la consulta del especialista

Maratón de Valencia 2017

  • Llana, fresca, cerca, bonita ciudad y llegada en un entorno increíble

El año 2017 está presto a extinguirse, pero aún quedaba el último reto deportivo del año, la Maratón de Valencia. Tras la de Roma y el Ironman de Frankfurt, Valencia era la guinda, sobre todo porque el año pasado no pude hacerla al romperme el bíceps femoral de la pierna izquierda. Fue mi primera lesión que me ha impedido participar en una prueba. Tenía esa espina clavada y estaba dispuesto a sacarla. No sé muy bien el motivo, el caso es que mi cuerpo rinde mucho más los primeros 6 meses del año que los últimos, por eso he entrenado con cierto "miedo a lesionarme" preparando esta maratón, aunque he estado siguiendo los entrenos de mi "Mister Ilde Román" y fortaleciendo muscularmente con Lorenzo García en Suma Ejido. Los deberes estaban hechos y con buena nota, sólo queda hacer el examen por las calles de Valencia.

Como en Roma, Emilio Baeza y Javier Alonso se unieron a mi aventura; también iba a estrenarse en los 42km como prueba, a pesar de haber disputado once ironman (3,8 km-180 km-42 km), que se dice pronto. Valencia es la maratón que a todo el mundo le gustaría correr. Llana y asequible para los corredores, fresquito sin ser frío, cerca, bonita ciudad, la llegada en un entorno increíble con La Ciudad de las Artes y Ciencias y con un ambiente extraordinario. Nada podría fallar.

Suena el despertador a las 6:30

He contado todas las horas de la noche. A los nervios lógicos se han unido un tablao flamenco en el hall del hotel y la música demasiado alta de los vecinos de tabique. Ruina. Preparo mi dosis matutina de avena y cereales que traigo en un tupper (soy muy maniático en eso) y subo a la habitación de Javi e Ilde a desayunar. Mientras damos cuenta de los carbohidratos, visualizamos un video de Youtube de triatlón, Norseman donde Ilde va a participar el año que viene, y así de paso nos vamos motivando. Los pelos como escarpias.

Comienza el ritual. Esparadrapo, vaselina, geles, ropa, gafas, pulsómetro, 20 euros para el taxi en caso de lesión. Lo he repetido 10 veces en otras tantas maratones pero siempre tengo la sensación de olvidar algo.

La mañana es fresca. En el hall del hotel nos hacemos fotos con corredores de otros países. Caminamos hacia los cajones de salida, que queda a un kilómetro. Vamos gastando bromas a Javi: "no vayas a llorar otra vez….como en Roma" le dijo Emilio. Javi sonríe y se toca la cadera que le operamos meses atrás, como si fuera un signo de buen augurio. Él corre más despacio por lo que es el primero en quedarse en su cajón. Un abrazo y las emociones a flor de piel. Nosotros tres a lo nuestro.

8:36. Salida

La marabunta de corredores se despereza y se pone en marcha. Suena Nino Bravo por los altavoces: "Libre, como el sol cuando amanece yo soy libre, como el mar……". Si se pudiera medir la adrenalina en el ambiente…..

Comenzamos a poner un ritmo más o menos definido, pero en el kilómetro 2, la vejiga de Emilio le dice que hasta aquí y se detiene. Seguimos Ilde y yo, ya nos alcanzará.

Kilómetro 5. Vamos clavando los parciales. El objetivo inicial era intentar acercarnos a 3 horas 30 minutos. De momento vamos a 5 min por kilómetro. Ilde mucho más rápido que yo, decide correr a mi lado, lo noto. Cada beep del pulsómetro hace que emita un aullido de satisfacción al ver que vamos unos segundos por delante del tiempo. En cada avituallamiento líquido, se adelanta, agarra una botella y me la acerca. Sin palabras.

El ambiente es frío. Nos movemos por la Universidad de Valencia y la ciudad se despereza. Los kilómetros caen, uno tras otro, como las aceitunas en noviembre. Italianos a decenas, holandeses, belgas, muchos extranjeros han elegido la ciudad del Turia para emular a Filípides.

¡¡Olé por esos Espartanos!! Escuchamos a lo lejos. Nos giramos y Emilio nos ha dado alcance, por fin. Han sido muchos kilómetros por detrás y el esfuerzo que ha tenido que hacer no es poca cosa. Qué alegría. Volvemos a estar juntos.

Nos acercamos a la media y espero con ansia el tiempo que marca el reloj: 1 hora 46 minutos. Es mi mejor marca en maratón a estas alturas de la carrera. Ilde sonríe y nos damos una palmada. Objetivo cumplido, por ahora.

Damos cuenta de geles y bebidas isotónicas, intentando reponer lo perdido.

Qué gusto da correr cuando te encuentras bien, cuando la carretera se abre para ti, cuando no tienes molestias, cuando notas cómo trabajan tus músculos y articulaciones como un mecanismo bien engrasado. Por sensaciones como ésta es por lo que amo correr.

No todo va bien

Ilde se queda un poco retrasado. Me doy cuenta cuando he tomado mi segundo gel en el kilómetro 25.

-Me he notado un pequeño bajón -me comenta. Yo también -le respondo.

-Tira tú Ilde. Este ritmo más lento te está matando -comenta Emilio. Es verdad -afirmo yo. Dale Ilde, ya me has ayudado demasiado.

Él asiente y aviva el ritmo. Como el barco que se aleja de la orilla, se va alejando poco a poco. Sin embargo, a unos centenares de metros le doy alcance. No lleva buena cara, no. No voy Antonio, no voy.

-Vamos Ilde, pégate -le digo pero veo que baja el ritmo de forma progresiva y se pierde entre la multitud.

Emilio tampoco va bien y se queda rezagado.

Paso por el kilómetro 30 y noto que no tengo la frescura de hace un rato. Los isquios están cargados y el gemelo derecho también me envía señales de ligera contractura. Tomo mi último gel. Hoy toca sufrir. Voy pasando kilómetros, perdiendo segundos como al que se le caen las monedas hasta que logro controlar la sangría y me estabilizo a 5:45 por kilómetro. Las calles están abarrotadas y los gritos son ensordecedores. En algún punto hasta se estrechan tanto que casi no cabemos.

Comienzo a ver el final. Veo la famosa cúpula de la Ciudad de las Artes y me da tal subidón que ya no noto el dolor.

Los últimos 500 metros sobre un pasillo de lona azul, rodeado de esa maravilla de la arquitectura, con centenares de personas aplaudiendo es de lo más emocionante que recuerdo.

Soy finisher de mi undécima maratón, Valencia 2017.

Si te gusta correr, Valencia es tu maratón. Tokio 2018 me espera.

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