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Ramis, el entrenador supremo

  • Flaco favor le hizo el técnico rojiblanco a los suyos en la rueda de prensa post partido, cuando aludió a la nula interpretación de sus sabias consignas machacadas durante la semana

Rubi le ganó la partida en el campo a su paisano Ramis.

Rubi le ganó la partida en el campo a su paisano Ramis. / rafael gonzález

Se dice que a veces hay que dar un paso atrás para avanzar dos. Es como mirarse al espejo y recapacitar sobre lo bueno y lo malo, en busca de un nivel medio alto de competitividad. Como un equipo está compuesto por cuerpo técnico y jugadores, flaco favor le hizo Ramis a los suyos en la rueda de prensa post partido, cuando aludió a la nula interpretación de sus sabias consignas machacadas durante la semana para contrarrestar al Huesca. No es la manera de crear un buen ambiente, el echar toda la culpa a su plantilla. Quizá Ramis debió reconocer que la velocidad de balón del contrario vino precedida de una perfecta colocación de los de Rubi, que ganó la partida a su colega de cabo a rabo.

Tampoco me valen en esta ocasión las declaraciones del bueno de Alfonso García acerca de la fatalidad de la primera llegada oscense convertida en gol. Presidente, con todos mis respetos, antes de dicha acción ya se veía venir lo que una hora después aconteció. Refiriéndome de nuevo a los que pisan el césped sería necesario que no se intente tapar, sobre todo por parte del propio entrenador, un planteamiento estéril o una nula reacción para cambiar el rumbo durante los minutos clave.

No es la mejor manera de crear buen ambiente echar toda la culpa a la plantilla

Basta ya de ensalzar los aciertos tácticos, de convertir un gran zapatazo en una victoria merecida o de no reconocer la superioridad contraria por un planteamiento superior, aparte de los desaciertos individuales. Sobre el tapete se comprobó a las claras lo que en León se intuyó, que el equipo rojiblanco dista de ser un conjunto tan bien trabajado como sus dos últimos y modestos rivales.

Con una banda izquierda que en esta ocasión no llegó a carburar (los entrenadores de Segunda se van dando cuenta por dónde anular gran parte del juego ofensivo rojiblanco), tan solo Pozo lo intentó entre una maraña de adversarios. Quien nunca contribuyó a desatascar el previsible ataque fue Juan Muñoz. No es la primera vez que el otrora prometedor delantero no participa en la dinámica del juego. No se concibe que el ariete sevillano nunca sea capaz de escapar del marcaje de los centrales para descongestionar el juego hacia las bandas o de sacar de su posición a la zaga contraria con el objetivo de abrir los huecos necesarios por los que los centrocampistas más ofensivos puedan irrumpir por sorpresa.

Caballero, sin ser "Torpedo" Müller, sí participó en las escasas llegadas de la segunda mitad. Espero por otra parte que Joaquín no pague los platos rotos por su error, achacable al mejor central de la historia, ya que en ningún momento supuso un cambio de rumbo en un partido que desde el primer minuto Rubi controló, como si los 22 jugadores que estaban sobre el césped fueran sus marionetas.

Destacó René, que nada más pudo hacer; con eso está todo dicho. Reconocer un mal planteamiento, unido al bajo rendimiento individual, no solo ayuda a restituir cualquier brecha en el sistema, sino que une a cuerpo técnico y jugadores en un frente común y necesario, si es que no se quiere perder el control del vestuario.

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