Unico grande amore

Fútbol a la carbonara

  • El deporte es la feliz excusa de Toni Padilla para viajar y escribir sobre la Italia que tanto ama el detalle. Su libro es una suerte de 'Grand Tour' personal que gustará a futboleros y no futboleros

El periodista y escritor Toni Padilla.

El periodista y escritor Toni Padilla. / D. S.

¿Fútbol a la carbonara? Pues sí, porque en la carbonara todo se mezcla entre sus ingredientes. Es lo que se hace en este libro, donde se habla de literatura viajera, historia, política, gastronomía y… ¡fútbol! Toni Padilla Montoliú (Sabadell, 1977) ejerce de periodista deportivo en Ara y otros foros y es tal vez, como dice de él un amigo, un "italiano mancato". Dícese de aquel que quiere ser italiano y no lo consigue.

Las revistas Panenka y Líbero, Jot Down Sport, los libros de fútbol de Altamarea o los Hooligans Ilustrados de Libros del K.O. gustan al futbolero cultivado, caso de Toni Padilla. Una impertinencia, ¿va de sobrado como aficionado culto? "No voy de sobrado. Quien sí va de sobrado sería la persona culta que menosprecia el fútbol y lo ignora sólo porque hay millones de personas a las que le gusta. Es el querer estar por encima de los otros, el desprecio a las clases populares. Ignorar el poder del fútbol es estar ciego. No puedes contar la realidad de una ciudad, como Nápoles, sin hablar de fútbol".

Unico grande amore permite conocer Italia de norte a sur (el título alude al himno de la Roma compuesto por Antonello Vendetti). De ahí esta especie de Grand Tour a las balompédicas maneras. ¿Es el fútbol la excusa? "Sí. Es un libro muy personal. No está escrito en primera persona. La figura que he creado para contar el viaje, el viajero, puedo ser yo y puede ser el lector que se mete en sus zapatos. Los capítulos no difieren mucho de cómo he visitado las ciudades: llegar, tomar un café, leer una historia en un libro, tomar un vaso de vino y preguntar al camarero por los años buenos del equipo local".

Hay una frase incontestable en la Italia que ama el fútbol (el llamado calcio, de origen florentino): "Il Calcio non si discute. Si ama". El autor asiente. "Cuesta mucho encontrar frases que sean cien por cien ciertas. Convierte el fútbol italiano en dogma de fe, en un amor irracional, en una forma de vivir. Quizá la frase debería ser "las historias del calcio no se discuten, se aman", pues es increíble la capacidad italiana para crear historias que parecen teatro, cine o arte".

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

El lector halla aquí cientos de historias y anécdotas. Aquí van unas cuantas. El Parma y la ópera de Verdi. La vez en la que en el estadio del Chievo los burros volaron de verdad. El Torino, con su drama del Superga y su regusto a Cinzano. El Bolonia de Pasolini, Raffaella Carrà y Lucio Dalla. El Lecce y su repudio a los traidores (incluido Antonio Conte, su hijo predilecto). El Piacenza o el equipo materno de Italia. El jugador número 12 del Crotone que actúa en la sombra: la mafia calabresa. El Cagliari o la primera gran victoria de la Italia del sur frente al norte (antes que el Nápoles). La Juventus, esa hija de la FIAT y de la saga del poder y la tragedia: los Agnelli. El Genoa, equipo decano de Italia, y la historia verídica de los maletines llenos de billetes. El Inter y la familia Moratti versus el Milan de Il cavaliere. El Palermo que reza al grafiti de Santa Rosalía. El trauma de la Fiorentina por no estar a la altura de la estética y de la historia de su ciudad. Eso del "¡Vesuvio, lávalos con fuego!" de los ultras del Verona a los del Nápoles y, como réplica a la ciudad de Romeo y Julieta, la pancarta napolitana: "Julieta es una puta!". Si será por historias… Evoca Padilla: "¿Cómo no emocionarse cuando un sardo veterano te cuenta lo que se vivió en Cerdeña cuando ganaron la liga [1970], con incluso bandoleros buscados por la justicia que intentaban ver el partido decisivo al lado mismo de la policía?"

Unico grande amore, pues, no es sólo fútbol. Si a las ciudades se las conoce por sus camposantos, las plazas de abasto o por la forma de andar de la gente (Walter Benjamin), los equipos de fútbol añaden su toque antropológico. ¿Existe un concepto de italianidad que haya percibido el autor? "La italianidad, como dice Enric González en el prólogo, quizá sería la fijación por el detalle. Es esa capacidad por cuidar los detalles, por estar obsesionados por algo que pueda parecer poco importante para los otros. Cuando Italia se unificó descubrieron que todos eran italianos, pero no había casi nada de una italianidad común (la lengua no deja de ser el florentino). Sólo había esa pasión por los detalles".

En Italia, donde nada es igual de un sitio a otro, sí hay un rasgo común. Los clubes de fútbol (algunos históricos) quiebran, desaparecen, cambian de nombre y se refundan continuamente (el Messina lo hizo once veces). En España esto no pasa. ¿Por qué aquí no y allí sí? "Buena pregunta. Esto habla peor de nosotros. El uso político del deporte en España hizo que incluso el año que parecía que Celta de Vigo y Sevilla FC se irían a Segunda por irregularidades, al final nada ocurrió. Las bancarrotas en equipos españoles son pocas (Málaga, Logroñés, Salamanca…). En Italia, cada verano tienes tres casos parecidos. La justicia italiana funciona mejor que la española".

En España seguimos con el caso del ex árbitro Negreira y los pagos del Barça. Pero parece que le faltara algo de italianismo hiperbólico (ejemplo: caso Luciano Moggi, cuando la Juve descendió a los abismos en 2006 por trampas y arterías). "Al caso Negreira le falta más teatralidad. Veo difícil que aparezcan pruebas que demuestren que esos pagos tenían como fin ayudas en el terreno de juego. Me da que se trata más de trapicheos entre directivos y Negreira para llenarse los bolsillos. En el caso Moggi sí hubo pruebas (llamadas, documentos, visitas a vestuarios). En Italia hacen las cosas a lo grande, para lo bueno y lo malo. Si toca pecar, que sea a lo grande".

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