Las letras de Jordi | Estreno en Márgenes

Las manos que (se) hablan

Una imagen del documental 'Las letras de Jordi', disponible desde hoy en Margenes.org

Una imagen del documental 'Las letras de Jordi', disponible desde hoy en Margenes.org

Jordi tiene 51 años, nació con una parálisis cerebral que lo mantiene postrado en una silla de ruedas y le impide hablar con claridad. Con todo, se comunica con su madre o habla por teléfono en la residencia donde ahora vive. Para hacerse entender, utiliza una tabla con las letras del alfabeto, los números y los signos con los que construye palabras y frases señalándolos con el dedo.

Maider Fernández Iriarte se acerca a él desde esas manos que señalan, filmándolas de cerca en sus esforzados movimientos, que ella ha conseguido descifrar y sintetizar sin necesidad de que complete cada palabra. Se asienta así el dispositivo sobre el que este documental va construyendo poco a poco un hermoso diálogo, una amistad, quién sabe si una pequeña historia de amor, una relación entre preguntas y respuestas en la que la cineasta espera siempre paciente el tiempo necesario para completar el sentido. Bajo sus torpes gestos, aflora un Jordi sensible que ha perdido la fe y ve películas religiosas esperando una señal, un hombre autoconsciente de su enfermedad y de la carga que supone para sus padres y que aún confía en la virgen de Lourdes para recuperar su vínculo con Dios.

Y a Lourdes vamos con él, con la cámara en el sitio preciso, justo y respetuoso para esperar la revelación, para acompañarlo en su esperanza, en su trance de fe o quién sabe si en su pequeño éxtasis. Al regreso a la residencia así lo cuenta, con las palabras justas, con sus manos. El dispositivo seguirá funcionando en casa de la madre, o en la habitación de la cineasta, en una reveladora y emocionante conversación telefónica.

Variaciones sobre una misma idea de puesta en escena y paulatina ampliación del marco que sirven como puerta de acceso a un personaje que no veremos ni oiremos ya más como un ‘discapacitado’ sino como un hombre con la misma necesidad de comunicación y afecto que cualquier otro, un hombre para quien descender una ladera esquiando entre gritos de felicidad tal vez sea el más grande de los milagros.