Fuego fatuo | Crítica

Bombero de mi cuerpo

Una imagen del filme de Joao Pedro Rodrigues, premiado en el SEFF 2022.

Una imagen del filme de Joao Pedro Rodrigues, premiado en el SEFF 2022.

Fantasía musical, distopía retromonárquica, romance interracial o divertimento ecoqueer, de todo eso hablan los textos promocionales que acompañan la interpretación correcta de este Fuego fatuo que nos trae a un Rodrigues acomodado a los tiempos y a las audiencias festivaleras o sectoriales alejado ya de los misterios, roces, formas e hibridaciones de sus películas más interesantes (Morrer como un homem, La última vez que vi Macau).

Lo explícito-protésico (que ni siquiera parece ya provocador) ocupa el primer plano de un filme breve y auto-reflexivo narrado desde el futuro que coquetea con la idea de una Portugal monárquica en la que los estertores de su príncipe heredero son el punto de retorno a un pasado de iniciación homoerótica que se parece a este presente pospandémico observado por el filtro de la Gran Pintura (de Caravaggio a Bacon), los calendarios fotográficos, la performance coreográfico-musical o las canciones infantiles.

El conjunto, que saca alguna sonrisa (cómplice) en su tono sarcástico contra toda autoridad, pomposidad, orden y realidad política e histórica en la Portugal (y la Europa) poscolonial, se resiente empero de su carácter fragmentario y episódico estirado hasta esa duración y ese formato mínimos que permitan entrar en los concursos y el palmarés.