Mi otro Jon | Crítica

La lucha contra el cáncer no se merecía esto

Carmen Maura en una imagen del filme de Paco Arango.

Carmen Maura en una imagen del filme de Paco Arango.

No se valora lo suficiente el sacrificio que en ocasiones debe hacer el crítico para salvaguardar la dignidad del espectador y advertirle del espanto. Vemos este Mi otro Jon de Paco Arango, empresario de éxito metido a cineasta benéfico (Maktub, Los Rodríguez y el más allá), para ahorrarles a ustedes el suplicio de enfrentarse a cuerpo a uno de esos engendros que uno pensaba que ya no se producían desde los tiempos de las películas de Parchís.

Un engendro con elenco de campanillas, ahí están Carmen Maura, las veteranas María José Alfonso y María Luisa Merlo o Aitana Sánchez-Gijón haciendo de tripas corazón, al que se suman famosos como Ana Obregón o el mismísimo Mariano Rajoy, todos al servicio de una buena causa (se dice que la recaudación íntegra de la taquilla irá a parar a la lucha contra el cáncer infantil), pero también todos contra el cine y el sentido del ridículo.

La enfermedad y las horas contadas de una mujer, el cumplimiento de sus deseos postreros y los de sus estupendísimas amigas (casa de lujo, streaper y noche discotequera, nada menos) y un inopinado y experimento transcorpóreo en las carnes amaneradas y camioneras de Fernando Albizu empujan este caro juguete de niño rico a la mismísima isla canaria de La Palma en un viaje de ida y vuelta hacia la vergüenza ajena no apto para espectadores con una edad mental superior a los 6 años.

Arango sigue creyendo que cualquier ocurrencia en forma de película de dos horas (¡porque son dos horas!) es buena excusa para convertir la entrada de cine en un donativo solidario. Hubiéramos preferido darle directamente los 10 euros a cambio de nada.