De cañas, vinos y tapas por la calle Granada (II)

Crónicas desde la Ciudad

En tiempos no tan lejanos, la calle Granada compitió en igualdad de condiciones con las más importantes vías comerciales de Almería, incluido el propio Paseo, Real de la Cárcel o Las Tiendas

De cañas, vinos y tapas por la calle Granada (II)
De cañas, vinos y tapas por la calle Granada (II)
Antonio Sevillano / Historiador

02 de octubre 2010 - 01:00

EN la actualidad su oferta gastronómica y bebestible se mantiene, si me apuran, corregida y aumentada. Lo veíamos en una Crónica anterior y lo corroboraremos hoy al pasear la acera de los pares. Pero antes de descender por ella de mostrador en mostrador -gozosos y no como la protagonista de Tatuaje en busca de su marinero alto y rubio como la cerveza-, debo rectificar y disculparme: la heladería y horchatería de Enrique García se titulaba La Andaluza y no La Flor de Valencia. Sorry. En cambio, cuando aciertas, los mismos que se detienen en "cagás de mosca" no abren el pico… Hoy el exceso de texto me obliga a soslayar comercios tan señeros como Ferretería La Llave o Armería Bernabéu. De Casa Barea y de Bonillo y sus bravas patatas me ocuparé en un "monográfico" sobre la plaza San Sebastián.

AYER Y HOY

Cuando en la posguerra Campsa gestionó el monopolio estatal de petróleos instaló, que recuerde, tres surtidores de gasolina en la ciudad: Parque, Paseo y badén de la Rambla; este atendido por Joaquín, de quien las malas lenguas aventuraban que la cortedad de un brazo (era manco) la compensaba con la largura de otro miembro. En la acera opuesta -antes de existir la Agencia El Triunfo-, el bar Los Cerrillos, a diferencia de las visitas de cirujano, abría pronto y cerraba tarde: ponches de mañana y putas a la noche.

Entre Hermanos Oliveros y Las Huérfanas, el Puesto Redondo fue todo un clásico en el paisaje almeriense. Con el nombre de La Redonda lo fundó Ignacio Núñez Ortega (continuado por su testamentaría). Su historial sobrepasa nuestro espacio disponible. Me limito a uno de sus muchos anuncios: Almacén de vinos (muy demandados), aguardientes y cereales al por mayor. Venta de aceitunas de todas clases, especialidad en las de cuquillo. Depósito general para España del refresco Zeppelín y, más adelante, depositario de la cerveza Mahou y El Águila. El almacén estaba en el segundo tramo (carretera) y las barricas rebosantes de aceitunas sevillanas a nuestro alcance al salir de la Graduada Escolar "Calvo Sotelo", para desesperación de sus empleados Ramón y el Mudo.

El alhameño Manuel Artés estableció el bar Ricaveral esquina a la c/. Amalia. Iniciado en Úbeda (Los Candiles), regresó a Almería en 1946, abriendo en la de Cantares un depósito de licores y vinos al por mayor y menor despachados en vasijas de ½ y 1 litro, especialmente blancos de La Mancha y tintos de Jumilla -dispuestos en una cincuentena de grandes bocoyes-, distintas marcas de cerveza, anís Machaquito, coñac Osborne y Martini. Sus hijos varones (Miguel, Paco, Cristóbal y Antonio) se hicieron cargo del espacioso local a dos calles, con sótano, barra, plancha y cocina.

Otro histórico, La Oficina (antes Bodega Elipe), clausuró hace pocos años su puerta principal y trasera frente a la torre de los perdigones de la calle Relámpago. Era la penúltima parada de mi padre los sábados tras el habitual alto en El Unos y el Dos y Bodega el Patio. Aperitivos secos para trasegar el chato y selectos -según época-, aguardiente, ponches… Lo dicho, un santuario del barrio de Las Huertas.

