Los pueblos sin tiendas existen
sociedad | la rutina de los pequeños municipios
En Almería, 11 municipios dependen de vendedores ambulantes o deben 'viajar' a localidades vecinas
En Beires no hay tienda de alimentación, pero sí bares, y desde Olula de Castro van a comprar en taxis cofinanciados
En Tahal ha cerrado el único negocio de comestibles y el Ayuntamiento hace un bando para que alguien lo recupere
No es de otro siglo, ni siquiera de otra década. Sucede. Y, además, está ocurriendo ahora mismo. Al habitante joven de ciudad puede parecerle irreal, algo increíble; pero sí, hay municipios en los que no hay tiendas en los que comprar un videojuego. Es más, hay pueblos en los que no existen ni establecimientos donde comprar pan. Para hacerlo, hay que esperar a que el panadero del pueblo vecino llegue con su furgoneta y, en algunos casos, ni eso. Hay que desplazarse en coche o, en lo que se pueda, al pueblo vecino. Y eso, para quien tiene coche y conserva juventud no debe suponer problema, pero para las personas mayores puede llegar a convertirse en un auténtico suplicio. Es por eso que Tahal, por ejemplo, está realizando una especie de 'casting' para devolver a la vida la única tienda que tenía y que fue cerrada recientemente. Su alcaldesa se niega a tener un pueblo sin un lugar donde comprar productos de primera necesidad.
Pero hay más ejemplos como el de Tahal. En Almería, cada día son más. En la actualidad, un total de once municipios se han quedado sin tiendas de alimentación. La mayoría están concentrados en zonas del interior (Las Alpujarras y Los Filabres). En ellos la población joven escasea y los pocos que quedan no creen en los beneficios de instalar una tienda.
El cierre del negocio de Tahal, en las vertiente del sur de la Sierra de los Filabres, puede ocasionar una reacción en cadena, pues en sus alrededores hay municipios que dependían de ella para sus compras, es el caso de Alcudia de Monteagud, cuyos vecinos tienen que desplazarse aún más lejos para adquirir los productos. Lo hacen a Benizalón, que tampoco tienda en sí, pero un hotel con restaurante hace las veces de establecimiento de alimentación. Y si por casualidad no estuviera abierto deben acercarse a Uleila, Olula del Río o Macael, que es el más cercano y está a 20 kilómetros entre curva y curva.
A Benizalón también acuden los vecinos de Benitagla, el municipio con menos habitantes (69) de la provincia. Aquí la existencia de tiendas es una quimera desde hace lustros. "La gente de Benitagla suele venir a Benizalón a comprar o a tomarse una cerveza porque allí tampoco tienen bar. Hay cinco kilómetros de distancia. Lo suelen hacer mayormente los fines de semana", explica Emilio Cid, alcalde Benizalón.
La zona oriental de la Sierra de los Filabres es una de las zonas más castigadas por la escasez de población en la provincia. De ahí que la mayoría de los municipios que no tienen tiendas de alimentación se localizan tanto en la cara norte como en la sur de esta elevación. Los Filabres también es refugio de Laroya, pueblo de almendra y olivo que se ha reciclado como zona de casas rurales. Pero tampoco tiene tienda. Es otro de los pueblos cuyos vecinos deben ir a Olula del Río para adquirir sus productos de primera necesidad.
A apenas unos kilómetros, en pleno pulmón verde de la provincia, se encuentra Castro de Filabres, un municipio vivo que triplica su población en verano. Tiene canchas de pádel, un edificio de Servicios de Usos Múltiples y un espacio de casas rurales envidiable, pero tampoco posee establecimientos. "El pan llega dos veces en semana, martes y jueves. Una vez a la semana el pescado y la verdura", explica Francisco Martínez, primer edil de la localidad.
