Love life | Crítica

Segundas oportunidades

Una imagen del filme de Kôji Fukada.

Una imagen del filme de Kôji Fukada.

El éxito internacional de un filme como Drive my car parece haber reactivado el interés de los distribuidores por ese cine japonés que recoge el guante humanista, los esquemas familiares del shomin-geki y cierto tono minimalista y reposado para tratar asuntos íntimos de calado universal.

A Kôji Fukada ya lo teníamos fichado, aunque su cine (Au revoir l’eté, Harmonium, A girl missing) nunca se había estrenado en nuestro país. Lo hace ahora con esta Love life de título extraído de una canción pop que, tras su paso por Venecia, lo confirma como valor en alza de una generación que tiene a Kore-eda, Kawase o el citado Hamaguchi como principales activos en festivales de serie A.

Y lo hace con elementos relativamente cercanos a los del multipremiado filme de este último: una historia familiar de pérdida, duelo y reconciliación atravesada por el pasado de unos personajes que aflora y se manifiesta para recordarnos que toda vida es también fruto del cúmulo de experiencias y relaciones previas y que detrás de toda persona se esconden múltiples realidades que la explican.

Evitaremos aquí por cortesía el spoiler del fatídico acontecimiento que parte la película en dos para adentrarse plenamente en el melodrama. No obstante, el hachazo narrativo sitúa al filme de Fukada en esa dimensión tan japonesa de la gestión de las emociones reprimidas y en la revelación de unos secretos que proyectan el pasado en el presente y lo empujan hacia el futuro. Desavenencias familiares, incomunicación de pareja, compromisos incumplidos, reproches y culpabilidades se anudan así en un filme de deriva imprevisible y algo caprichosa, terremoto y viaje a Corea incluidos, que aspira a comprender a sus criaturas más allá de sus errores y sus decisiones, un filme de perdones y reinicios que busca salir de ese pequeño apartamento donde transcurre en buena parte para intentar seguir esos rayos de luz que se reflejan en su interior proyectados por un cd que gira en el balcón.