Monstruo | Crítica

Las perspectivas de la verdad

Una imagen del nuevo filme de Hirokazu Kore-eda.

Una imagen del nuevo filme de Hirokazu Kore-eda.

También casi a película por año y con dos recientes salidas a Francia (La verdad) y Corea del Sur (Broker), el japonés Kore-eda sigue siendo, ahora en competencia con Hamaguchi, el principal valor exportador y festivalero del cine nipón de una década a esta parte, asiduo a la competición oficial de Cannes y ganador de la Palma de Oro en 2108 con Un asunto de familia.  

Con Monstruo regresa a casa y a sus temas predilectos, que pasan por la familia como núcleo de afectos, tensiones o simulaciones, y lo hace desde la perspectiva triple sobre un mismo relato dispuesto como rompecabezas para intentar explicar los distintos puntos de vista sobre un supuesto caso de abusos en un colegio y cómo este afecta intensamente a las vidas de la madre de la supuesta víctima, al profesor acusado y al niño solipsista y con tendencias suicidas que emprende una secreta amistad con un compañero de clase.

Un incendio y una tormenta huracanada enmarcan los tres bloques narrativos como explícitas metáforas de catarsis y reinicio de un filme al que sus sucesivas revelaciones van traicionando un poco en sus misterios y calculadas elipsis. Se diría que más que complementar las perspectivas y focos de todo relato para ponernos del otro lado, la escalada melodramática que emprende la estructura y el guion termina por explicar, rellenar y subrayar demasiado el ciclo perverso del maltrato, las dinámicas de comportamiento público de los japoneses o la siempre desvalida y frágil infancia como territorio de desconcierto, exploración y padecimiento a espaldas del mundo adulto.

A veces más efectista que efectiva, sin duda repleta de instantes poderosos, verdades dolorosas y sugerentes fugas poéticas, sobre todo gracias a la música de Ryuichi Sakamoto en la que ha sido su última banda sonora para el cine, Monstruo revela a un cineasta que cada vez prefiere más atar previamente sus películas que dejarse llevar por sus derivas internas y cadencias naturales.