Además, al igual que su vecino de Olula de Castro, cuenta con un sistema para hacer algo más fácil la vida a sus vecinos. Tiene un servicio de taxis cofinanciado por la Junta de Andalucía para que las personas mayores puedan desplazarse a un precio razonable para realizar encomiendas como la de la compra. En Olula de Castro solamente hay un pandero que va dos días en semana, miércoles y sábado. Para el resto de productos la gente acude a Gérgal, que es el municipio más cercano con tiendas de alimentación. En la actualidad, el municipio no recibe vendedores ambulantes de frutas ni de verduras.
En Las Alpujarras es llamativo el caso de Beires. "No tenemos tienda, pero sí bares", explica su alcaldesa Carmen González. El pueblo carece de establecimiento de alimentación desde hace dos años. Sus vecinos acuden a una casa rural con restaurante si les hace falta un bote de leche o un paquete de arroz. "No se yo si una tienda se le costearía poner a alguien. El servicio está cubierto. Al panadero, que se llama Mateo, le dicen, 'trame un jamón, y lo trae. Tráeme cinco kilos carne y también'. Él tiene carnicería y trae otros productos al pueblo", agrega la alcaldesa.
Beires tiene algo en común con la mayoría de los pueblos de la provincia: los vendedores ambulantes. Todos los días recibe a dos panaderos, uno de Padules y otro de Fondón; a dos pescaderos a horas distintas y la fruta y verdura llega a la localidad todos los miércoles a la misma hora. "De vez en cuando llegan vendiendo melones. Si queremos tenemos para comprar", apostilla Carmen.
A media hora de Beires se encuentra Alsodux, también en Las Alpujarras. Tiene tienda, pero al final de año se jubila la familia que la regenta y no saben qué va a suceder. "Si no la traspasan o la alquilan... igual habría que buscar a una familia porque no queremos dejar al pueblo sin tienda", manifiesta su alcalde, Manuel Cuadra. A escasos 10 kilómetros se encuentra Alicún. Tampoco hay negocio de alimentación. El municipio recoge dos Panaderos diarios, uno de Terque y otro de Instinción. Y, sin día fijo y entre semana, acuden vendedores de fruta, verdura y pescado.
Tienen un local social del Ayuntamiento que abre los fines de semana para tomarse una cerveza. Van a comprar a municipios de Alhabia, Albolodoy y Alhama. Mismos municipios a los que van a comprar sus vecinos de Santa Cruz de Marchena, localidad que no tiene establecimiento desde hace un año. No se costea. Es un pueblo de gente mayor y de poco consumo. Al menos, el panadero llega en furgoneta todos los días. Lo mismo sucede en Las Tres Villas, municipio de la Comarca del Nacimiento. Ninguno de sus tres núcleos (Doña María, Ocaña y Escúllar) tiene tienda. Aunque en este último, desde hace escasos meses, abre una durante dos horas al día. Sus habitantes acuden a comprar a Abrucena, Abla o Fiñana. Allí se ha creado la fórmula de compras a domicilio. En Abla, uno de sus más conocidos establecimientos, se desplaza a pueblos cercanos si se le pide compras superiores a 30 euros.
Chercos y Bacares, casos extraños
La provincia tiene pequeños municipios en los que las tiendas siguen sobreviviendo. Pueden ser los casos de Benizalón, Almócita o Somontín. Sin embargo, existen casos totalmente opuestos a lo que viene siendo el devenir de estos municipios. Chercos, con apenas 267 habitantes, tiene dos tiendas de comestibles y tres bares. Además de tanatorio y cine y biblioteca y hogar del pensionista. "Chercos es Chercos y somos muy espabilados", explica su alcalde, José Antonio Torres. En similares condiciones se encuentra la localidad de Bacares, que tiene 272 habitantes. Tiene dos tiendas de alimentación (una de ellas es estanco), dos bares y el restaurante La Encina. Además de una panadería y una pastelería. No hace tanto tiempo llegó a contar con cuatro bares y el restaurante y tres tiendas.
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