Aquella soleada mañana del 19 de mayo de 2007 los almerienses despertaron con mariposas en el estómago. La provincia llevaba 28 años sin contemplar un ascenso a Primera (desde que en 1979 lo consiguiera la extinta AD Almería) y las ganas por vivir esa sensación se palpaban en el ambiente de la ciudad.

Los aficionados, y no tanto, que disfrutaron aquella jornada en el Estadio seguramente la recuerden en su memoria con profusión de detalles por la descomunal alegría desbordada, igual que si se tratase de su propia boda o del nacimiento de un hijo.

El capitán Ortiz (autor del 1-1 aquel día), entrevistado con la mítica camiseta de la AD Almería

Deportivamente estaba a punto de culminarse un sueño colectivo y la gran ambición de Alfonso García, un empresario hortofrutícola que cuatro años atrás había tomado las riendas del club comprándole el paquete mayoritario de acciones a Guillermo Blanes con la clara intención de llevarlo a la élite.

Por entonces quien suscribe hacía el inalámbrico de Carrusel Deportivo y tuvo el privilegio de vivirlo en primera persona, a pie de campo. Por contextualizar, el equipo venía de perder su primera oportunidad de ascenso al caer en el feudo del Lorca y, a falta de cinco jornadas para el término de la competición, una victoria ante la SD Ponferradina, el rival ese día, significaba la consecución matemática de la meta.

Francisco envuelto en una bandera rojiblanca.

La riada de aficionados que se había desplazado una semana antes a la vecina localidad murciana regresando con el sinsabor de la derrota tenía esta vez ganas de festejar por todo lo alto, y el equipo también. Era el día D, pero el conjunto berciano, que se jugaba el descenso de categoría, no fue un convidado de piedra.

Y la primera dolió en la frente. Apenas se había disputado el primer minuto del partido cuando Rubén Vega adelantaba al equipo entrenado por Tartilán y provocaba que un escalofrío recorriese un abarrotado estadio de los Juegos Mediterráneos. No era la primera vez ese curso que había que remar contracorriente.

Kalu Uche (hizo el 2-1), rodeado de seguidores rojiblancos que no pudieron resistirse a la invasión de campo

Sin ir más lejos Unai Emery, el gran artífice de aquel equipo de autor, estuvo en la cuerda floja al no lograr la victoria hasta la cuarta jornada de la competición. A esas alturas el Almería era ya una máquina bien engrasada y no hubo que esperar al descanso para que Ortiz Bernal y Kalu Uche le dieran la vuelta al marcador. Corona, en el 90’, le ponía la guinda al pastel y desataba el estallido de júbilo, con invasión de campo incluida.

Hubo merecido manteo a Emery, guiño de Ortiz a la AD enfundándose la camiseta que Juan Rojas había vestido en el anterior ascenso y mítico discurso de Uche subido al autobús a la altura de la Plaza de las Velas. Un río de gente colapsó las calles del centro de la ciudad, una imagen insólita en estos tiempos de pandemia y obligado distanciamiento físico que ojalá muy pronto pudiera volver a repetirse.

Domingo Cisma en el descanso del duelo ante los bercianos