Almería

El “profe de gimnasia”

  • Durante los años 70 y 80 hubo una carencia absoluta de docentes especializados en impartir educación física en los colegios almerienses

Vista general del festival de gimnasia que organizó La Salle en 1972

Vista general del festival de gimnasia que organizó La Salle en 1972 / D.A.

En estos días de septiembre, miles de chiquillos almerienses cumplen con el ritual de cada inicio de curso: apuntar en una libreta el horario escolar. Cinco columnas, como días lectivos, donde se anotan las materias de cada hora y donde la palabra “Recreo” siempre va en mayúscula y remarcada con rotuladores Carioca. También se colorean las asignaturas más “flojas” o las que gustan. Y aquí, la “educación física” adquiere su protagonismo. Toda la vida se le ha llamado “clase de gimnasia” y su potencial en las aulas es tal que ha sobrevivido a la LOECE, a la LODE, a la LOGSE, a la LOPEG, a la LOCE, a la LOE, a la LOMCE, a la LOMLOE y a toda esa maraña de normas absurdas y leyes trampa de los últimos 43 años.

Antes, en los años setenta, ya era una asignatura obligatoria. A pesar de que muchos colegios carecían de instalaciones apropiadas y de personal docente especializado. En 1972, la nómina de profesores de gimnasia en España era de 1.800 pero se necesitaban 20.000. Por eso, existían escuelas en las que los alumnos no se explicaban cómo el maestro que la impartía había conseguido acceder a esa disciplina. Apáticos, gordos, sin recursos didácticos… Y con mala leche. Porque los niños lo que querían era jugar a la pelota y las niñas a la comba o al balón volea, que era como el vóley de ahora, pero con un nombre más bonito. Pero no. El “profe de gimnasia” los ponían a correr, dando un sinfín de vueltas al patio, como si fuesen jamaicanos entrenando para un mundial de atletismo. Así terminaban las criaturas, que parecían cabos chusqueros después de dos días de maniobras. Y mientras, algunos de ellos, apostados al solecico, comprobaban los resultados de la quiniela del domingo. O abrían las inmensas páginas de los diarios “Ya” y “Pueblo” donde llevaban escondido un ejemplar de la revista “Lib” cuando salía Blanca Estrada o del “Interviú” si venía Amparo Muñoz.

Esa escasez de profesorado y su baja retribución -14.973 pesetas mensuales por una dedicación semanal de 24 horas- provocaba el pluriempleo en los docentes verdaderamente vocacionales y con ganas de enseñar: en otros centros o en labores ajenas a la educación.

Por ejemplo, la almeriense Soledad Manzano Picón (1946), que fue elegida consejera local del Movimiento, impartía gimnasia en la Escuela de Comercio (la Universitaria de Empresariales) y, al mismo tiempo, Formación Política-Social a las chiquillas del Colegio Nuestra Señora del Milagro, de la Plaza de Santo Domingo. Decenas de generaciones guardan un excelente recuerdo de ella. Se jubiló en 2006.

Los alumnos gimnastas

Por suerte, igual que Soledad en la antigua Escuela de Comercio, en diferentes colegios de Almería tuvieron la fortuna de contar para sus alumnos con un profesor de gimnasia en condiciones. “La Salle” fue uno de ellos. En 1969 apareció por la ciudad todo un atleta; pequeñito, musculoso, con un bigote poblado a lo mexicano y fuerte como una roca. Había jugado en los juveniles del Real Madrid CF, estuvo cinco años en Bélgica y fue campeón de Europa y cinco veces de España de gimnasia. Antonio Yagüe Carrozas (1941) fue un gran fichaje para los niños de aquellos años setenta… y los siguientes, porque puso en forma a chavales de 33 promociones. Famosos eran los festivales de gimnasia de los lasalianos, que se organizaban desde 1968 en el patio que aun hace esquina con la calle Doctor Gregorio Marañón.

En marzo de 1974 ocho alumnos de Roquetas fueron al programa de TVE “Camino del Récord” gracias a su maestro de educación física

Con él en plantilla, el centro construyó -con parte de los millones de pesetas de la venta de los terrenos que daban a la calle Altamira- un magnífico gimnasio dotado de todos los elementos desconocidos en la Almería de la época: potro, escalera, cuerdas, paralelas, colchonetas, anillas… Esos artilugios provocaban pánico entre los niños menos avezados en el deporte. Al potro solo había que ponerle el apellido “de tortura”. Y aquellas cuerdas lisas y con nudos, como maromas de barco, que había que subir hasta el techo trepando como un mono, ocasionaron vómitos a más de un púber. Odio total.

