El de la camiseta de otro color

voleibol superliga masculina

Líbero y capitán, Toni Llabres dice adiós con sólo 25 años al deporte profesional y quiere encauzar su vida por la nutrición y dietética

Seis años como verde más dos en el juvenil

Llabres, con el 16 a la espalda, celebrando un punto en recepción de Unicaja Almería la pasada temporada.
Llabres, con el 16 a la espalda, celebrando un punto en recepción de Unicaja Almería la pasada temporada. / Javier Alonso
Pablo Laynez

07 de septiembre 2017 - 02:34

La posición de líbero es curiosa. Al profano en el voleibol, le llama más la atención por el color diferente de la camiseta que por los pelotazos que recibe en la recepción o las veces que se lanza en plancha para evitar el punto rival. Para el que sabe de voley..., pues le gusta más la potencia de un remate o la fortaleza de un bloqueo infranqueable.

Así, vestido diferente a los demás, entrando y saliendo de pista en función de las rotaciones, el líbero vive el voleibol de otra manera. Sabe que cuanto menos balón toque y cuanto más desapercibido pase, mucho mejor para su equipo. Además, no puede anotar tantos. Ni tan siquiera saltar junto a la red, la salsa del balonvolea.

A grandes rasgos, ésta era la vida deportiva de Toni Llabrés, líbero de Unicaja Almería en estas últimas duras, sacrifidadas, pero éxitosas temporadas finalmente. Formado en el juvenil ahorrador, el mallorquín se hizo por méritos propios con el puesto del eterno Manolo Berenguel, a quien tuvo como segundo entrenador y del que aprendió trucos y gajes del oficio. El jugador con cara de niño pícaro que empezó con la camiseta negra y el 5 a la espalda en 2011, fue modelando su juego y su físico a base primero de derrotas ante Teruel y después de grandes triunfos en Supercopa, Copa del Rey y Superliga, para decir adiós al voleibol, con barba y como capitán [de vestuario para dentro, porque en la pista no puede ser el líbero por reglamento].

Es raro que en el punto álgido de su carrera, vistiendo también la elástica nacional, Llabres abandone el deporte profesional. "Estaba muy cansado de tanta dedicación, de dar tanto y recibir tan poco a cambio. No me compensaba el esfuerzo diario. Ha sido una decisión tomada con mucho tiempo, muy meditada y firme", que no pudo cambiar nadie en el conjunto ahorrador: "Ramón [Sedeño, presidente] quería que me quedaba, el club me lo transmitió, pero yo ya había cumplido contrato y era libre de hacer lo que quisiera. Mucha gente de Almería se ha puesto en contacto conmigo y me ha dicho que es una pena, pero que muchas gracias por estos años. Estoy muy agradecido al club y a la afición por lo bien que me han tratado", dice el balear desde su retiro dorado en su pueblo, Artá.

Allí ya nada quiere saber de momento de la pelota, "se queda aparcada, estoy cansado. Necesito un tiempo de desconexión, planificar el futuro. Cuando tenga las cosas en su sitio, volveré a jugar como hobby, porque sé que me picará el gusanillo". Ahora, le motiva buscarse un puesto en el maltrecho mercado laboral: "He hecho una apuesta, dejo el voleibol para encontrar trabajo. He terminado un módulo superior de Dietética enfocado a la nutrición, ahora estoy hablando con varias clínicas a ver si puedo trabajar allí. También voy a empezar por la UNED Nutrición y Dietética, me gusta mucho este tema. Por ahí van los tiros de cara al futuro". Llabres lo tiene claro, por desgracia del voleibol en España es muy difícil vivir. Por eso, pasa al ataque con su futuro, ya no se prepara para recibir el balonazo.

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