En sus aledaños, para compensar, han surgido tres nuevas ofertas: "Granada 26" (cafetería, menú diario y gran pantalla de Tv para tertulianos futboleros y taurinos); "Tapas y Na´ Más" (el único bar ecológico, al parecer, de la ciudad), atendido por Marie Claire Denis, formada en la Escuela de Hostelería almeriense y, en la cocina, su padre Denis, experimentado en fogones franceses. La sugerente carta de la barra sirve de base informal en las ocho mesas dispuestas (los licores y postres son igualmente ecológicos). Por último, la cadena Torreluz ha ampliado su oferta hostelera con una Crepería-restaurante en los bajos de la casa donde vivió Manolo del Águila.

Como representante única de las desaparecidas peñas taurómacas Enrique Vera y Nacional (estos se reunían en el Puesto Redondo) queda la dedicada al diestro alicantino José Mª Manzanares, presidida por Miguel Rueda, con bar abierto a socios y público en general, mantiene el tipo.

BODEGA MORATA

Sin publicidad ni signo exterior alguno, nada hace sospechar la calidad que atesora tras la puerta cristalera (o el cierre metálico en sábado y domingos). Sencillo, ordenado y reducido; sin mesas, con mostrador de madera en ángulo y paredes de losa blanca en las que -entre heterogéneas láminas y azulejos- destacan sendas fotografías de José Tomás y Paco Torres Jerez.

Su apertura se produjo a comienzos de los Setenta pero la trayectoria del fundador, el pechinero José Morata, nace muy atrás. Creció y se hizo adulto en la bodega de Manuel Sánchez Viciana, junto al paso a nivel a la entrada de Huércal. Veinte años después se trasladó a la capitalina Calzada de Castro a otra prestigiosa regentada por Juan Gómez, amigo de Federico Estrella (primer dueño de La Reguladora) y a través del cual se dedicó a traer vinos de La Mancha en camiones cisternas para su distribución en Almería. Definitivamente, en 1973 José Morata alzó el vuelo hasta la calle Granada, donde junto a su esposa, Mercedes Montoya, se independizó. Tiempos difíciles, con clientela y hábitos distintos, pero logró salir adelante mientras su hijo Pepe estudiaba en el Colegio Azcona.

Aquí segundas partes no fueron malas, todo lo contrario, aunque el relevo generacional se impuso y con él un giro radical al negocio. Tanto insistió mi amigo Marcos Rubio -"de entrada te pone cacahuetes y tres aceitunas en cada plato, hasta mi nieto se ha quedado con el cante; en la segunda ocasión ya personaliza el trato y te adivina la tapa"-, resumiendo, me decidí a visitarlo. Fue entrar y venirme a la memoria que tres décadas atrás lo frecuentaba mi padre. No tengo perdón de Dios. Los buenos augurios se confirman al tiempo que el espectáculo está servido. Pepe, hijo, alma mater, se asemeja a Fernando Alonso en el interior de la barra de acá para allá; o a Paco Gento subiendo y bajando la banda de cal con un objetivo claro: que el cliente esté servido y contento. Aunque al acomodarse en el mostrador debemos armarnos de paciencia, sin prisas. Las carreras son de cobardes, salvo las que él se pega.

La cerveza en vaso helado, superior; el tinto de verano dicen los que entienden que sabe distinto y el blanco de La Mancha (Daimiel, Manzanares, Tomelloso) superior: afrutado, fresquito, suave y nada "cabezón". Me resisto a recomendar alguna tapa en especial de la docena elaboradas al instante. Deben experimentarlas usted mismo, pero sería un sinsentido no probar el queso ofrecido en mil variantes: curado, fresco, a la plancha, con anchoas y tomate, con sobrasada y atún; o la refrescante ensalada preparada por Morata padre en la cocinilla de mínimas dimensiones. Un relaciones públicas encantador; profesional autodidacta que ayer me mostraba, emocionado, su primer regalo de Reyes: el Nuevo Diccionario de la Lengua Española (Editorial Sopeña) que le obsequió un señor cuando entró de aprendiz en la bodega de Huércal de Almería. Salud.

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