El torero amigo de Morente

Crónicas desde la Ciudad

Aunque su carnet de identidad indique que nació en Melilla, Justo García Amat es almeriense por raíces familiares y convicción personal. Su nombre artístico, Chico de la Patrona, lo corrobora

El torero amigo de Morente
El torero amigo de Morente
Antonio Sevillano / Historiador

26 de diciembre 2010 - 01:00

USTEDES pueden creer o no lo que sigue, pero sus descendientes juran con la mano en la biblia que es verdad. En la segunda década del pasado siglo el gobierno español le puso sordina a la pérdida en 1898 de Cuba y Filipinas, las últimas colonias en Ultramar, restableciendo las relaciones comerciales -la pela es la pela- y olvidando la sangría de hombres y recursos que se cobró el conflicto. Precisamente hacia Cuba partió el abuelo de Justo García en busca de fortuna. Hasta aquí todo normal. Sin embargo ya no lo es tanto si añado que con él embarcó ¡un rebaño de cabras! Tío Antonio Tomás era pastor de toda la vida de dios y no las iba a dejar en tierra… La aventura duró poco. Regresó a Almería y aún desconocemos si el ganado quedó en las Antillas para mejora de la cabaña caprina caribeña.

Bien conocido en La Molineta, Haza de Acosta y Barrio Alto, vendía por las calles la leche ordeñada en directo: ¡de la ubre al consumidor! El valleinclinesco personaje tuvo tres esposas, las tres de nombre Antonia y las tres de apellido Martínez, con las que trajo al mundo la bonita cifra de 32 hijos. Uno de sus nietos, el protagonista de esta crónica, es descendiente por línea materna de los Amat de Las Norias de Daza, de la Loma del Viento en concreto, de donde remanece Manolo Escobar aunque diga que es de El Ejido. El padre de Justo, Juan García, casó con Encarnación Amat y gestaron cuatro retoños: Encarnación, Juan, Justo y José Luis, los dos primeros antes de emigrar a Melilla. El penúltimo -conocido como Chico de la Patrona y menos por Torerito de Almería- vio la luz primera un 15 de agosto de 1934.

Ignoro si vivieron la guerra incivil en Melilla -en poder de los rebeldes desde el 17 de julio del 36-, pero lo cierto es que en los cuarenta ya los tenemos domiciliados en el Barrio del Inglés. Vecino del coso de Vílches, su afición estaba cantada. Nada extraño era verle carretera de Granada arriba y abajo dibujar verónicas al aire mientras otro mocoso embestía con el carretón a imitación de un miureño zahíno. Afición en aumento tras entablar amistad con Pepín Cruz o Juan Luis de la Rosa y Posadero, estos ya curtidos en mil capeas de pueblo. En una de aquellas sesiones de salón en que soñaban la gloria debió surgir la idea que cambió su vida.

VIRGEN DEL MAR

El domingo 8 de abril de 1951 el nacional catolicismo provincial vivió una jornada mariana especial: en la explanada del Puerto, con asistencia del arzobispo de Granada, los obispos de Almería, Pamplona y Guadix y el alcalde, Pérez Manzuco, tuvo lugar la coronación canónica de la Virgen del Mar, en virtud de una bula pontificia de Pío XII.

Dentro de la programación festiva, Organización J. Moya anunció una corrida extraordinaria con toros de González del Camino, a lidiar por los diestros Manuel Escudero, Manolo González y José María Martorell. Tarde primaveral, expectante, aunque deslucida dado el mal juego del hierro sevillano. Según reseña del crítico Volapié, en el sexto y último Martorell se limitó a una faena de aliño. En cambio se produjo un lance que sí pasó a la intrahistoria taurina local: desde el tendido "7" irrumpió en el ruedo un espontáneo que, seguimos leyendo, "dio unos muletazos soberbios, originando la única ovación grande y sincera de la tarde". Se trataba de Justo García Amat, un chaval de escasos diecisiete años, pinturero y sobrado de valor. Detenido en el callejón por la policía, fue puesto en libertad gracias a los buenos oficios del doctor Domingo Artés, cirujano jefe de la plaza. Este, en razón de la solemnidad del día, le bautizó con el nombre artístico de Chico de la Patrona e incluso, en su calidad de empresario, le proporcionó la oportunidad de torear formalmente pasados los preceptivos quince días de "arresto" oficial, no cumplidos.

