Greta García. Bailarina, coreógrafa y artista circense

"La disciplina de la danza es la misma que la de un sistema penitenciario chungo"

  • La intérprete debuta en la novela con ‘Sólo quería bailar’, una narración en la que defiende el tipo de humor que le fascina, “el que te descoloca, te pone en una situación incómoda”

Greta García (Sevilla, 1992).

Greta García (Sevilla, 1992). / Juan Carlos Muñoz

"Relevé posé relevé posé. To en francés, cuando ninguna niña tiene ni pajolera idea de francés. No sé ni cómo se escriben to esas palabras que he repetío una y otra vez desde los siete años. El lenguaje del balé es una tradición oral. To siempre con tilde al final, como bagué y torre Eifé". La bailarina y artista circense Greta García debuta en la novela con Sólo quería bailar, una hilarante y desenfadada crónica de la inestabilidad mental y las devastadoras consecuencias que provoca dedicarse a la danza que llega a las librerías publicada por el sello Tránsito.

La mitad, junto a Laura Morales, de las Hermanas Gestring traslada ahora al papel esa comicidad que derrocha en los escenarios con la historia de Pili, una joven bailarina "que ha estado toda la vida oprimida, aguantando que le den caña", y que explota de la manera más inesperada: enfadada porque la Administración no le ha concedido una ayuda, decide incendiar las instalaciones de la Agencia que las ha convocado, cuyos funcionarios imagina en su delirio como marmotas que mordisquean nueces frente a las pantallas de sus ordenadores.

Una narración que se cierra con una cita de Lina Morgan y con la que García se adscribe con orgullo a la estirpe de los payasos. "Cuando me preguntó Sol [Salama, la editora] qué frase quería en la solapa lo tuve claro, quise que Lina estuviera ahí", confiesa una intérprete que se define en la nota biográfica del volumen "como payasa porque he trabajado en el circo como tal, y me he formado para ello. Hago la idiota todo lo que puedo, y lo reivindico como una forma de estar en el mundo. Eso de reírse de una misma, reírse de todo, a mí me parece necesario".

A García le interesa el humor como herramienta "para llegar a sitios más oscuros, como forma para contar todas las cosas que me remueven. Es el registro en el que me expreso de manera más natural", asegura una artista que tiene debilidad por las escenas escatológicas y los momentos alejados de la corrección, "por ese humor que te descoloca, que te pone en una situación incómoda. Cuando vas al teatro y no sabes si lo prudente es reírte. ¿Tengo que aplaudir? ¿No? ¿Qué hago? Ese desafío me encanta".

"Yo me defino como una payasa. Hago la idiota todo lo que puedo, y lo reivindico como una forma de vida"

La intérprete ha sentido una "libertad absoluta" en su salto a la narrativa, con el monólogo torrencial y punzante que ha creado para su protagonista. "Yo no estoy acostumbrada a tener una voz, en mi trabajo tengo sobre todo un cuerpo, y aquí podía volcar todos los pensamientos que circulan por mi cabeza. La novela me ha permitido tratar las cosas que odio, las cosas que me dan rabia, pero desde la ironía. Todos tenemos la cabeza llena de reflexiones sombrías, pero eso no quiere decir que seamos malas personas", defiende.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Entre esas cuentas pendientes o los viejos demonios que García precisaba explorar está la estricta formación que conlleva la danza. "En los conservatorios tú entras muy niña y te ves sometida a una disciplina férrea, como de sistema penitenciario chungo", compara la autora. "No sé si el sistema ha cambiado, pero lo que yo viví en mis carnes era un mundo que te exigía una obediencia ciega. Todo es repetición, repetición, machaque, y los profesores que vienen nuevos perpetúan lo mismo, supongo que porque el sistema no les deja mucha opción para innovar", lamenta. Su retrato del mundillo no oculta los trastornos alimenticios que produce "esa figura de bailarina perfecta" que ponen unos y otros como referencia. "Cuando [el profe] elige de protagonista a la más canija, tú quieres ser la más canija. Y cuando señala que una etapa de anorexia no le viene mal a nadie, tú decides ser la anoréxica numer uan", se lee en el libro.

"Recuerdo", añade García en persona, "que nos llevaron al Maestranza al ensayo general de una gran compañía de danza clásica, e impresionaba porque las bailarinas estaban extremadamente delgadas, y el director les gritaba desde el patio de butacas con un micrófono. A ellas se las veía agotadas, amargadas, sufriendo a ese señor que les hablaba bruscamente. Las profesoras nos decían: Qué buena experiencia, aprender de esta compañía grandísima. Pero a mí aquello me pareció terrorífico", evoca una coreógrafa convencida de que "a las bailarinas no nos conoce nadie", aunque Pina Bausch, se dice en la novela, "es ya una marca consagrá, como El Cortinglé".

Otro tema contra el que García lanza sus dardos es el de la burocracia. "Tengo amigos que están metidos en una espiral delirante por haber conseguido unas ayudas. Quieres montar un festival, o un espectáculo, porque pretendes pagar a tu equipo bien, y tienes que justificar esa ayuda a veces recurriendo a trampas porque todo responde a unas categorías estanco que no se corresponden con la realidad, porque la infraestructura es muy poco flexible", expone. "Con la burocracia te sientes una palurda, porque no entiendes unas indicaciones que a menudo están mal redactadas, y ahora se ha complicado todo con las plataformas digitales, para las que debes tener la última versión del navegador tal... Perdón, pero las ayudas están para ayudar, no para hacerte la vida más difícil".

Sólo quería bailar está escrita con una expresividad impropia de una debutante, un colorido al que ayuda que García haya elegido mostrar el habla andaluza en todo su esplendor. "Si la protagonista es sevillana, tendrá que hablar con sus palabras, ¿no? El mundo sería mucho más aburrido sin las peculiaridades de cada uno. Ahora hay cierto movimiento que reivindica los acentos diferentes, aunque la glotofobia, como señalaba hace poco un artículo de Sabina Urraca, sigue estando ahí. Las autoras hispanoamericanas, voces como las de Brenda Navarro o Fernanda Melchor, están tirando de la oralidad y despliegan voces tan potentes que te arrastran".

Aunque García está esperanzada con su nueva vida como escritora, no ha frenado sus compromisos con las artes escénicas. Prepara un proyecto europeo con Truca Circus y la Orquesta Filarmónica Portuguesa, una versión del Don Quixote de Richard Strauss "que voy a codirigir con Lolo Fernández y en el que voy a interpretar, nada menos, que al Quijote". Y las Hermanas Gestring traerán el 12 y 13 de mayo al Central de Sevilla su nueva propuesta, que han estrenado en los Teatros del Canal de Madrid, Hacer amor. La sinopsis promete: "Todo está gris en vuestras almas. No hay cariño entre las personas, no hay cuidado hacia el Planeta. Hay que hacer amor". Ellas pondrán también otro ingrediente que les gusta: el humor.

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