El Palio mece a la imagen de la Virgen María Santísima
La mayoría de las parihuelas de virgen están compuestas por innumerables elementos artísticos y detalles que pasan desapercibidos
El paso de palio, la morada soñada de muchos cofrades, ese altar andante e itinerante que guarda cual rosario plateado muchas cuentas que voy a detallar. En la Semana Santa se puede contemplar hasta 14 pasos de palio, con la última inclusión el año pasado del Rosario del Mar, dolorosa que había procesionado sin él y que a buen seguro ensalzará su belleza dentro del conjunto procesional.
Los hay de distintas formas y colores según el corte de la Hermandad y al par de nuestra Semana Santa han evolucionado la estética de los mismos. Con una arquitectura vistosa y alegre, despidiendo sonidos únicos e inconfundibles al pasar, como el tintineo de las bambalinas y el sonido seco de una levantá fuerte y al cielo, el roce suave del fleco de bellota con los finos y repujados varales y aromas, muchos aromas que dejan rastro cuando el palio se aleja y se pierde en la nebulosa del incienso.
Como ven he nombrado bambalina, fleco de bellota y varales, elementos indispensables para que un paso de palio lo sea. Hay palios con diez varales, como la Paz de la Hermandad de la Borriquita, la mayoría tienen doce y son donde se asienta el techo del mismo rematado a cada uno de sus lados con las bambalinas, esas caídas, en unos casos bordados con ricos hilos de plata y oro y en otros casos de fino terciopelo. La gloria del palio puede ser pintada o bordada, como la estrenada por Desamparados el pasado año por María Luisa Pérez Romera.
Como todo altar tiene su mesa y en ella se posan los candelabros que alumbran a María Santísima, según el diseño varía el número de ellos y la colocación, aquí el gusto de la priostía manda, y si de candelabros hablamos, los llamados de cola con su grácil movimiento encuadran la trasera del paso enlazándose entre los últimos varales.
Para elevarla al cielo una peana, para estar si cabe más cerca del altísimo, para perfumarla jarras de flores, rosas, claveles, azahar y para acariciarla y guardarla, el manto, que según las dimensiones y proporciones adecuadas puede llegar hasta los cinco metros de largo. En Almería seis dolorosas lo hacen con manto bordado. Por nombrar algunos, los Dolores del Entierro luce un manto que perteneció a la Virgen de la Paloma de Málaga, Nuestra Señora de los Dolores de la Hermandad de la Soledad luce el antiquísimo manto donado por los Señores de Barbarín en 1835 y la Virgen de la Merced procesiona con el bordado en el Taller de Sucesores de Esperanza Elena Caro en Sevilla, 1997.
Los respiraderos, bordados en maya o cincelados en orfebrería, repujados de plata y alpaca sobredorada y adornados con motivos de la pasión o alegóricos a la Virgen Santísima.
Se han detallado las piezas indispensables de las que se compone un paso de palio, pero he dejado para el último lugar a María Santísima, pieza indispensable de este altar itinerante, ya sea Estrella, Primer Dolor, Unidad, Merced o Soledad, distintas advocaciones para una misma madre, la que hace dos mil años no se separó de su hijo, acompañándolo en su pasión, muerte y resurrección.
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