El cuarto pasajero | Crítica

Otro mal viaje

Alterio, Suárez, Cortada y San Juan en una imagen del filme de Álex de la Iglesia.

Alterio, Suárez, Cortada y San Juan en una imagen del filme de Álex de la Iglesia.

El declive de Álex de la Iglesia parece directamente proporcional a su creciente ritmo de trabajo, que se traduce en casi un nuevo título por temporada. Si el primer capítulo y la presentación de la serie 30 Monedas fueron un espejismo que nos devolvía destellos del cineasta de los orígenes, este Cuarto pasajero vuelve por la senda del descontrol, el estiramiento artificial y la desmesura de tono de unos largos que ya venían anunciado un pacto con el diablo de la continuidad industrial a cambio de la desgana por sus materiales.

Ni siquiera es ya original (no hace mucho veíamos Con quién viajas) la premisa de este nuevo y fallido viaje al esperpento: cuatro personajes (San Juan, Alterio, Suárez y Cortada) encerrados en un coche en uno de esos viajes de Blablacar donde se revelan las identidades, hipocresías e intenciones camufladas, las masculinidades frágiles o el flirteo amoroso de parvulario están destinados a llegar a toda costa a ese clímax marca de la casa que lo ponga todo patas arriba previa parada en gasolineras y hoteles-bodega de film commission o ridículos encuentros con la Benemérita.

Nunca De la Iglesia y Guerricaechevarría fueron tan perezosos y previsibles en el trazado de sus criaturas, nunca un guion tan poco desarrollado en sus situaciones, nunca un viaje por las autovías de España tan arrítmico a pesar de los esfuerzos de los actores por trabajar el lado más carnavalesco de sus personajes. A su meta pirotécnica, El cuarto pasajero había dejado ya de interesarnos, no digamos ya divertirnos, muchos minutos y kilómetros atrás.