La savia de la historia

Almería preserva árboles singulares de siglos pasados, auténticos monumentos vivientes a los que el Ayuntamiento ha querido homenajear · Otros pasan inadvertidos por el viandante o han sido donados

El olivo cedido por la Legión de Santa Rita.
El olivo cedido por la Legión de Santa Rita.
María Victoria Revilla / Almería

07 de junio 2009 - 01:00

La historia está poblada de árboles, algunos únicos, testigos de tiempos pasados. Etruscos, griegos o romanos vieron en su grandeza algo más que meros seres vivos y fueron venerados. Han dado cobijo al hombre, alimento, medicinas, madera o latex, convirtiéndose en testigos del paso humano por el planeta. Los hay merecedores de estar incluidos en libros, con nombres propios, y los hay que dan incluso nombre al lugar donde han enraizado. Auténticos monumentos vivientes.

Almería posee también sus árboles singulares, un concepto éste que ya era utilizado en la Antigüedad cuando árbol era divinidad. Puede que no tengan tanta edad, pero sí la suficiente para ser reconocidos como los hermanos mayores que un día formaron parte de la vida de esta ciudad. Uno de los ejemplares más llamativos que tiene Almería es el ficus centenario de El Paseo. A finales del siglo XIX, la capital apenas la conformaban el Puerto, el Parque Nicolás Salmerón y esta avenida principal. La idea era embellecer la ciudad con un plan de ajardinamiento que se centró sobre todo en el Parque, donde se plantaron multitud de ficus y palmeras de la especie australi.

Quedó sin sitio en el Parque Nicolás Salmerón un ficus. Se decidió plantar el ejemplar sobrante en el Paseo de Almería y, tras más de cien años y contra todo pronóstico, el árbol sigue allí, a la altura del Banco Popular, dando sombra al ir y venir de miles de almerienses y convirtiéndose en un símbolo emblemático de la capital.

Es un ejemplar que por su porte y edad, se configura como un árbol singular. En pleno centro de la ciudad, sorprende, más aún como arbolado de alineación con estas características: 18 metros de altura y un diámetro de copa que alcanza los 20 metros.

Un ejemplar tan vetusto como éste tiene para muchos la legitimidad de monumento. Es por ello, que en reconocimiento de esta categoría, la Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Almería lo ha tratado como tal, dotándole, el pasado año, de iluminación ornamental. Las lámparas de vapor de sodio de alta presión realzan con contrastes la particularidad de las raíces colgantes, que llegan a alcanzar longitudes superiores a los dos metros por encima del suelo. El enfoque de los proyectores recupera en las noches la imagen de cuento que ofrece este árbol, tan explotada en otras ciudades europeas.

De aquel ajardinamiento de finales del siglo XIX sobreviven algunos otros testigos por la ciudad, como otros cinco ejemplares de ficus, de las mismas características, y varias palmeras canariensis, de la misma época, en el Parque Nicolás Salmerón.

El número de estas palmeras centenarias -fácilmente distinguibles por su tronco, más ancho, y por tener más altura- ha disminuido considerablemente en los últimos años como consecuencia de la plaga del picudo rojo.

Son bocado exquisito de este voraz coleóptero, pero ha respetado otra de las palmeras que, desde el siglo XIX, caracteriza el Preventorio. También de finales del XIX son varias unidades de Phytolaca que hay a los pies del Hospital Provincial, y un pino muy antiguo y llamativo que encierra el claustro de la Catedral.

Todos estos árboles, a pesar del paso del tiempo, se han adaptado perfectamente a los cambios que ha habido a su alrededor, incluso el climático. No necesitan condiciones especiales en lo que se refiere a su cuidado, siendo su mantenimiento el mismo que cualquier otro árbol de nueva plantación.

Otro ejemplar singular de la ciudad de Almería es el olivo de la plaza Santa Rita. Su particularidad viene dada por su historia más que por su edad. Era propiedad de la Legión. Los militares lo donaron al Ayuntamiento en 1996 y su trasplante fue complicado y en unas condiciones especiales. Hubo que contratar una grúa de grandes dimensiones, que permitiera el traslado del olivo hasta este céntrico punto de la ciudad. En recuerdo de esta actuación el árbol tiene una placa conmemorativa. Llama también la atención la jacaranda que la acompaña, ahora en flor y de una gran espectacularidad.

Otra donación de un árbol que se ha convertido en historia es el palmito de la rotonda de Pescadería. Su nombre científico es chamaerops humidis, especie de la flora autóctona. Procede de Los Genoveses, de la finca de la propietaria del chalet de la plaza Circular. No era muy grande y fue plantado en la Puerta Purchena, en una isleta junto a la antigua fuente. El palmito fue creciendo de tal forma que se convirtió en algo espectacular. Tiene ahora alrededor de 15 brazos y su traslado, con la remodelación de la Puerta Purchena, fue también complejo.

Hay otros árboles espectaculares en jardines privados. El más antiguo es el milenario drago. Pocos han tenido la oportunidad de verlo (y de fotografiarlo), ya que se encuentra dentro del protegido centro de invesigación que Michelin posee en el Parque Natural. El drago es quizás una de las especies más enigmáticas, protagonista de historias y leyendas que han de seguir sobreviviéndonos.

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