Chistes sin ningún humor
Descomposición total de un equipo que se gana un lavado de cara radical en invierno si quiere salvarse Carrillo traicionó el estilo que les había mejorado tímidamente las últimas jornadas
De aquí a poco, los chistes en vez de versar sobre ciudadanos de Lepe, van a hablar de la Unión Deportiva Almería. La diferencia, importante, es que los leperos tienen gracia, mientras que los que se cuentan en el Estadio de los Juegos Mediterráneos son de muy mal gusto. Vamos, que dan ganas de llorar. O de silbar, que el equipo ya se lo ha ganado después del magnífico comportamiento que está teniendo la grada en una temporada que bien se podía definir incluso como desgradable, usando palabras de Alfonso García de la pasada semana.
"¿Por qué los jugadores del Almería...?". Así comenzarán los chistes que dentro de poco se cuenten en las escuelas. O en las cárceles, porque hay que ser crueles para contar chistes sin humor a jóvenes que todavía tienen ilusión por el balompié y por el equipo de su ciudad. Bueno, puestos a enunciar, terminemos la pregunta. ¿Por qué los jugadores del Almería hacen tantas faltas al borde del área cuando acaban de marcarles tres consecutivas? ¿Por qué las faltas propias no van ni entre los tres palos si supuestamente hay tanta calidad en la plantilla? ¿Por qué el míster coloca en el centro del campo, en la posición que un día ocupó Corona, a uno de los jugadores técnicamente menos dotados? Y luego están las adivinanzas. ¿Adivina adivinanza, por qué los delanteros del Almería fallan goles a puerta vacía y los rivales le marcan la primera que tienen? La respuesta fácil es echarle la culpa a la mala racha, la ansiedad, la desconfianza y otros tantos factores a los que recurren los conjuntos que están en la zona baja. Pero el Huesca tenía los mismos síntomas y sólo con hacer las cosas con orden, le valió.
El Almería ayer superó una de esas líneas rojas que son realmente peligrosas. Dio un paso atrás tan inesperado, que hace saltar por los aires cualquier atisbo de reacción. Si bien es cierto que con criterio Carrillo había mejorado al equipo en jornadas precedentes, ayer tuvo un ataque de entrenador que echó todo por la borda. Y lo hizo en el peor momento: cuando habían encontrado un patrón de juego que servía y después de pedirle a la afición otro voto de confianza. Normal los pitos del final, a los que Alfonso García dijo que se uniría si no estuviera en el palco.
El experimento de Jonathan en la zona de creación fue subrrealista. No sólo no dio ni un pase a derechas, sino que ni tan siquiera llegó al área. Por la derecha por lo menos corre y hace temer al lateral, aunque los centros luego acaben donde acaben. Por contra, dos que sí tenían calidad para llevar el balón del centro a la delantera, como son Pozo e Iván, estaban recluidos en la banda sin nadie con quien asociarse.
Pese a ser un equipo sin brújula, la vulgaridad del rival provocó que el Almería pudiera adelantarse pero Chuli volvió a fallar lo infallable. Sin portero, aunque un poco escorado, fuera. Increíble pero cierto, tan increíble como la nueva falta hecha al borde del área de Julián y como el propio lanzamiento de la misma. No entró por la escuadra, el meta también ayudó, pero sí estuvo muy bien pegada. Para llorar. Es la diferencia: el equipo que sabe que es chico lo tiene asimilado y saca el máximo provecho a sus humildes armas. El Almería, por contra, quiso jugar a lo que no era, algo que en la época de Carrillo no se había hecho.
El Huesca olió sangre y abrió la herida por el lado de Jonathan. El centro del campo era suyo y el balón se movía como quería Mérida. Tras la falta, bastó otra jugada del fútbol de toda la vida, centro al área, para que los visitantes ganaran el primer y el segundo remate y provocar que el Mediterráneo se llenara de pañuelos.
En la segunda parte el Almería mejoró cuando Eldin, Pozo, Iván Sánchez, Puertas y hasta Quique, fíjense si había futbolistas para ese hueco, se dejaban caer por el puesto que había dejado Jonathan al descanso. Los rojiblancos eran un manojo de nervios y aunque acortaron distancias, el Huesca dio otra lección de lo que también es fútbol: siete calambres para no jugar ni un minuto. Que el Huesca te dé lecciones...
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