El día 13 de mayo del 51 debutó (junto a Papelerito, José Silva y José Campos) frente a un novillo de Dolores Aspiroz al que le cortó orejas y salió a hombros, erigiéndose en el triunfador de la tarde A este le siguieron cuatro festejos más, saldados con éxito. Triunfos refrendados en Vera, Berja, Laujar, Abla, Macael, etc. Tras realizar el Servicio Militar se estableció en Madrid, desde donde hizo incursiones a los ruedos castellanos de Riaza, Coca, Navaluenga, Villa del Prado, Navalcarnero, Chinchón, Aranjuez o Galapagar (mató dos serios ejemplares de Victorino Martín), ya con el nuevo nombre de Torerito de Almería; plaza a la que regresó en otro par de ocasiones. Su arte, valor y técnica depurada no fueron suficientes para "romper" en figura grande en el cerrado cotarro taurino, pese a los muchos paseíllos realizados. Las ilusiones decrecieron en igual medida que los contratos ventajosos y Chico de la Patrona optó por cortarse la coleta aunque la afición siguiera intacta.

Regresó para abrir el restaurante "San Nicolás" en las cercanías de El Ejido. Establecimiento que pese a su rentabilidad no supo dirigir como el negocio exigía; terminó con pérdidas y se vio obligado a marchar nuevamente a Madrid. Allí intervino, con Enrique Vera, en el rodaje de El niño de las Monjas y en la película dirigida por Luis Lucía, El Piyayo, donde, al doblar al protagonista, tuvo que dejarse coger hasta tres veces por un encastado utrero. En el campo audiovisual encontraría la necesaria ocupación laboral. El también almeriense, amigo y torero Manuel Guardia (Justo le llevó varias tardes en su cuadrilla), jefe de decoración en TVE, le proporcionó un puesto de trabajo. Ocasión que le permitió trasladar a los madriles a sus hermanos Juan (excelente pintor) y José Luis; habituales decoradores en la época dorada de la "Almería tierra de cine". Durante esta etapa conoció e intimó con Enrique Morente, recién llegado de Granada con una mano atrás y otra delante. Le proporcionó un primer empleo en los estudios de Televisión, algo que el albaicinero le agradeció eternamente y con el que se corrió más de una juerga en ventas y colmaos. Justo sentía y entendía un rato largo de flamenco ("Antonio, mira que bonito canta por alegrías; ése tira pellizquitos por soleá"). Manolo del Águila le dedicó un poema y el maestro Rafael Barco un pasodoble.

Los siguientes veinte años de su vida transcurrieron en Gijón a donde viajó guiado por, posiblemente, el único gran amor de su vida; mujer con la que convivió en Asturias. Volvió a montar otro restaurante hasta que en los noventa ya se afincó definitivamente en Almería. Regentó un bar en c/. Las Posadas, la barra de la peña El Morato y, lo más importante, se hizo merecedor de la general simpatía y respeto: educado e inteligente, buen conversador y generoso, aunque limitado económicamente. El 13 de junio de 2001 falleció -entre las 15 y 23 horas, víctima de un fallo cardíaco- en su domicilio de la Cta. de Ronda. Su sobrino, Luis García Yepes leyó durante el funeral "Elegía a la muerte de Ramón Siges", de Miguel Hernández. Días después, su cuñado, sus amigos y valedores, Pepín Cruz y Manolo el Pollero, esparcieron sus cenizas frente a la ermita y playa de Torregarcía.

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