Cuenta y razón

Y se quedaron de piedra (III): Fauna mitológica de Almería

  • Con la imagen de este portento de fealdad que es la fiera corrupia me hice una idea de la imagen que yo daba con mis rabietas

Cuando de pequeño me enrabietaba, mi tía se quejaba a mi madre en clave de denuncia: “¡Pues no se ha puesto el niño hecho una fiera corrupia!”... Yo no sabía, y creo que ella tampoco, qué era aquello pero me sonaba a fiera “corrompía”, “podría”, descompuesta… hasta que ya mayorcito me enteré por los libros que la fiera corrupia pertenecía a la mitología popular y aunque muy del terruño descendía, eso sí, por línea espúrea, de las más ilustres y linajudas fieras mitológicas griegas, romanas y bíblicas.

Con cuerpo de lagarto, más que roja, encendida, y una mala leche siempre a punto de hervir, la corrupia mide su grado de cabreo y fiereza por los pares de cuernos, de seis a diez, con que adorna su maldad. Con la imagen de este portento de fealdad me acabé haciendo una idea bastante clara de la imagen que yo daba cada vez que en ella me convertían mis rabietas.

Me hicieron corrupia como pudieron haberme hecho “tarasca”, su prima, la fea lagarta serpentona que acompañaba a la Custodia en la procesión del Corpus, bailoteando y divirtiendo tanto a la gente que el gobierno político y militar de Almería la prohibió en acatamiento de una pragmática del rey Carlos III en 1780. Cargaba como símbolo del pecado y de la moda con una muñeca, anónima hasta que la ciudad de Toledo descubrió que era Ana Bolena, esposa y víctima de Enrique VIII pues no se entendía el pecado perfecto sin su imprescindible dosis inglesa y protestante.

Imagen mitológica. Imagen mitológica.

Imagen mitológica.

Son malos, pecan, tienen los muchos mismos defectos y las mismas y pocas virtudes que nosotros; por eso los hacemos nuestros, por la misma razón que los romanos fabricaron sus dioses a la medida de sus debilidades; los seres mitológicos son hijos de nuestros miedos e incertidumbres; con nosotros han convivido desde el principio de los tiempos y tantos años de oscuridades y maridajes han dado lugar a un zoo en el que sobreviven, petrificadas, encantadas por el arte, no pocas muestras en Almería.

Con la clara preponderancia del “grifo”, un animal de nombre más fontanero que mitológico que tiene su exponente decano entre la hojarasca del arco gótico de la capilla del Cristo en la catedral, águila por delante, león por detrás, rampante, arisco, peleón y cazamoscas. Unos bichos que igual son góticos que viran a renacentistas retardados como los que por parejas y sosteniendo un florero guardan puerta y ventanas de la casa de la calle Granada, esquina con Hermanos Oliveros.

Y cambian de estilo como de materiales y en hierro los hallamos en Terque en un ejercicio de imaginación inversa que cambia lo fabuloso a real para ver no grifos sino “caballitos” trotones sobre la barandilla de la casa levantada a comienzos del siglo XX por la prosperidad del empresario don Juan Cantón.

El águila del arco gótico de la capilla del Cristo, bien pudo ser encantada cuando estaba a punto de adquirir cabeza, torso y brazos de mujer, que es lo que le faltaba para convertirse en una auténtica “arpía”, pues como tal parece observar no con muy buenas intenciones al zorro comilón de la jamba de enfrente. En la calle Granada 36 se han posado, petrificadas e idénticas otras cuatro águilas que recuerdan por la postura al “ave fénix”, renaciendo si no de las cenizas sí de las cornisas de una casa de comerciante antaño próspera y hoy en abandono.

El “dragón” cubierto de escamas, se sirvió de sus alas para subirse a coronar, multiplicado por cuatro, al Círculo Mercantil en 1921 y allí llevan un siglo, hieráticos y mirando al horizonte; mucho guardián de lo sagrado y de las doncellas... pero a la hora de la verdad omisos, como cuando en 1974 unos especuladores disfrazados de socios trataron de derribar el edificio más emblemático del Paseo. Menos mal que Jesús de Perceval logró -testigo soy- que a la junta destructora de la sociedad de 17 de febrero se presentara mi profesor de historia el ministro don Ricardo de la Cierva y diera al traste con aquel negocio. Ya a salvo y después de un tiempo de incertidumbres se ejecutaron las costosas obras de su restauración y con ella -Paco Balcázar, junta constructiva- el Círculo Mercantil recuperó su lozanía y el brillo de antaño.

Imagen mitológica. Imagen mitológica.

Imagen mitológica.

Ciudad arriba, otros dos dragos habían quedado desde 1888 flanqueando el cuerpo superior de la portada del coso taurino y, como buenas sierpes aladas que son, se sienten atraídas por la cabeza del toro en la que tal vez vean un hermoso “Minotauro” cuyo cuerpo de hombre anduviese oculto en las entrañas de los muros…pero no es cosa de desmontar media plaza para demostrarlo pues es toro todo, hasta el rabo, y él lo sabe y lo sabemos todos.

El “perro alado” del arco de la capilla del Cristo en la catedral, es rareza, perro verde, que alzado de manos luce valiente en un lugar en el que por todos lados corretean los perros alanos y realistas de Villalán… es el can Arsalez de la mitología armenia que luego acabó ladrando en el horizonte greco-romano en el que también suele resonar el eco gruñiente del “león alado”, rey de los animales, orgulloso, reflejo de dignidad y poder, representante, con el ala, del movimiento.

Y no puede faltar el “hombre” en este zoo encantado; no es casual que aparezca representado en gótico en la catedral con el dragón, la arpía, el perro alado… ya lo sabía su encantador tallista animalito de fauna mitológica y por eso lo labró en fase de cría, niño, en blanco, para que la imaginación le vaya poniendo alas, garras, rabos, escamas… que todo le sentará divinamente, pues encantado de ser lo que no es, el hombre siempre anda empeñado en llegar a mito y suele conseguirlo con poca dificultad: ya les he contado como a mí, de pequeño, solo me hacía falta una simple rabieta para convertirme en toda una fiera corrupia.

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