La uva, fruto que endulzó los paladares del mundo
La cosecha de la uva de mesa, junto a la minería, fue la base de la economía de Canjáyar y otros muchos rincones de la provincia. Hoy por hoy, en decadencia
Hablar hace unos años de Canjáyar era hablar de la uva marca Ohanes, un delicioso fruto que endulzó durante más de siglo y medio los paladares de medio mundo y que constituyó la base de la economía de media provincia, no sólo por el rendimiento directo de la comercialización sino por la enorme cantidad de jornales: corte, acarreo, almacenaje... La uva de mesa, cuya producción desde sus comienzos se encaminó a satisfacer la demanda del mercado exterior y fundamentalmente el inglés, supuso junto con la minería la base de la economía provincial durante el siglo XIX, con episodios negativos como la Filoxera o la mosca mediterránea con el cierre del mercado norteamericano.
Todavía a mediados de los años 70, el panorama del parral en el Andarax era excelente con algunas campañas magníficas de un producto que por las condiciones de su cultivo y su capacidad de aguante y conservación era capaz de mantener la frescura durante semanas en los barriles con serrín hasta llegar al mercado. La escena de los miles de barriles amontonados en los cobertizos en el puerto almeriense esperando su embarque, constituía todo un acontecimiento no sólo plástico, sino social y laboral.
La faena uvera suponía una fuente de ingresos en los pueblos: carpinteros, cortadores, arrieros, transportistas, limpiadoras…una lluvia de jornales que saneaba muchas economías familiares y suponía una fuerte inyección de actividad para los comerciantes y un crecimiento sustancial en los saldos contables de las oficinas bancarias. La otra cara de la moneda la constituía la picaresca en sus diversas formas de impagos (uvas al "te veré") o descubiertos por riesgos mal calculados.
A partir de los años 70 del siglo anterior, la uva entra en una crisis de mercado con causas complejas. Entre las más importantes está el desarrollo de la industria frigorífica que permite competir con ventaja a otras variedades de menor capacidad de aguante y presencia más atractiva a los ojos. Otro factor negativo fue la carencia de infraestructuras de comercialización (a pesar del esfuerzo de las cooperativas de productores); la propia dinámica del éxodo rural de nuestros pueblos con la sangría de jóvenes y el consiguiente abandono de un cultivo tan laborioso como poco rentable ante otras perspectivas.
Las consecuencias del abandono del cultivo son palpables, pero además se plantea un problema ecológico importante no sólo por la indefensión ante la erosión del terreno al desaparecer la cubierta vegetal del parral y su conservación; sino que las propias terrazas de cultivo sin mantenimiento suponen un peligro potencial ante su deterioro por los arrastres y derrumbes del terreno. Las posibles soluciones además de más atención e interés por a Administración, pasan por cultivos alternativos.
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