La ruta de Lorca

El 13 de junio se cumple el centenario del nacimiento del compositor y gran poeta almeriense Manuel del Águila 16 prestigiosos escritores de Almería y grandes amigos suyos escriben sobre su figura

El artista Manuel del Águila.
El artista Manuel del Águila.

06 de junio 2014 - 01:00

Fue en primavera del año 1988, cuando después de muchos años de intentarlo, realizamos lo que habíamos denominado "La ruta de Lorca". Consistía en visitar la casa de la Huerta de San Vicente, donde Federico García Lorca pasó gran parte de su corta vida componiendo canciones y escribiendo parte del legado de su poesía, y los otros dos lugares, Fuente Vaqueros, lugar donde nació y el camino de Viznar, donde lo asesinaron. Recogí a Manolo de la puerta de su domicilio, "la casa de los siete balcones", y tomamos camino de Granada. Paramos en Guadix para tomar chocolate con churros.

Al llegar a la Huerta de San Vicente paseamos por los jardines para "ponernos en situación" con toda su parafernalia, imaginación y fantasía e hicimos tiempo para la visita guiada. Nos juntamos a la entrada de la casa con un matrimonio argentino, dos señores belgas y una señora madrileña.

El guía, según Manolo, era una persona que conocía muy bien la obra de Lorca. Comenzó la visita con las explicaciones pertinentes y comentando, en un tono embaucador, la estancia y vivencias de Lorca en aquel lugar que estábamos pisando. Con la sutileza que le caracterizaba, Manolo le comentó al guía que había asesorado a Gipson durante la etapa en la que el poeta estuvo en Almería. Dicha observación fue un resorte para que el guía, Juan José García, exclamara ¡hombre, Don Manuel¡ (Manolo le rectificó para que le tuteara) a lo que Juan contesto ¡Manolo¡ pues Manolo. Que alegría de conocerte, tenia noticias tuyas, aparte del libro, por un amigo de Almería que me había hablado de ti. A partir de ese momento la visita cambió radicalmente, y empezaron a tratarse como si se conocieran de toda la vida.

Llegamos al lugar del piano, donde Lorca compuso tantas canciones y Falla amenizo muchas tardes de tertulia. Después de las explicaciones del guía, Manolo le preguntó si podía tocar un par de acordes al piano y Juan le dijo que sí. Y sin más preámbulos, Manolo se sentó y comenzó a tocar "Los Peregrinitos" y me invitó a mi a que le acompañara cantando. No fue una sola canción sino varias las que cantamos: "Anda jaleo", "Nana", "Zorongo" y creo que alguna más y al final, el famoso "Si vas pa la mar". El resto del grupo se miraban los unos a los otros, incrédulos de lo que estaban viviendo. Al terminar todo fueron felicitaciones y, con ese ambiente tan agradable, continuamos la visita por el resto de la casa. En la habitación donde dormía y escribía Federico había un ventanal andaluz de doble hoja de más de dos metros que iluminaba la estancia, la cama a la derecha y una mesa a la izquierda con su sillón y encima de la mesa una edición del Diván de Tamarit. Y aquí le dice el guía a Manolo, ahora voy a ser yo el que te pida el favor, me haría mucha ilusión que leyeras alguna poesía del libro. Le faltó tiempo a Manolo para tomar acomodo en aquel sillón y, como si estuviera Federico allí presente, recitó como jamás le había escuchado nunca a Manolo. El señor argentino dijo, cuando terminó la primera poesía, por favor, sin aplaudir, para no romper este momento y le pidió que leyera otro poema. Y con toda la emoción que aquel lugar representaba para Manolo, siguió leyendo varias poesías. Cuando terminó le aplaudieron y le abrazaron, conscientes de que aquello fue un momento irrepetible.

Una vez abandonamos la Huerta de San Vicente decidimos ir a comer a un restaurante por la Alhambra de un exalumno de Manolo y cuyo nombre del local lo recordaba, "La Yedra Real", que lo localizamos en seguida. Al entrar al restaurante Manolo le preguntó al camarero por el dueño y aunque no estaba allí el señor le llamó por teléfono y después de hablar con él nos dijo que venía en seguida que no nos marcháramos. Esperamos tomando unas copas de vino y no pasaron más de diez minutos, cuando apareció su exalumno con los bazos abiertos desde que entró por la puerta y se fundieron en un abrazo muy largo. Aquella conversación se inicio con alabanzas mutuas. El dueño estaba muy agradecido del comportamiento que Manolo había tenido con él en su época de estudiante en Almería. Nos invitó a un estupendo menú degustación, ¡que forma de comer y beber¡ Tras una larga comida y una no menos dilatada sobremesa, decidimos regresar hacia Almería y pasar por el camino de Viznar.

Una vez en el lugar donde cuenta la historia que fusilaron a Lorca, tomamos unas hojas del famoso olivo donde ocurrieron los hechos y Manolo puso la fecha de nuestra visita en una de las hojas que aun guardo en el libro de Federico García Lorca, "Romancero Gitano". Hicimos un pequeño recorrido por el lugar comentando nuestras impresiones sobre lo que allí sucedió y al rato iniciamos el camino hacia la ciudad.

Al llegar a Guadix, Manolo tuvo otra feliz idea, visitar a su amigo el pintor Julio Visconti que tenía allí una casa palacio. Visconti nos abrió la puerta y le dio mucha alegría al vernos. Le contamos nuestra experiencia lorquiana y él nos enseño su preciosa casa llena de objetos de arte por todas partes y varios pianos. Uno era un colín negro que sonaba de maravilla. Manolo y yo volvimos a repetir el mismo repertorio que habíamos realizado en La Huerta de San Vicente. Fue un día inolvidable para los dos y aún habiendo vivido muchos momentos junto a él, ese día fue muy especial para mí.

Le doy gracias a la vida, por haber disfrutado de su amistad, siempre lo valoré y admiré, pero ahora en su ausencia, me doy cuenta del vacío que me ha dejado y la suerte que he tenido de haber sido uno de sus amigos.

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