La última película | Crítica

Bollywood Paradiso

Una imagen de 'La última película', de Pan Nalin.

Una imagen de 'La última película', de Pan Nalin.

Sólo desde la nostalgia, el carácter de fábula y una cierta ingenuidad sentimental puede verse y disfrutarse sin demasiados reparos esta Última película de Pan Nalin (Ayurveda, Samsara, 7 diosas) que recrea la odisea de descubrimiento del poder de fascinación del cine en los ojos de un niño pobre de una aldea del Oeste de la India.

Un viaje de revelación, iniciación, juegos y travesuras de infancia marcado por esa dignidad de la miseria que rodea a nuestro infante, hijo de un paria vendedor de té que encuentra en las imágenes y sonidos de las películas de Bollywood, en el roce del celuloide en la sala de su amigo el proyeccionista local, el camino para la salida, el crecimiento y los sueños de prosperidad lejos de ese pueblo que se apaga poco a poco y donde las sesiones del cine Galaxy viven sus últimos pases antes de la llegada de los nuevos aparatos digitales.

Palin recrea su cuento cinéfilo en colores saturados y estampas líricas seudopublicitarias, principal objeción a un filme que quiere hacer del cine y su vieja materia física, lumínica y analógica el gran objeto de deseo de unos niños que, por generación (estamos en 2010), deberían estar ya viendo blockbusters en su móvil. Anclada pues en un tiempo idealizado, cándido y puro, La última película tiene más de fantasía anacrónica y homenaje almibarado que de verdadero retrato del ocaso de un arte y una época que, por supuesto, siempre fue mejor.