Lapsus en la política: del "gobierno de corrupción" de Yolanda Díaz a otros deslices memorables
Recordamos algunos de ellos, como el Bruce "Sprinter" de Feijóo, las enrevesadas frases de Rajoy o el "follar" que se le escapó a Zapatero
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Feijóo ataca a Sánchez con la corrupción y éste le reprocha "renunciar a hacer una oposición útil"
El reciente desliz verbal de la vicepresidenta Yolanda Díaz en el Senado, al afirmar que había "gobierno de corrupción para rato" cuando pretendía decir "gobierno de coalición", ha desatado una nueva batalla dialéctica entre los principales partidos políticos españoles. Este tropiezo lingüístico, ocurrido esta semana, se ha convertido en el último capítulo de una larga tradición de lapsus políticos que, en la era digital, adquieren una repercusión inmediata y duradera.
Mientras Díaz intentaba restar importancia al error en su cuenta de Instagram, atribuyéndolo a las interrupciones de los senadores del Partido Popular, a quienes calificó de "maleducados", el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, no dudó en aprovecharlo en su intervención del miércoles en el Congreso, describiéndolo como un "lapsus de sinceridad" revelador del actual gobierno. La respuesta del presidente Pedro Sánchez no se hizo esperar, defendiendo a su vicepresidenta con un "un lapsus lo tiene cualquiera" para después contraatacar recordando los numerosos tropiezos verbales del líder popular, como cuando situó Huelva en el Mediterráneo o atribuyó erróneamente la fecha de escritura de la novela '1984' de George Orwell.
El intercambio ha continuado en redes sociales, donde el PSOE ha difundido una recopilación de otros deslices de Feijóo, incluyendo cuando llamó Bruce "Sprinter" a Springsteen o mencionó las "emisiones de metanol" en lugar de metano. El propio Feijóo llegó a bromear sobre sus confusiones durante la campaña electoral de 2023, cuando mezclaba localidades en sus mítines, como aquella vez que habló de Andalucía encontrándose en Extremadura o que Huelva estaba en el Mediterráneo.
Los lapsus recientes más sonados
El fenómeno de los lapsus políticos no es nuevo en España, pero su impacto se ha multiplicado exponencialmente con la proliferación de las redes sociales. Hace apenas tres años, en 2022, el presidente Sánchez protagonizó un momento incómodo al confundir al portavoz de ERC Gabriel Rufián con Santiago Abascal, líder de Vox, un error que el propio Sánchez calificó como "lapsus imperdonable" entre risas.
Uno de los casos más virales fue el protagonizado por José Luis Rodríguez Zapatero en 2009, cuando durante una rueda de prensa conjunta con el entonces presidente ruso Dmitri Medvédev, cometió un desliz al decir: "Hemos hecho un acuerdo para estimular, para favorecer, para follar...para apoyar ese turismo". A pesar de su inmediata rectificación, el momento quedó grabado para la posteridad política española.
También generó considerable polémica cuando Zapatero se refirió al atentado terrorista de ETA en el aeropuerto de Barajas en 2006 como un "trágico accidente", error que él mismo reconoció como un lapsus linguae. Poco después, en un encuentro en La Moncloa con el entonces líder de la oposición Mariano Rajoy para reforzar la unidad antiterrorista, fue el político popular quien cometió un significativo error al afirmar que "ETA es una gran nación", corrigiéndose inmediatamente: "España, perdón, es una gran nación".
Rajoy y Trillo: maestros involuntarios
Mariano Rajoy ha pasado a la historia política española no solo por su gestión como presidente del Gobierno entre 2011 y 2018, sino también por sus peculiares construcciones verbales y deslices lingüísticos. Uno de los más recordados ocurrió cuando felicitó el año 2016 cuando en realidad comenzaba 2018. Pero quizás sus aportaciones más célebres al anecdotario político fueron frases enrevesadas como aquella de "es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde", que ha quedado para la posteridad.
Sin embargo, si existe un lapsus que ha trascendido generaciones en la memoria colectiva española, ese es el protagonizado por Federico Trillo en 2003. El entonces ministro de Defensa, durante una visita oficial a tropas españolas en Iraq, saludó a los soldados salvadoreños con un entusiasta "¡Viva Honduras!". Al percatarse de su error, intentó salvarlo con un "Perdón, esto ha sido un lapsus porque vengo de Honduras. La prensa dará cuenta de ello". Y efectivamente, veintidós años después, ese momento sigue siendo uno de los deslices más citados cuando se habla de meteduras de pata políticas en España.
El impacto de los lapsus en la comunicación política moderna
Los deslices verbales de los políticos han adquirido una nueva dimensión en la era digital. Lo que antes podía quedar como una anécdota en círculos reducidos, hoy se viraliza en cuestión de minutos a través de plataformas como Twitter, TikTok o Instagram. Esta inmediatez ha obligado a los equipos de comunicación política a desarrollar estrategias para gestionar estos tropiezos, que van desde la autoironía hasta la rápida rectificación.
Expertos en comunicación política señalan que estos lapsus, más allá del valor anecdótico, pueden tener consecuencias reales en la percepción pública de los líderes. "Un desliz verbal afortunado puede humanizar al político y acercarlo a la ciudadanía, mientras que uno desafortunado puede dañar seriamente su credibilidad o competencia", explican especialistas consultados.
La reacción posterior al error resulta determinante. Mientras algunos optan por el humor y la autocrítica, como hizo Yolanda Díaz en su vídeo de Instagram tras lo ocurrido en el Senado, otros intentan pasar página rápidamente o, como en el caso del reciente enfrentamiento entre PSOE y PP, convertir los lapsus propios y ajenos en armas arrojadizas dentro del debate político cotidiano.
¿Por qué ocurren los lapsus en contextos de alta presión?
Los lapsus linguae, como son conocidos técnicamente estos deslices verbales, suelen producirse por factores como el cansancio, la presión mediática, la tensión del momento o simplemente por el ritmo frenético de la actividad política. Neuropsicólogos explican que bajo presión, el cerebro puede mezclar palabras o conceptos similares que están activos simultáneamente en nuestra mente.
En el caso de los políticos, la exigencia de mantener un discurso coherente durante largas jornadas de actividad pública, a menudo con poco descanso y cambiando constantemente de escenarios y temas, crea el caldo de cultivo perfecto para estos errores. Además, la necesidad de responder rápidamente en debates o ruedas de prensa aumenta significativamente la probabilidad de cometer deslices.
Lo que diferencia a los lapsus políticos de los cotidianos es, evidentemente, su repercusión mediática y su potencial uso político. Un ciudadano cualquiera puede confundir palabras sin consecuencias, mientras que el mismo error en boca de un alto cargo puede convertirse en tendencia nacional y material para memes durante años.
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