Y para regocijo del presidente de la federación provincial, Yagüe comenzó a sembrar su semilla gimnástica, también en “Las Jesuitinas”, en el “Colegio Diocesano”, en el “Club Orberá” y en una selección almeriense. A mediados de los setenta ya había muchachas de entre trece y quince años que destacaban en eso del caballo, barras paralelas, equilibrio o suelo: Ángeles Granados, Inmaculada Campos, María José Viciana, Amalia Tijeras, Puri Ocaña, María del Carmen Verdejo, Delia Díaz Ledesma, Marta Manchado López, Irene Hernández Rodríguez, Soledad Gema Palmera Guillén, Encarnación Cánovas Fernández, Eladia Tristán Cañadas, Mari Carmen Morante, María José Viudez Navas o Juani Albarrán. Puri era de “Las Adoratrices”; Morante estudiaba en “La Compañía de María” y Juani en el “Stella Maris”.

Y en gimnasia masculina, Francisco Martínez de San Vicente y Oliveras, conocido por “Pachy”, obtuvo cinco medallas en gimnasia deportiva en el junior de junio de 1978. También participaban en distintos campeonatos Antonio Valverde, Manuel Gálvez, Germán Alonso, Blas Ruiz, Enrique Medina, Roque Masegosa, Antonio Márquez o Jaime Barón.

Pero Yagüe -escudo de oro de la ciudad en 2009- no fue el único gran profesor de gimnasia de la provincia. Sin desmerecer a otros muchos que se dejaron la piel en los patios, habría que destacar la labor de Antonio Úbeda, Inocencio de las Heras, Ángel Sánchez Orellana, Francisco Salmerón Herrera, Andrés Vázquez García, José Espejo Reguera, Ángel Fernández Ramírez o Joaquín Vicente de Haro, impulsor de la asistencia de Almería en las competiciones de cross nacionales. Éste último, en 1973, apostó por una educación física de calidad para sus matriculados del “Colegio Ángel Suquía”, cuyo director era Mariano Revilla Ibáñez.

A pesar de las deficiencias, entre el alumnado surgieron grupos gimnastas: Club Orberá, La Salle, Colegio Europa, Jesuitinas, Diocesano, Adoratrices o Virgen del Rosario

La Escuela Normal de Magisterio “Almotacín” tenía, en 1971, a Carmela Gisbert Molina, como profesora. Entre otros éxitos, algunas de sus alumnas de ese curso se inscribieron en el II campeonato nacional, como María José Piñeiro, Encarnación Vique o María Huerta. También, el colegio nacional “Virgen del Rosario” de Roquetas tenía un excelente maestro de gimnasia: José Salvador López. Éste consiguió en marzo de 1974 que ocho alumnos fuesen al programa de TVE “Camino del Récord” junto con otros niños del también roquetero colegio “Las Lomas”. Los chavales tenían que correr 300, 1.000 y 50 metros lisos, 50 metros valla y relevos. Francisco Fernández Berenguel y Francisco Navarro López destacaron entre los jóvenes del “Virgen del Rosario”.

El “Colegio Europa” –vanguardia de la educación pública de los setenta- también se subió al carro gimnástico y algunos de sus alumnos comenzaron a codearse con las atletas de otros centros, obteniendo buenos resultados, como Filomena Faba Martínez y Rosa López Pérez. El taller “Virgen del Mar” de La Chanca ya tenía en 1975 muchachas que dominaban varias técnicas de gimnasia y asistían a los torneos provinciales.

Poco profesorado

La escasez de profesores de educación física fue un problema que se prolongó en el tiempo en toda la provincia; en colegios como “Ciudad de Almería”, las clases de gimnasia las tenía que impartir el de tutor Sociales. Por esa cuestión, y otras de índole económico y de estabilidad, 63 profesores de educación física de la provincia se asociaron desde 1977 en un colegio oficial, que comenzó con una gestora y luego presidido por Juan Ortega Beltrán (1940). Entre sus primeros afiliados locales estuvieron Juan Ortega, Carmen Gisbert Molina, Ángel Fernández Ramírez, Silverio Martínez Garridos, Carmen López Tamayo, Ana María Moya y Milagros López Ramírez.

Estabilidad laboral, retraso en los pagos, consolidación de puestos, garantía de un profesorado titulado para una formación óptima e intrusismo eran sus reivindicaciones más significativas. Lo del intrusismo y la baja calidad de la formación física se entiende recordando aquel puñaíllo de maestros setenteros, obesos y coloraos de mollete, que su clase de gimnasia consistía en que los alumnos dieran treinta vueltas al patio del colegio. Corriendo.

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