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LA CONSULTA DEL ESPECIALISTA
Almería/Cuando acaba la mala suerte, comienza la aventura. Esa es la frase que mejor puede definir el periplo hacia mi maratón número 22, Chicago 2023. El estrés comenzó al intentar llegar al aeropuerto una tarde de miércoles cualquiera. Un accidente (un camión había ardido horas antes) colapsó como casi cualquier día, la sufrida autovía, sin que nadie haga nada. Colas kilométricas que hacen que casi perdiéramos el vuelo. Con el corazón en la boca llegamos por los pelos.
Sentados tranquilamente en el avión, a punto de entrar en pista para despegar, la rueda del avión que no gira correctamente y nos desembarcan, con equipajes incluidos. Mala pinta. El personal del aeropuerto, desorganizado, sobrepasado por las circunstancias y hasta cierto punto diría que pasota, ni arreglaron el avión, ni concertaron un autobús para irnos esa noche, ni tampoco fructificó la gestión de taxis. Una ruina tercermundista para el dineral que cuestan los billetes. Nadie hace nada.
Regresamos a casa, cogí mi coche y condujimos toda la noche para llegar a tiempo al vuelo de Chicago. ¿Será una señal para que no viajemos? Uno ya empieza a ponerse paranoico al ver tantos palos en la rueda. Somos maratonianos, con la cabeza dura como el pedernal, así que seguimos adelante hasta que el piloto del vuelo hacia Chicago anuncia que no podemos despegar porque hay una rueda pinchada. "La madre que me p… Estamos gafados", pienso y afirmo.
Sin embargo, esta vez se resuelve de forma satisfactoria y salimos hacia la ciudad del viento. Mi mujer Ana correrá su sexta maratón. Es la que menos ha entrenado por diferentes problemas físicos: una fractura en un dedo del pie y una lesión del menisco le han dejado en el dique seco. Suerte que gracias al tiempo y al plasma rico en factores de crecimiento pudimos arreglar ambos problemas. Esta maratón será una prueba de fuego para el objetivo del año, que no es otro que La Desértica.
Chicago es una ciudad espectacular. La arquitectura, la limpieza de sus calles y su ambiente la hacen muy agradable de visitar. Hace fresco. Dejamos España con 30 grados y Chicago nos recibe con 8, la temperatura ideal para correr. El viaje, como siempre, con Marathinez, la empresa de Luis Hita, especializada en viajes deportivos, que gestiona de forma muy profesional un viaje de esta envergadura. Alrededor de 50 corredores españoles formamos el grupo. De Almería, Emilio Baeza amigo y corredor de Los Espartanos del Alquián, viaja con nosotros.
Los días previos los dedicamos a hacer turismo y correr por la ciudad. Parece un contrasentido correr los días previos a una maratón, pero después de un viaje tan largo hay que activar la circulación, los tendones, los músculos y el corazón para que no se olviden de correr. Decidimos salir a correr por la zona de la salida de la maratón, Millenium Park donde cientos de corredores de todo el mundo han tenido la misma idea y cruzamos por toda la ciudad con grupos de personas de otras nacionalidades. El ambiente de una maratón como ésta es muy diferente a todas. Chicago, junto con Nueva York, Boston, Berlín, Londres y Tokio componen las World Marathon Majors, las maratones más importantes del mundo.
El viernes nos acercamos a la feria del corredor a recoger el dorsal. El ambiente es brutal y ahí ya hay un runrún acerca de la posibilidad de que se bata el récord del mundo. Kelvin Kiptum, un keniata de 23 años, viene con la escopeta cargada y muy buenas sensaciones para darle un bocado al récord. Ya veremos.
Lo que hacemos la noche de antes es preparar todo lo que nos vamos a llevar para la carrera. Nos levantamos a las 5:30 de la mañana y a esa hora es fácil que algo se pase por alto así que lo dejamos listo. Cuando cojo mi pulsómetro de la mesita de noche, me doy cuenta que está apagado. Es una de mis peores pesadillas antes de una carrera; ésa y olvidarme las zapatillas en casa. Intento reanimarlo, veo un par de tutoriales de Youtube, pero nada. Ha muerto. Pues a correr por sensaciones como dice mi admirado Rodrigo Borrego: "Entrena con dispositivos para competir sin ellos". No me queda otra.
Cada uno va a su zona de salida; se llama corral. Yo estoy en el B y Ana en el H. Va en función del tiempo previsto para acabar. Ana tiene miedo de no poder acabar. Está claro que no ha entrenado lo suficiente pero la suerte está echada y seguro que lo hará bien. Intento convencerla así antes de despedirnos. No cabe un alfiler dentro de cada corral. Hace fresco, pero al estar los corredores juntos, el calor humano hace que sobren los jerséis y los pantalones largos.
Son las 7:30 de la mañana y todo el mundo está preparado para buscar esa magia, esa sensación de paz y bienestar con uno mismo tras cruzar la línea de meta de una maratón. Suena el himno de Estados Unidos y todo el bullicio se transforma en silencio y respeto. Pam y salimos disparados.
La fría mañana se va tornando en cálida conforme los kilómetros caen uno tras otro como las fichas de dominó. Noto la respiración bien, el paso firme y continuo y las ganas de correr intactas. Definitivamente no necesito pulsómetro. Las avenidas amplias de Chicago y sus alrededores invitan a correr. El público es ruidoso y anima sin parar lo que ayuda en perjuicio de tus tímpanos. Una maratón tiene muchas fases: los primeros kilómetros que son los de la ilusión, los de las calles más amplias y mucha gente.
Los kilómetros centrales son los más aburridos. Te sacan fuera de la ciudad y sólo ves pasar uno tras otro recibiendo señales de tu cuerpo en forma de fatiga o molestias (en mi caso voy bien). A partir de la media maratón empieza la carrera. He tardado 1 hora y 41 minutos, un pelín más lento de lo que querría, pero no está mal. Cada kilómetro que superas es oro, más cerca del final, de reencontrarte con tu yo de los entrenos, del sufrimiento, de la maratón.
Puentes, avenidas, el barrio Mejicano, Chinatown, pasamos por todos los suburbios de la ciudad y todo es absolutamente mágico. En el kilómetro 28 hay un alboroto especial y la gente aplaude eufórica. Al principio no entiendo bien lo que pasa hasta que logro escuchar lo que dice un speaker con un altavoz: "Kelvin Kiptum ha batido el récord del mundo. Dos horas 38 segundos".
"Madre de Dios", pienso para mis adentros y me alegro mucho por él. En deporte nadie regala nada. Eres lo que entrenas y la magia está al lado de lo que evitas o no te gusta. Si lo haces, la magia será tuya. Esto se acaba Antonio, último kilómetro. ¡Qué pena; con lo que estaba disfrutando! Cruzo la meta en 3 horas 22 minutos. Curiosamente, 1 hora 41 minutos la primera media y 1 hora 41 minutos la segunda media maratón. Increíble. Justo al acabar compruebo mi teléfono y con la aplicación de la carrera veo que Ana va genial. Le queda un poco, pero lo consigue seguro, cosa que hizo. La siguiente parada es La Desértica. Seguro que habrá crónica y de las épicas.
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