Los que quedan en El Acebuche

Tras la puesta en libertad de Iñaki Erro, uno de los menos conocidos y más sanguinarios miembros de la banda terrorista ETA, son doce los que aún quedan tras las rejas de las celdas del centro penitenciario provincial de El Acebuche, uno de los menores números de su historia. La prisión almeriense se ha erigido desde su apertura en 1986 como uno de los centros donde iban a parar los más irreductibles miembros de la banda. Al ser una de las prisiones más alejadas del País Vasco, era el centro de cumplimiento de todos aquellos que se erigían como representantes de la continuidad de la lucha armada o de no participar en ninguna de las servidumbres que la estancia en prisión acarrean.

Esta orden de la dirección de la banda terrorista le ha costado a uno de ellos, Fernando del Olmo Vega, en prisión desde 1991 y sobre cuya afectación de la doctrina Parot, aún deberá pronunciarse la sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, permanecer entre rejas. En principio, debería haber finalizado su condena de haber sido un preso normal. Nunca se ha acogido a los beneficios de reducción de pena a los que los reclusos están deseando agarrarse para ver reducida su estancia en prisión; como el resto de irreductibles de la banda, ni tan siquiera participaba en la limpieza de sus instalaciones.

Ahora, según pudo saber Diario de Almería de fuentes penitenciarias, la aplicación sobre él de la doctrina Parot, queda en manos de la decisión de los tribunales. Al parecer, sus abogados han preguntado sobre el periodo de redención de condena y no se descarta que en un futuro solicite un puesto de trabajo no productivo dentro del centro penitenciario que le permita acogerse a unos beneficios que, en cualquier caso, no será hasta final del año que viene, cuando comiencen a ser efectivos y puedan llevarle a la libertad.

También había matices que aclarar sobre otro de los históricos de la banda, Kepa Urra, otro de los asesinos más despiadado que denunció, como solía ser norma habitual en la banda asesina, a quienes le detuvieron por torturas. En este caso, se condenó en primera instancia a sus responsables en 1997, aunque los recursos dieron sus frutos y el Supremo revisó la sentencia y anuló la condena. Sobre este etarra, fuentes penitenciarias aseguraron que "en el momento de su condena no se le aplicó la doctrina Parot, aunque no se hizo, por lo que permanecerá en la cárcel aún unos años más".

Por el momento, la vida de estos doce terroristas se desarrolla sin los típicos altercados que antes adornaban su estancia en Almería. Quienes los tratan a diario aseguran que "están más tranquilos, sin cambios, aburridos, van a su rollo como de costumbres, solo que ahora no dicen nada, no protagonizan ningún escándalo, no protestan y no se quejan; parecen estar esperando las decisiones de los tribunales para conocer su situación".

La aplicación de la doctrina Parot en Almería, puede destrozar el ya de por sí debilitado frente de makos de la banda terrorista, otrora uno de los estiletes de prisión que esgrimían en su lucha contra el Gobierno y sus políticas de dispersión. En las celdas de la carretera de los Medina, se juntan, por ejemplo, en el mismo módulo 4, Ignacio Krutxaga, el asesino del ex ministro socialista Ernest Lluch y Asier Larrinaga, detenido por su relación con un zulo de armas en la localidad vizcaína de Amorebieta; o en el módulo 6, Kepa Arronategi, Jorge Olaitz, con el recién llegado a la capital almeriense, Jesús Guinea acusado de quemar cajeros de entidades bancarias en la capital bilbaína.

Los más jóvenes, condenados a pocos años de prisión saben que tras la tormenta originada por la masiva excarcelación de presos de la banda terrorista, estarán en libertad en un tiempo relativamente cercano; los más veteranos sólo tienen su esperanza puesta en una aplicación más laxa de una legislación que tarde o temprano les llegará.