace apenas 20 años, Almería tenía 51 personas con más de 100 años; hoy son 118 en toda la provincia. Uno de ellos, Domingo Vizcaíno, aprendió las nuevas tecnologías con 90 años y sigue sonriendo a la vida

Almería es la provincia andaluza más joven pero con menor esperanza de vida

Domingo Vizcaíno, natural de Canjáyar, cumplirá el próximo mes de enero 101 años en buena forma y rodeado de sus seres queridos.
Domingo Vizcaíno, natural de Canjáyar, cumplirá el próximo mes de enero 101 años en buena forma y rodeado de sus seres queridos. / Macarena González

No es que la gente muera más tarde. Es que la gente, en Almería, ya empieza a vivir más allá de los 90 años. Y no son casos aislados. La vejez extrema ha dejado de ser una excepción y se ha convertido en un signo de los tiempos. En pueblos y barrios de toda la provincia se cruzan cada vez más personas que sobrepasan los noventa con lucidez y sentido del humor.

La longevidad se dispara en la provincia de Almería

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), Almería ha experimentado un salto histórico en longevidad. En 2005 vivían en la provincia 2.082 personas con 90 años o más; en 2025 son 5.877, un 182 % más que hace veinte años. La población longeva se ha multiplicado sin ruido, transformando silenciosamente el mapa humano de la provincia.

El dato más simbólico está en los centenarios. En 2005 apenas 51 personas alcanzaban los 100 años; hoy son 118, más del doble. Es un fenómeno que deja de ser anecdótico y empieza a consolidarse como una tendencia estructural. Cada vez más almerienses cruzan la frontera del siglo con historias que explican mejor que cualquier estadística lo que significa envejecer con dignidad.

Domingo Vizcaíno, una vida que recorre el siglo

Domingo Vizcaíno junto a sus hijas Mari Gracia, Paca y Maricarmen.
Domingo Vizcaíno junto a sus hijas Mari Gracia, Paca y Maricarmen. / Macarena González

Uno de esos nombres propios es Domingo Vizcaíno González, el vecino más longevo de Canjáyar, que el próximo 5 de enero cumplirá 101 años. Nació en 1925 en el paraje de Cantabufo, una pequeña aldea donde su familia se dedicaba al pastoreo y al campo. Su vida recorre el siglo entero: del candil a la luz eléctrica, del burro a Internet, de la escasez al bienestar.

Hijo de pastores, pasó su infancia cuidando el ganado junto a sus padres. A los 16 años se trasladó a Canjáyar, donde conoció a Paca la de Mariana, el amor de su vida, con la que tuvo tres hijas: Francisca, María del Carmen y María Gracia. Durante décadas trabajó en la uva de barco, con jornadas que empezaban antes del amanecer y terminaban al caer la tarde.

Con el tiempo, aquel joven pastor se convirtió en agricultor y, ya jubilado, en alumno. Decidió aprender a leer y escribir cuando otros habrían optado por descansar. Se matriculó en la escuela de adultos del pueblo y más tarde en el centro Guadalinfo, donde descubrió el ordenador y el placer de pintar. Su hija Francisca recuerda que “tenía libros y libros llenos de dibujos. Le encantaba colorear, lo hacía con un gusto increíble”.

Esa curiosidad por seguir aprendiendo, dice ella, es una de las razones de su longevidad. “Nunca se ha quedado quieto. Siempre ha estado activo. Le gustaba ir al Guadalinfo, hablar con la gente, participar”. Su vida demuestra que la mente que se ejercita vive más tiempo despierta.

Domingo ha sido siempre una persona de carácter afable, querido por todos los vecinos. “Siempre llevaba caramelillos para los niños, y los críos lo adoraban. Todo el mundo lo conoce y me preguntan constantemente cómo está”, cuenta Francisca. Esa relación cercana con los demás ha sido también una forma de mantenerse vivo.

Dos personas mayores andando por la calle.
Dos personas mayores andando por la calle. / DDA

Su salud, a las puertas de los 101, sigue siendo sorprendente. “Toma solo una pastilla para el azúcar, nada más. No tiene dolores ni se queja de nada”, explica su hija. Vive tranquilo, con la serenidad de quien ha hecho su camino y lo acepta todo con gratitud. “Le pregunto si está a gusto en la residencia y siempre dice que sí. Da las gracias a todos”.

El secreto, dice Francisca, ha sido una vida sin excesos. “Nunca fue bebedor ni fumador. Siempre vivió de forma sencilla, trabajando y cuidando de su familia”. También ha sabido mantener el equilibrio emocional, algo esencial en la vejez. “Tiene una alegría natural. El otro día me dijo: ‘Ya me estoy poniendo viejecillo’, pero lo dijo sonriendo”.

Durante años cuidó con paciencia y cariño de su esposa enferma. “Estuvo pendiente de ella hasta el final. Lo hizo con mucho amor”, recuerda su hija. Ese gesto resume una forma de entender la vida basada en el compromiso y la ternura.

A los 90 seguía caminando por el pueblo, y con más de 95 acudía a la escuela de adultos. Su pasión por aprender y su disposición a relacionarse hicieron de él un ejemplo en el pueblo. “Cuando alguien nuevo llega a la residencia, enseguida le habla, le pregunta, se interesa por su historia”.

Los vecinos de Canjáyar lo consideran un símbolo. En su 100 cumpleaños, celebrado el pasado enero, casi un centenar de personas llenaron el salón cultural del pueblo para rendirle homenaje. Hubo música, paella, tarta y una ovación.

Hoy vive tranquilo, rodeado del afecto de su familia, ocho nietos y diez biznietos. Cada visita es una fiesta. “Cuando ve a los niños dice: ‘¿Has visto qué tesoros tenemos?’”, cuenta Francisca con emoción. Para él, la familia sigue siendo el centro de todo.

El reto de una provincia que aprende a envejecer

Pero Domingo no es una excepción. Es parte de una generación que ha aprendido a envejecer bien, combinando trabajo, relaciones y equilibrio emocional. Las cifras del INE confirman que Almería entra en una nueva etapa demográfica: en 2005 los mayores de 90 representaban el 0,34 % de la población; hoy suponen el 0,76 %.

El fenómeno se acentúa entre las mujeres: de los 118 centenarios, 78 son mujeres y 40 hombres. Ellas viven más, aunque a menudo lo hacen con menos recursos y más soledad.

Almería, que ha pasado de 603.000 habitantes en 2005 a 773.384 en 2025, debe prepararse para atender a una población cada vez más longeva. No basta con vivir más años: hay que vivirlos con calidad, con servicios y políticas adecuadas.

El envejecimiento es también un reto económico. Crecen las necesidades de cuidados y residencias, pero también las oportunidades en salud, fisioterapia y educación emocional.

Casos como el de Domingo Vizcaíno demuestran que la edad no es sinónimo de dependencia. Su vida es una lección sobre resiliencia y gratitud. “Él siempre dice que está bien donde está”, concluye Francisca. “Y eso lo resume todo”.

Domingo ha cumplido un siglo de vida y de humanidad. En su mirada hay una historia entera y en su sonrisa, el reflejo de una provincia que aprende a envejecer sin rendirse.

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