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César Antonio Molina: "Pedro Sánchez es un tumor maligno"

Escritor, ex ministro de Cultura y ex director del Instituto Cervantes

César Antonio Molina, escritor y ex ministro de Cultura. / M. G.
Juan de la Huerga

14 de diciembre 2025 - 05:00

CONTRA EL PODER. La pugna entre los intelectuales y el poder centra las últimas obras de César Antonio Molina (La Coruña, 1952). No iba a ser menos la última, ‘Insurgentes’ (Erasmus), donde el ex ministro de Cultura y ex director del Instituto Cervantes, licenciado en Derecho y en Ciencias de la Información, echa mano de ilustres voces críticas de la historia que se sublevaron contra el ordeno y mando.

Pregunta.–Aplicado a un intelectual, ¿insurgente es el antónimo de orgánico?

Respuesta.–Es alguien que expresa con claridad su disconformidad con la política vigente. La función crítica del intelectual ha cambiado enormemente a lo largo de los siglos.

P.–Pero es comprensible que alguien prefiera comer caliente antes que pensar libremente.

R.–En la historia ha muerto mucha gente por defender libertad, igualdad, desarrollo común...

P.–¿La palabra "intelectual" está devaluada?

R.–No, pero hay menos voces insurgentes que antes.

P.–De muchos de estos pensadores sólo quedan frases sueltas, como si fueran sobres de azúcar.

R.–Es el signo de una sociedad desculturizada que cree que la tecnología les va a arreglar la vida y que ya no hace falta esforzarse y formarse, que renuncia poco a poco a su libertad.

P.–E infantilizada.

R.–Sin grandes conocimientos y cada vez más unificada y masificada.

P.–Los manifiestos de apoyo al Gobierno no son nada insurgentes.

R.–Son manifestaciones equivocadas y se conforman con la mentira. Es peligroso apoyar a gobiernos autoritarios y antidemocráticos como el actual.

P.–Sánchez no estará de acuerdo.

R.–Sus palabras no tienen valor. Es la imagen de la mentira.

P.–Si la virtud está en el medio, ¿a quién votaría Aristóteles?

R.–Yo votaría a quien no mienta, respete la Constitución, la separación de poderes, la libertad de prensa, y no manipule las instituciones.

P.–¿Y Aristóteles?

R.–Diría lo mismo que yo.

P.–"El origen de mis males fue el infausto paso por la política". Esta frase de Dante igual la piensa Sánchez en unos años.

R.–No, Sánchez nunca ha tenido ni oficio ni beneficio antes de la política. Era un don nadie. Sólo tenía el beneficio de su suegro. Ha vivido de la política y de darnos la lata a la mayoría. No merecemos a un presidente como él.

P.–Tolstói despreciaba a los políticos que vivían del esfuerzo ajeno. Hoy estaría indignado.

R.–Era terrateniente y vivía de sus siervos, pero veía la injusticia del sistema y escribía contra él. De esa contradicción surgió parte de su grandeza literaria.

P.–Conrad escribió que Rusia no sólo era un peligro para Polonia, sino para Europa. Muy actual.

R.–Él era polaco y su familia emigró a Inglaterra. Lo que cuenta de Rusia coincide con lo que pasa hoy: que siempre habrá líderes autoritarios y un afán de ocupar territorios.

P.–En 'Por qué escribo', afirma Orwell primero: "Egoísmo puro y duro". ¿Nos puede la vanidad a escritores y periodistas?

R.–La vanidad es como el colesterol, hay buena y mala. La buena te hace moverte, investigar, escribir mejor, competir, leer a los demás... La mala destruye a muchos escritores.

P.–María Zambrano veía en la educación un camino para superar un mal español: la envidia. ¿Nos hemos sanado?

R.–No. La democracia estuvo cerca de cerrar heridas históricas y ha venido este señor para reabrirlas. Vengo de familia republicana y aprendí que aquello tenía que arreglarse. Pero ahora todos somos fascistas, excepto él. Ha provocado un destrozo tremendo y actuado como los nacionalistas en Cataluña, tratando de dividir a las familias y marcar a la gente como Hitler a los judíos.

P.–¿España está llena de mediocres?

R.–Hay de todo. Un grave error de nuestra democracia es la educación. Sánchez permite que un ministro destroce los museos y que un señor se meta con el director de la RAE. Comparan a Sánchez con Macron, que escribió una tesis sobre Molière. ¿Imagina a a Sánchez escribiendo de Lope de Vega o de Cervantes?

P.–Quizás de su suegro.

R.–La ministra de Educación afirma que el conocimiento ya no importa y te quedas asombrado. En qué país vivimos. Una de nuestras luchas contra Franco era por el saber, la cultura, la educación, el prestigio de escritores, cineastas, músicos… Y viene un señor y unos analfabetos a decirnos que eso de estudiar no. ¡Qué médicos nos van a atender!

P.–¿Cuánto de culpa tiene Zapatero en el auge nacionalista?

R.–Él no tiene el arrojo, en el sentido malo, de Sánchez. Es un aprendiz de brujo y Sánchez, un brujo con todas las letras que lleva siete años delirando. Fue educado por la democracia; o sea, no vivió el franquismo ni la Transición. Ha tenido todos los medios para ser educado, ha podido viajar, aprender, pero es un tumor maligno.

P.–Fue ministro de Cultura entre Carmen Calvo y González-Sinde. Las comparaciones siguen siendo odiosas…

R.–Estoy orgulloso de esa etapa, sobre todo en el Cervantes. Soy socialdemócrata, pero el sanchismo es profundamente nocivo.

P.–¿Cómo valora la gestión de Urtasun?

R.–Un desastre. Sus decisiones deberían ser explicadas legalmente: un ministro no puede tratar el patrimonio nacional como propio ni desmantelar museos por ideología. Que se traiga lo que se llevó Wellington y está en el Británico, lo que se llevó Napoleón y está en el Louvre. Odia España y una forma de destruirla es cargarse la identidad común cultural. Que vaya a Cataluña y al País Vasco a descolonizar los museos.

P.–Como ex director del Cervantes, ¿qué piensa de la cruzada de García Montero contra la RAE?

R.–Ningún director utilizó la institución en propio beneficio, como él desde el primer día. Y la ha destrozado; lo dicen los trabajadores. Ha cometido la estupidez de meterse con la RAE y con el director. Es otro que trata de destruir la identidad de un país en su propio beneficio.

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