Santander, 1936 | Crítica

Ambas nobles juventudes

  • La nueva novela de Álvaro Pombo vuelve al familiar territorio de Santander para trazar un completo retrato de la ciudad en los años de la República y el inicio de la Guerra Civil

Álvaro Pombo (Santander, 1939).

Álvaro Pombo (Santander, 1939).

El vasto linaje de los Pombo, descendientes de un industrial harinero, nacido en un pequeño pueblo de Palencia, que se estableció en Santander hacia el primer tercio del siglo XIX e hizo fortuna gracias al comercio a través del único puerto de Castilla, ha dado muchos nombres señeros, en particular durante el periodo de la monarquía alfonsina al que la ciudad, destino de los primeros veraneantes y de la corte que acompañaba a la familia real en la estación de los baños de ola, asocia todavía hoy su edad de oro. A esa estirpe pertenece uno de los escritores que mejor ha recreado aquel tiempo, Álvaro Pombo, que ha contado muchas veces lo que su vis narrativa debe a la infancia y primera adolescencia santanderinas, a las historias que escuchó de pequeño y han sido reelaboradas en sus ficciones con "el lujo de detalles de las fábulas –dice el narrador de uno de sus grandes relatos familiares, Tío Eduardo– y la rotunda precisión de las mentiras". En su nueva novela, el veterano fabulador vuelve a fijar la mirada en esa especie de tardía belle époque –ya problemática o declinante en los años de la República y del todo desaparecida tras el brutal corte de la Guerra Civil– que aquí se describe en los momentos finales, antes de que sobre el país se abatiera la pesada losa del franquismo.

Fiel a sus intereses, Pombo vuelve a explorar los años de iniciación a la edad adulta

En Santander, 1936, el viejo interés de Pombo por explorar los años de iniciación a la edad adulta se encarna en la figura de su tío y casi homónimo Álvaro Pombo Caller, hijo del hermano de su padre, Cayo Pombo Ybarra, un liberal descreído, republicano y simpatizante del partido de Azaña, y de una mujer de inquietudes artísticas e ideas avanzadas, la celebérrima Ana Caller Donesteve, más conocida como Ana de Pombo, que ha abandonado a su familia para llevar una exitosa vida en París. En el tiempo de la novela, ese tío es un joven retornado de la capital de Francia que vuelve a Santander para reencontrarse con su padre, que del mismo modo que el hijo vive la separación del matrimonio como una "herida abierta". Fruto de cierta insatisfacción y de un vago idealismo, el todavía adolescente, tímido, melancólico, "reviejo a los diecisete", se afilia a Falange Española de la mano de su amigo y camarada Rafael Mazarrasa, que augura "tiempos heroicos" en los que los vástagos de las familias del Muelle tendrán ocasión de probar su valor. Aunque consecuente con su decisión, Álvaro no deja de albergar dudas ni de querer a otros amigos como el Tote, ahora militante socialista, pero desde la Revolución de Asturias se ve que el enfrentamiento entre las clases es inevitable.

El narrador analiza lo que la Falange de anteguerra tenía de "nueva religión política"

Sin obviar el trasfondo ideológico, lo que la Falange de anteguerra tenía de "movimiento espiritual" y de "orden militar", de minoritaria "hermandad" y de "nueva religión política", el narrador insiste en señalar ese componente de clase como clave en la consolidación de la dialéctica amigo-enemigo, que hace imposible el entendimiento. En un principio, el brillo estival de la monarquía ha dado paso a una "elegancia intelectual" asociada a la Universidad Internacional de Verano, por la que pasan los mayores ingenios de la época, pero la atmósfera de inicial optimismo se ha ido envenenando y los discursos son cada vez más exaltados y violentos. Padre e hijo, pese a las diferencias, mantienen una relación cordial y frecuentes conversaciones, en la casa donde el servicio doméstico es parte de la familia. Además de viejos conocidos como el tío abuelo del novelista, Gabriel María, brillante, vividor y acomodaticio, comparecen personajes reales como el mismo Azaña o José Antonio Primo de Rivera, de visita en Santander, el líder provincial y futuro heredero del segundo, Manuel Hedilla, el periodista Luciano Malumbres y su mujer Matilde Zapata, la escritora Concha Espina o el comisario Manuel Neila. Desde antes de la sublevación, el Alfonso Pérez, un antiguo carguero de vapor reconvertido en barco-prisión, fondea en el Pozo de los Mártires como un signo premonitorio. En diciembre del 36, tienen lugar el criminal bombardeo de la Legión Cóndor sobre la ciudad y las criminales represalias asociadas, ocho meses antes de la entrada de los nacionales.

La novela contrapone el interior y el exterior desde una perspectiva psicológica

Por momentos cercana a la crónica, aunque como de costumbre volcada en la psicología de los personajes, desde una contraposición, típicamente pombiana, entre el interior y el exterior de sus mundos respectivos, la novela incluye las cartas que Álvaro cruza con sus padres o las también habituales digresiones e interpolaciones del narrador, algunas un tanto forzadas, como las referidas a Lorca. Lo mejor, a nuestro juicio, radica en la voluntad de comprensión desde dentro y desde el ahora, "a tanta distancia". El retrato del joven falangista, al que Pombo no pudo conocer, es perfectamente verosímil, aunque sin duda está movido por una suerte de piedad retrospectiva que acaso lo muestra favorecido, como un muchacho ingenuo de los muchos que en cualquiera de los dos bandos –"ambas nobles juventudes", leemos, porque todos creían hacer lo que debían– se dejaron arrastrar por los ensueños de redención y las ardorosas proclamas, cuando no tenían por edad más que una idea imprecisa de la vida.

El barco-prisión 'Alfonso Pérez', luego llamado 'Cantabria'. El barco-prisión 'Alfonso Pérez', luego llamado 'Cantabria'.

El barco-prisión 'Alfonso Pérez', luego llamado 'Cantabria'.

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