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Cada balón se pelea como si fuera el último

  • A su clase innnata, le añade una garra que contagia al equipo La afición protesta por su cambio y es despedido con cánticos y aplausos

Igual que una manzana podrida puede poner malas a todas con las que comparte cesta, un jugador excelso y con ganas le cambia la cara a un equipo timorato y miedoso. No todo fue Pozo ayer, pero sí buena parte. El Nástic facilitó mucho las cosas y el Almería puso una marcha que de costumbre. Esa pelea por el balón que desembocaría en el 1-0, corriendo a por él como si fuera el último cuando ni un solo jugador local o visitante confiaba en que no saldría por banda, hizo creer a los de Soriano y metió en el encuentro a una afición, necesitada de detalles como éste.

Después de una salida bastante aceptable de los rojiblancos, la lesión de Corona los sacó por unos diez minutos del choque. Los gritos de dolor del capitán dejaron helado a más de uno. En esos instantes de desconcierto, comenzó a entrar en juego el malagueño, que sabía que tenía que aprovechar como fuera la oportunidad que le había dado el míster. Dicho y hecho. La calidad la tiene a raudales y sólo le faltaba la confianza general y una jugada como la que se iba a producir mediada la primera parte. El regate le salió demasiado largo, pero él se lanzó a por todas, tocando incluso el balón con la cabeza a ras de hierba para que no saliera, y lo puso en el corazón del área, donde hace daño, para que acabara en la pierna de Puertas, que lo introdujo.

Todos fueron a fecilitar a un Pozo al que se le veía feliz, después de varias semanas con el gesto serio por su suplencia. Su actitud estaba siendo inmejorable y el equipo noto cómo comenzaban a salirle las cosas. El balón se movía rápido y, sobre todo, estuvo lejos del área de Casto. El malagueño tuvo incluso la opción de aumentar la ventaja en el marcador, pero su remate con la zurda se marchó demasiado alto poco antes del descanso.

En la segunda mitad el Nástic dio un paso arriba y empezó a complicarle más la vida en la salida de balón a los rojiblancos. Pozo iba a tener más espacios, pero ya no le llegaban tantos balones. Entonces se produjo su sustitución por Juanjo, algo que no entendió ni el propio jugador ni el graderío, que brindó los únicos pitos de la tarde al cambio, no a los jugadores. Los hinchas, hastiados de tanto sufrir y de partidos malos hasta la saciedad, demandan que la actitud y la aptitud siguieran sobre el verde.

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