Más de 70 años de tradición del esparto a manos de Luis Belmonte
La localidad de Antas ha pasado de trabajar el esparto por necesidad a valorar las piezas como ornamentales. Alpargatas, aguaeras y carchuleros, entre sus creaciones
A tres meses de cumplir los 83 años, Luis Belmonte sólo reconoce tener 41, quizá en referencia a su gran afición. "Media vida haciendo esparteñas, para mí y para buena parte de la familia, ¡con la buena de que era apañao!", en beneficio de familiares y amigos que vieron con muy buenos ojos como retomaba su hobby hace una década, sobre todo, porque los ratos de ocio sirven para surtir de pequeñas alpargatas, de carchuleros para los caracoles, de apartadores de sartenes y las grandes pailas al fuego de antaño. Hoy son más bien elementos de decoración pero que necesita de horas de trabajo y también de búsqueda de los materiales.
Por necesidad, comenzó con diez años a hacerse del esparto y a realizar las primeras alpargatas. En el recuerdo de Luis están las grandes ampollas que le producían los primeros días hasta que los pies se hacían al nuevo calzado, pero la alternativa a estar descalzo por el campo era más que válida, más cuando explica que la primera vez que se puso unos zapatos tenía entre los 14 y los 15 años, cuando hizo la Comunión y fue desde se barriada natal de La Huerta hasta el pueblo de Antas; "y no sabía cómo tomar las curvas". Sus padres se los compraron unos números más grandes que el suyo, "para que duraran"; aunque ya con su independencia económica y cuando se casó, aunque en plena posguerra, también pudo acostumbrarse al uso habitual de zapatos y dejó de lado durante unas décadas el esparto.
Son muchas las veces que ha recorrido Luis los cabezos desde su juventud en busca de la pleita para hacer las alpargatas. Aún hoy, acompañado por algún vecino o amigo, busca el material natural para hacer los distintos utensilios; aunque también hay esparto preparado, mucho más fácil de doblegar, para las pequeñas réplicas, sean de alforjas, aguaderas, espartillos e incluso lapiceros, elmentos ornamentales hoy muy codiciados. Además, su experiencia lleva a que muchos vecinos le lleven incluso viejas alpargatas, algunas con más de medio siglo de antigüedad, con la finalidad de que las arregle y que también sirvan de decoración.
Cada día emplea un rato a seguir con sus quehaceres. Una silla a la puerta de la casa que comparte con su hija Isabel, alcaldesa de Antas, es la muestra más evidente de que a través de su dedicación, la tradición del esparto todavía tiene mucho que decir.
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