Una terapia peligrosa
El lado oscuro de Almería
Es difícil diagnosticar una enfermedad mental, pero en algún caso, los crímenes cometidos son llevados a cabo por gente que no está en su sano juicio. Las sospechas muchas veces no permitieron evitar la tragedia
UN vecino de la localidad de Alhama de Almería afectado de una severa patología mental estuvo a punto de provocar una autentica masacre después de que disparase contra un grupo de personas en la puerta de un céntrico café-bar de esta localidad, una de las cuales resultó herida de carácter muy grave por el impacto de una de las bala. Gabriel Martínez, el agresor y enfermo mental tenía la firme convicción de que este grupo de amigos suyos murmuraban a sus espaldas sobre su persona al mismo tiempo que cuestionaban la honorabilidad de su esposa.
A primeros de enero de 1957, Gabriel Martínez, de 30 años de edad y agricultor de profesión, se enfrentó con estos amigos en el mismo local donde posteriormente se produjo el tiroteo, acusándolos de ir difamando por el pueblo a su mujer provocando entre ellos un fuerte enfrentamiento aunque en aquella ocasión como se suele decir, la sangre no llegó al río.
No obstante ante el feo cariz que tomaba el asunto, los dos amigos que se enfrentaron con el enfermo, mental decidieron hablar con el padre de la mujer informándoles de lo que estaba pasando y que las acusaciones que venía haciendo su yerno eran totalmente falsas. El hombre aceptó las explicaciones ya que todo eran fabulaciones del yerno, que no se encontraba bien psicológicamente.
Una semana mas tarde, Gabriel Martínez se marchó a Barcelona residiendo en casa de una hermana quien nada mas llegar apreció su extraño comportamiento por lo que tuvo que ser ingresado unos días en una clínica y sometido a tratamiento psiquiátrico regresando nuevamente a Alhama varias semanas más tarde sin que la terapia recibida alcanzase su objetivo
La noche del 27 de marzo de 1957 pudo haberse desencadenado la tragedia. Gabriel Martínez y sus ex amigos-había dejado de saludarles- se volvieron a ver en el mismo café. De nuevo volvió a increparles y recordarles las difamaciones que hacían sobre su matrimonio. En medio de una fuerte crispación los retó a salir a la calle y saldar el asunto "como lo hacen los hombres".
Fuera del bar, una vez que los dos hombres estaban en la calle apercibieron que Gabriel Martínez, ya fuera de si, estaba decidido a algo, pero no podían imaginar que el sujeto se encontrase armado con una pistola.
En medio de los gritos y acusaciones, el agresor sacó el arma del bolsillo de su chaqueta, una pequeña pistola e hizo dos disparos a corta distancia. Uno de ellos alcanzó a Manuel Artés en la región torácica muy cerca del corazón aunque afortunadamente no llegó a afectar el órgano vital aunque estuvo debatiéndose durante una semana entre la vida y la muerte en el hospital de Santa Magdalena de Almería. En el centro sanitario e fue intervenido quirúrgicamente y posteriormente quedó ingresado en la sala de Santa Rosa hasta su alta médica.
Tras el tiroteo de inmediato salieron a la calle los clientes del bar logrando apaciguar al desquiciado Gabriel Martínez quien tras ser detenido por la Guardia Civil y puesto a disposición judicial, el juez instructor decretó su ingreso inmediato en el Manicomio Provincial de Almería.
Según consta en la sentencia sumario 13/55 hecha pública por la Audiencia Provincial de Almería el 17 de enero de 1957, Gabriel Martínez padecía un desarrollo paranoide en psicópata esquizoide. La Audiencia Provincial considerando estos extremos lo condenó a dos penas de dos años de prisión menor aplicándosele la conclusión atenuante de eximente incompleta, penas que cumpliriá internado en el centro psiquiátrico.
Unos años mas tarde se produjo una muerte violenta con unas connotaciones muy semejantes al caso anterior y en donde otro enfermo mental fue el triste protagonista. El caso provocó una profunda consternación en toda la comarca del Nacimiento, fundamentalmente en las localidades de Doña María-Ocaña donde residía el matrimonio protagonista de esta dramática historia.
Un agricultor de Ocaña, Rodrigo M. de 35 años de edad, apodado "El Ovejo" en un fuerte estado de enajenación mental acabó con la vida de su mujer, Librada Pérez López de 35 años agrediéndola brutalmente durante una discusión golpeándola con una gruesa vara de olivo en la cabeza cuyas graves heridas le ocasionaron la muerte.
El hecho ocurrió en el propio domicilio conyugal en la calle Caterrucin sobre las once y media de la mañana del 9 de marzo de 1965 ante la mirada atónita y desesperada de la anciana madre de la victima.
Anteriormente los vecinos no notaron nada anormal en la convivencia del matrimonio, aunque si llegaron a coincidir muchos en que Rodrigo M. era un hombre huraño y solitario, que no solía dar confianza a los vecinos y que padecía de los nervios. El matrimonio tenía una hija de corta edad y la victima estaba embarazada de cinco meses.
Tras dejar moribunda a la mujer, aterrorizado por el crimen cometido huyó de la vivienda por la puerta trasera, cuando un buen número de vecinos ya había acudido a la puerta de la casa alarmados ante los gritos desesperados y lamentos de la infortunada mujer mientras estaba siendo apaleada.
El agresor acuciado por algunos vecinos que intentaron en vano penetrar en la vivienda ya que la puerta estaba cerrada huyó a campo través adentrándose en la sierra por unos pequeños caminos de cabras que el fugitivo conocía perfectamente. Avisada la Guardia Civil de Abla tras derribar la puerta de la vivienda y comprobar la existencia de un asesinato, activó un dispositivo de búsqueda del fugitivo ampliado por otros municipios limítrofes sin que en las primeras horas diese resultado. Durante cinco días Rodrigo M. vivió en la sierra sin alimentos, soportando por la noche las bajas temperaturas del invierno en aquella zona sin ropa adecuada.
El 13 de marzo de 1965, a las once y media de la noche, una patrulla de la Guardia Civil detectó al huido cuando tras abandonar la sierra se dirigía a la casa de su madre en busca de alimentos. El fugitivo no opuso resistencia a los agentes y tuvo que ser asistido por el médico de la localidad ante los graves problemas de índole psíquico que padecía. Como motivo del crimen, Rodrigo M. reveló ante las autoridades que la emprendió a golpes con su mujer porque tenía prisa para volver al trabajo y no le había hecho la comida. Se da la circunstancia que el progenitor del acusado, Torcuato M. G. a finales de los años 1937 estuvo en la cárcel por matar a su propio padre.
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