La consulta del Especialista

Mi primera dosis

  • La vacuna es el camino de salida de la pandemia 

El autor del artículo, recibiendo la primera dosis de la vacuna de Pfizer

El autor del artículo, recibiendo la primera dosis de la vacuna de Pfizer / D.A. (Almería)

Después de muchos artículos leídos, noticias vistas y escuchadas, opiniones de expertos y negacionistas, toca el turno de vacunarme. Muchos compañeros sanitarios posaban ante la cámara inmortalizando el momento, dando ejemplo, mostrando que no pasaba nada y animando a la población a vacunarse.

Reconozco que hubo un momento, sobre todo al principio de la carrera por las vacunas, que dudé. No tenía claro el beneficio de la vacuna y sobre todo su seguridad. Se juntaron el hambre y las ganas de comer, los más escépticos azuzando a la gente con sus discursos sin grandes evidencias, y las autoridades sanitarias así como las empresas sin presentar los estudios y resultados en los foros adecuados y con la supervisión precisa. Una vez se produjo este hecho, pude leer página por página, estudio por estudio la eficacia y la ausencia de efectos secundarios relevantes, fui un converso a la espera de mi turno.

Y llegó el jueves pasado

El procedimiento es tremendamente serio y formal. Mi vacuna es la de Pfizer. Antes de nada, se debe firmar un consentimiento informado de una página, en el que aceptas cualquier complicación de las que se citan; complicaciones posibles pero improbables. Es un documento muy similar al que firmar mis pacientes cuando se van a someter a una intervención quirúrgica, por pequeña que sea. Las complicaciones que se nombran son similares a las que pueden aparecer en cualquier prospecto de las medicinas que tenemos en casa. Me preocupa cero.

El paso siguiente es aparecer en la lista de personas a vacunar ese día. Los dos operarios del Servicio Andaluz de Salud, portátil en ristre, toman nota y verifican con DNI que eres esa persona que dices ser y además apareces en el listado. Las vacunas son nominativas, es decir, la dosis va asignada a una persona concreta. El procedimiento es algo lento, como pasa con la burocracia, pero una vez se pasa el trámite, el circuito de personas te lleva a la sala habilitada para la vacunación.

Ahí me estaba esperando Carlos, como el Fandi espera un Miura en Las Ventas, a puerta gayola, vacuna en mano, bien pertrechado con el equipo de protección, esperando al siguiente, que era yo. Conozco el procedimiento y me descubro el brazo. ¿Quieres foto? -me pregunta Carlos antes de la “banderilla”. Lo pienso durante medio segundo. Había pensado inicialmente que no, pero luego me acordé que esta vacunación puede ser histórica, por muchos motivos, desde la velocidad en la que se ha desarrollado, las circunstancias tan complicadas que atravesamos, y sobre todo, por mis pacientes.

He hablado con muchos de ellos sobre la vacuna, con muchos. Algunos lo tenían claro, pero otros no. La duda y el miedo sobrevuelan sus mentes. Les quería demostrar que sí, que la vacuna es el primer paso hacia el camino de salida de la pandemia. La vacuna salvará vidas, y si yo, alguien que les conoce, que les trata a diario, se vacuna, quizás pueda resolver alguna de esas dudas. También lo hice por mi seguridad y la de ellos.

La inmunidad relacionada con la primera dosis ronda el 50%

A pesar de los test de antígenos que nos hacemos regularmente en la consulta, de las mascarillas de máxima protección y de todos los cuidados que tenemos, la vacuna añade un plus de seguridad, para reducir aún más el riesgo de contagio de mis pacientes hacia mi o viceversa. Se toma la instantánea y acto seguido Carlos clava la aguja en mi hombro derecho (soy zurdo).

En la foto aparezco mirando la aguja, pero sobre todo la jeringa, ese instrumento de plástico del famoso “culillo” que se ha intentado aprovechar al máximo para vacunar a la mayor cantidad de gente posible, sobre todo ante la escasez de vacunas que se avecina, sin entender muy bien el motivo. Me pega la tirita y terminado. No he notado nada diferente a las otras vacunas que me han administrado. Salgo disparado para la consulta que llego tarde, ya que se ha empezado a vacunar una hora tarde.

Cuando me subo al coche, antes de introducir la llave en el contacto, me paro a pensar un instante. Por mi cabeza cruzan imágenes de personas que no están por culpa del maldito bicho: Asunción, la madre de mi amigo Nacho, una mujer a la que la primera ola la dejó sin respirador, otras como Lali, una paciente luchadora que aún padece las secuelas de la enfermedad. Todo ello me provoca un nudo en el estómago y que, aún intentando aguantar, no pueda reprimir algunas lágrimas. Lágrimas de pena, pero también de alegría, de pensar que estamos un pasito más cerca del final, de acabar con esta pesadilla que casi hace un año que nos asfixia.

Ese día lo pasé como otro cualquiera. Mis compañeras Isa y Trini me preguntaban de vez en cuando cómo me encontraba y la respuesta siempre fue la misma. Fue un jueves cualquiera. Al final del día sí que noté alguna molestia en el lugar del pinchazo, similar a las que se tienen cuando le administran una inyección intramuscular en el glúteo. Esa noche descansé bien, con el dolorcillo al darme la vuelta y dormir sobre el hombro derecho pero nada más.

Al día siguiente tuve mi entrenamiento de fuerza con mi amigo Loren en Activo Ejido, y fue tan exigente como siempre. Hice todo tipo de ejercicio de brazos sin el mayor problema y la consulta de ese día, como cualquier viernes. Sí recibí mas mensajes que otros días, por parte de muchos amigos que se interesaban por mi estado. No he tenido fiebre, ni ningún cuadro pseudogripal o síntomas diferentes a un día corriente. Tampoco he notado que la vacuna me haga correr más rápido, a juzgar por los tiempos de mis 12 kilómetros de hoy.

En tres semanas, la segunda dosis. La inmunidad relacionada con la primera dosis ronda el 50% y sube por encima del 90% con la segunda. Vivimos semanas duras, ánimo a todos. No bajemos la guardia, ahora más que nunca.

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