El Ejido posee más población que muchas capitales castellanas, que van a contracorriente del fenómeno de la inmigración y luchan contra el éxodo de sus paisanos hacia tierras con más pujanza económica.

Sus 80.987 habitantes, según el último padrón municipal del Instituto Nacional de Estadística, tienen mucho que ver en el devenir económico que ha protagonizado esta población en el último medio siglo.

A ello ha ayudado, indudablemente, el fenómeno inmigratorio, pues un tercio de sus habitantes no han nacido en territorio español, y eso sin contar los 'sin papeles', pues no se encuentran en las listas oficiales. Un verdadero crisol de culturas, una torre de Babel en la que conviven trabajadores de más de 80 países procedentes de todo el mundo.

Tan sólo diez años antes, en 1998, el ratio de población nacional versus población extranjera era de 47.000 frente a 3.000, un ínfimo 6%, lo que da una idea clara del auge que ha experimentado la inmigración en El Ejido, ligada, sobre todo, a trabajos no deseados por la mano de obra autóctona, bajo el plástico del invernadero, y el andamio de la obra, como peones no cualificados.

Sin embargo, hay que remontarse a la década de los sesenta para ver las raíces del actual gigante ejidense. Es entonces cuando comienza a florecer una nueva forma de agricultura, el enarenado, cuyos orígenes se fijan en 1957. Unos años antes, en 1953, se había aprobado un decreto donde se declaraba de Interés Nacional la Comarca de Dalías, de 30.000 hectáreas. A partir de ahí, el entonces Instituto Nacional de Colonización, actual IRYDA, fue el encargado de llevar a cabo la puesta en marcha de un plan que supuso el aprovechamiento de las aguas subterráneas, merced a la creación de infraestructuras para regadío y la colonización de unas tierras áridas y muy despobladas por aquel entonces, con personas de la propia provincia y de los territorios limítrofes. Como si de un 'Plan Marshall' a la ejidense se tratase, esa apuesta del Instituto Nacional de Colonización se tradujo en un próspero cultivo bajo plástico, que ha sido el hilo conductor del crecimiento económico ejidense desde esos años sesenta hasta bien entrados los noventa, cuando la diversificación abrió nuevos horizontes ligados, en un principio, al ladrillo, y en paralelo, al turismo de costa, con Almerimar como buque insignia de una urbanización de lujo.

A finales de los setenta, El Ejido ya contaba con 2.700 hectáreas de hortalizas bajo abrigo, el 43% del total provincial. Una década más tarde, el municipio del Poniente ya había duplicado esa cifra y cultivaba 6.500, el 49% del total en Almería. A principios del siglo XXI, rozaba las 12.000 hectáreas, el 44% de las cultivadas en la provincia. Y en la actualidad, ronda las 14.500 hectáreas, en torno a un 46% del total almeriense.

El Ejido cuenta hoy con más de 70 empresas hortofrutícolas cuyo domicilio fiscal se ubica en el municipio. Entre todas producen más de 1,3 millones de toneladas de hortalizas, que facturan alrededor de 500 millones de euros al año, dependiendo de la fluctuación de los precios del mercado, que en el último año y medio no se encuentran muy boyantes.

A la producción y comercialización hortofrutícola hay que sumar las actividades relacionadas con el sector, como su industria auxiliar, lo que, en conjunto, arroja una facturación globlal superior a los 900 millones de euros y una generación de 20.000 puestos de trabajo.

Los principales cultivos del territorio ejidense, por orden de importancia, son el pimiento, la judía verde, el melón, la sandía, el tomate, el pepino, el calabacín y la berenjena, cuya producción es exportada en un 65%. Sus destinos mayoritarios son Alemania, Francia, Reino Unido, Holanda, Bélgica e Italia, a los que se han sumado Polonia, Rusia, Hungría, República Checa, Canadá y Estados Unidos.