Cuando la sonrisa de José María se apagó: el bullying en la infancia

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Algunos traumas en la infancia tienen su eco en la edad adulta
Algunos traumas en la infancia tienen su eco en la edad adulta / Pixabay
Raúl Carrera
- Psicólogo en Antas

21 de septiembre 2025 - 06:00

El bullying ha sido y continúa siendo uno de los mayores retos que afronta educación, el profesorado, las víctimas y, ahora más que nunca, también los padres. Uno de cada cuatro alumnos, antes de acabar su periodo escolarización, ha sufrido en algún momento una situación de bullying y aquellos alumnos de la comunidad LGTBI+ prácticamente la mitad.

Aunque antes de alarmarnos por si nuestros hijos están sufriendo algún tipo de acoso escolar, definamos bien qué es el bullying.

El bullying es un fenómeno por el cual una persona sufre un acoso sistematizado por parte de otra persona o de un grupo. Este acoso no es puntual, sino que dura un periodo de tiempo considerable, como para que el alumno empiece a sufrir las consecuencias de este acoso.

Las consecuencias de este acoso continuado produce que el rendimiento académico baje, aparecen problemas de concentración, dificultades para dormir, aislamiento y en algunos casos ideas autolíticas como hacerse daño o acabar con su vida.

Por ello, el bullying es un reto tan importante donde la responsabilidad reside en todos los adultos con los que la víctima convive y por ello tanto el profesorado como los padres son los responsables de prevenir, identificar y actuar para que esto no se dé.

José María niño, adolescente y adulto

José María es un niño de ocho años que va a tercero de primaria. José María puede ser tu hijo, tu nieto o tu sobrino, le gusta jugar con el ordenador, juega a fútbol y se levanta contento todos los días para ir al colegio.

Un día, José María explica a sus padres que un grupo de niños de su clase se están metiendo con él. Los padres, para intentar ayudar a su hijo, le restan importancia y le dicen que son cosas de críos. José María lleva una semana recibiendo comentarios desagradables por parte de este grupo, el resto de los compañeros que podrían defenderle callan, y esa sonrisa matutina antes de ir al colegio poco a poco va desapareciendo. Han pasado ya dos semanas y José María cada vez juega menos a fútbol, tiene menos ganas de ir al colegio, está nervioso por las noches y tanto los padres como los profesores están preocupados porque está bajando su rendimiento académico. Por eso deciden reunirse en la escuela para hablar de él, ya que no lo ven bien en el colegio y últimamente sus fichas y tareas no las presenta igual de bien que antes. Siguen poniendo el foco de atención en los estudios.

José María empieza a sentirse tranquilo sólo cuando está en casa de sus abuelos, pero en casa de sus padres empieza a tener problemas para dormir, no quiere ir al colegio y está más nervioso por todo.

Ya han pasado unos meses y José María, el niño que antes estaba sonriente y se relacionaba con la clase ahora pasa a estar solo, no quiere ir a la escuela y los adultos que están a su alrededor no están siendo conscientes de que lo que está pasando es que está siendo víctima del bullying.

Han pasado unos años, José María está en plena adolescencia y ha aprendido que es normal no tener amigos, que la escuela no es un lugar seguro, que sus padres le van a echar bronca porque no hace las tareas y se define como un chico tonto, insuficiente, sin amigos y con muchos miedos.

Ahora ya han pasado unos años más y José María es adulto, tiene poca confianza en sí mismo, le cuesta relacionarse y sentir el apoyo de sus padres y a nivel académico no le ha ido tan bien como podría haberle ido. Decide ir a terapia porque siente que hay algo que no le está yendo bien.

Cómo afrontar el reto del bullying

Este caso que os he descrito es real, y vino a consulta cuando tenía 20 años. En el caso de mi paciente, así como muchos, no se tomaron las medidas para prevenir, identificar y frenar el acoso que José María estuvo recibiendo durante años en la escuela.

Sabemos que en prácticamente todas las aulas hay algún compañero que, por su carácter, lo hace más vulnerable a sufrir acoso por parte de otros alumnos, quienes también tienen sus dificultades y las achacan a ese pobre niño o adolescente, recibiendo una burla sistemática durante mucho tiempo.

Todos los adultos que rodean la figura de nuestros niños (padres, profesores, directores de centros, familiares, psicólogos…) somos responsables del cuidado, tanto físico como mental y emocional de la siguiente generación y no podemos olvidarnos de ello.

El trabajo debe realizarse con la víctima, el acosador o grupo de acosadores y con aquellos compañeros que con su silencio no defienden a la víctima de estas agresiones físicas o verbales (no olvidemos que los insultos, el menosprecio y las actitudes pasivo-agresivas también son formas de agresiones que no debemos dejar pasar).

Si no se trabajan durante la infancia estas situaciones de acoso, en la vida adulta tendremos víctimas con falta de seguridad, acosadores que siguen perpetuando una agresividad (en la mayoría de los casos verbal o escrita) y compañeros que con su silencio mantienen este tipo de comportamientos (con sus respectivas inseguridades).

El acoso sistematizado a una persona le acaba generando una herida, un trauma, que arrastrará durante su vida adulta en el trabajo, en las amistades y en las relaciones.

Prevenir, identificar y actuar

Tanto profesores como adultos somos responsables de explicar y poner ejemplos de qué situaciones son sanas y qué situaciones no son sanas en las aulas y fuera de ellas.

La comunicación fluida y sana con los padres será vital para que los niños tengan la confianza de explicar el malestar que están sintiendo en la escuela y los protocolos de actuación anti-bullying deben de estar actualizados y aplicarse en todas las aulas.

La coordinación entre padres, profesionales y profesores es vital para frenar este tipo de acoso tanto dentro como fuera de las aulas, porque no olvidemos que también existe el ciberbullying donde estos alumnos continúan recibiendo acoso a través de las redes sociales y juegos online.

Nunca es tarde para actuar, pero hagámoslo. Preguntemos sin miedo a nuestros hijos, sobrinos, nietos y alumnos si hay compañeros que se están metiendo con ellos y si es el caso, les vamos a tranquilizar cuando les expliquemos que no están solos, que pueden confiar en los adultos y que este acoso va a acabar.

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