Una foto imborrable para Quini y para el fútbol
ud almería
A pesar de la creencia de que 'El Brujo' reaparece ante la AD, lo hace en el Camp Nou frente al Valladolid el 5-IV-1981 y una semana después, ahora sí en el Franco Navarro, se fotografía con el once almeriense y marca sus dos primeros goles tras los 25 largos días de cautiverio
Hoy se cumplen 37 años desde que el Batallón Catalán-Español secuestrata a Enrique Castro, Quini, bajo la premisa de que "un equipo separatista no puede ganar la Liga". Por desgracia, también se cumplen ya cuarenta y ocho horas del fallecimiento del protagonista de esta historia, que tuvo a España con el corazón en un puño durante 25 días y que se reencontró en Almería con lo que más le gustaba en la vida: el gol.
La vida de este asturiano, un cúmulo de vivencias desafortunadas a las que siempre ha plantado cara, como fue ese secuestro y dos cáncer, quedó plasmada y marcada en el Franco Navarro. El carácter del Brujo no tenía semejanzas, todo el mundo habla de él como un hombre de bondad absoluta. Tal es así, que siempre ha hablado de sus secuestradores con un respeto inexplicable ["Se han portado muy bien conmigo. Me tenían afecto. Me han parecido buena gente y siempre me decían que no me pasaría nada", dijo tras ser liberado] e incluso pidió volver a verse con ellos, cuando había colgado las botas y ejercía las labores de delegado del equipo de su alma: el Sporting de Gijón. Precisamente por su humildad, se ganó el corazón de toda España en aquel final del invierno y principio de la primavera de 1981, fechas en las que le tocó visitar con el Barcelona el Franco Navarro.
Hasta el día del secuestro, el equipo azulgrana marchaba como líder indiscutible del campeonato y el delantero asturiano era pichichi. Cuando fue liberado, el Barça había caído hasta la cuarta posición, mientras que el el Brujo seguía siendo el máximo goleador de Primera División. Así llegó al Franco Navarro, con una Agrupación Deportiva Almería que se jugaba sus últimas opciones de conseguir la permanencia en una temporada nefasta.
12 de abril. Cinco de la tarde. El campo de la barriada Torrecárdenas está casi lleno. Como se hacía hace unos años, salta al césped primero el Barcelona y no se escuchan los pitidos habituales para amedrentar a los visitantes. La figura de Quini acapara muchos aplausos, que se funden con los que se dirigen a la AD cuando Maxi es el primero en atravesar la bocana de vetuarios. Los azulgranas ya se han hecho la foto inicial de rigor y se disponen a realizar el último peloteo, momento en el que el capitán almeriense, Maxi, se dirige al 9 azulgrana para pedirle que se fotografíe con el once rojiblanco. Una instantánea que será recordada como una de las más emotivas del fútbol español y que, sin duda, le puso los pelos de punta al Brujo, que se daba cuenta de que se había convertido en el pater del balompié nacional y así actuaría el resto de su vida.
El partido resultó dramático para los intereses de la AD, que prácticamente certificó su descenso en una tarde en la que Quini volvió a degustar el dulce sabor del gol. Hizo dos, precisamente los que le sirvieron para asegurarse el pichichi y eso que estuvo más de un mes sin tocar balón. Además, los dos fueron de instinto, algo que no perdió ni víctima del miedo que cualquier ser humano puede sentir cuando se sabe secuestrado por delincuentes. El primero fue de cabeza tras rechace de Cendoya y servía para abrir el marcador. El segundo, de ejecución parecida, aunque en esta ocasión con el pie, sentenciaba y prácticamente enviaba a los rojiblancos a Segunda. Pese a ser el verdugo, el Franco Navarro le despidió entre aplausos, sabedor de que la vida está muy por delante del balón.
Precisamente a la vida se aferró Enrique Castro una vez colgadas las botas. Como si el cautiverio no hubiera sido una dura prueba, el cáncer atacó hasta por dos veces un cuerpo de futbolista lleno de cicatrices de los tacos y las punteras de los defensas más duros. Quini le debía a España un acto heróico y venció a las células cancerígenas que atacaban su cabeza y su garganta. Ganado el partido, aunque físicamente desgastado por los medicamentos, el Brujo volvió a vivir por y para el fútbol, como delegado del Sporting de Gijón.
Así regresó a Almería el 24 de marzo de 2013, en este caso al Estadio de los Juegos Mediterráneos. Quiso camuflarse bajo su enorme anorak deportivo, en el anonimato del banquillo de un equipo que entonces pasaba apuros en Segunda División. Le fue imposible. Almería y Quini quedaron unidas de por vida hace casi cuatro décadas, aquella foto sigue en la retina de los amantes del balón de la provincia. Esa tarde también de las postrimerías invernales, el Brujo volvió a salir victorioso, 0-1, con gol de Santi Jara. Quini abandonó el Mediterráneo nuevamente agradeciendo a la afición almeriense su cariño, con la mano levantada hacia el cielo, sitio en el que hoy descansa.
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