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Esclavitud, cicatrices y efectismo

Will Smith en una imagen del filme de Fuqua.

Will Smith en una imagen del filme de Fuqua.

En algún lugar entre el remedo histórico de El nacimiento de una nación, Kunta Kinte, 12 años de esclavitud y El renacido, el nuevo vehículo estelar de Will Smith busca redimirlo ante los ojos del mundo que vio cómo abofeteaba a su compadre Chris Rock en la última gala de los Oscar por un banal asunto de orgullo marital.

Una película que se ancla a un personaje histórico, aquel ‘Peter Gordon’ que huyó de la esclavitud para alistarse en el ejército de Lincoln y combatir al Sur y cuya espalda repleta de cicatrices fue fotografiada en una imagen que dio la vuelta al mundo alrededor de 1863, para viajar junto a él por un apocalíptico paisaje de injusticia, fango, explotación y violencia que Antoine Fuqua filma con el mismo efectismo de siempre (Training Day, The Equalizer) y unos tonos desaturados casi hasta el blanco y negro en un ejercicio que tiene más de esteticismo para la galería que de gesto simbólico-metafórico.

Si la primera media hora es un retrato extremo, maniqueo y bastante zafio de la humillación de los blancos sureños hacia sus esclavos, el núcleo del filme no deja de ser la clásica survival movie de caza del hombre entre los pantanos, donde Smith y su perseguidor Ben Foster juegan al gato y al ratón contra los elementos o un cocodrilo gigante finalmente sometido por la fuerza sobrehumana y mística de nuestro fervoroso héroe.

A los postres, la película retoma el sendero de la lección de Historia para enrolar a nuestro runner a filas y ponerlo a combatir el mal blanco ya con el uniforme puesto, pero la mirada de Fuqua sigue siendo tan ampulosa y sus deseos de final feliz tan acuciantes que ni siquiera cuaja mínimamente esa crítica a una nueva explotación institucional de los afroamericanos en tiempos de guerra.