Crónicas desde la ciudad

Biznagas de Colombine

  • Paralelo al programa oficial de 1927, con portada de Moncada Calvache, circuló “Almería en Fiestas”. El álbum incluía “Biznagas” y otros interesantes artículos de prosistas provinciales

Carmen de Burgos

Carmen de Burgos

En ocasiones escuchamos con voz plañidera que “los malagueños nos robaron la Costa del Sol”. Y no. Fuimos los propios almerienses quienes hicimos dejación del afortunado eslogan ideado en tiempos de la II República por un patronato de promoción del Turismo al que se sumaron emprendedores y comerciantes, entre ellos Rodolfo Lussning, propietario del céntrico Hotel Simón. El ambicioso concepto propagandístico integraba el Mediterráneo andaluz y levantino. Dicho lo cual nos ocupamos de en un caso menor aunque igualmente paradigmático: el oloroso y humilde jazmín (biznaga) cultivado en Almería, es en Málaga todo un símbolo intransferible. La reproducción de párrafos de “Biznagas”, artículo de Colombine escasamente glosado, obedece precisamente al deseo de reiterar su almeriensismo. Y es que Carmen de Burgos (1867-1932) nunca olvidó, ni física ni literariamente. a la tierra que la vio nacer, conjugado equilibradamente en el llamado “ciclo de Rodalquilar” y en La Malcasada. En su libro “Por Europa” (1909) retrocede a la provinciana madurez, desnudando emociones a la par que vierte aceradas censuras:

Carmen de Burgos nunca olvidó, ni física ni literariamente, a la tierra que la vio nacer

 

“… Amanecía. Mi árabe odalisca dormía a la sombra de su vetusta Alcazaba acariciada por el beso de las olas. ¡Qué hermosa me pareció! Esta ciudad encierra el perfume de toda mi vida, el hogar de mis padres, el sepulcro de los que más he amado y la cuna de mis hijos (en el cementerio de San José están enterrados los tres primeros). ¿Cómo no llorar al verla? Sí, he llorado por mí y por ella… he llorado por sus desgracias. En ninguna parte del mundo hay administración más mala que aquí; no son hijos, son verdugos los que desgarran sus entrañas. La hermosa ciudad está siempre abandonada, hace pocos años se desarrolló una epidemia terrible por la suciedad de las aguas… En la Casa-cuna murieron hace poco 17 niños de hambre… Almería tiene el triste privilegio de figurar la primera en el cuadro negro de la mortalidad infantil”. 

Pasado el tiempo, su añoranza seguía incólume. Lo evidencia con tintes costumbristas en un programa ferial de 1927:

“A veces una silueta, un perfume, un recuerdo bastan por sí solos para simbolizar una ciudad y evocar todos los años de nuestra vida que trascurrieron en ella. En mi perduran, de Almería, las biznagas y la procesión de la Virgen del Mar… Esa procesión en los días de Feria que son como un despertar, un estallido de vida de la ciudad toda, cuando acuden atraídas por el encanto del mar las gentes de la sierra y los campesinos satisfechos de la nueva cosecha…

Colombine conjugó equilibradamente el piropo sincero con la oportuna y acerada crítica

En el ambiente siempre dormido de Almería, con la mezcla de sus boulevares y sus callejuelas estrechas, de casitas bajas y enjabelgadas, la Feria es como un carnaval… Todos los balcones engalanados con colchas de damasco y de percal, con sus farolillos preparados para la iluminación, le dan el aspecto de un barrio en verbena…

Recuerdo, entre la multitud, las mujeres del pueblo, buenas mozas, bien plantadas, prematuramente maduras por el ardor del clima… Con su traje regional de faldas claras, huecas y crujientes de almidón, los graciosos delantales y los pañuelos de Manila –hoy gala de elegantes de todo el mundo- color garbanzo, color manteca y color de tórtola… Entre los murmullos y las risas, el cascabeleo de lar jardineras y el estampido de los cohetes, resonaban los clásicos pregones en los que sobresalían los gritos de:

-¡Biznagas, biznagas!

-¡A cinco la perrilla! ¡Biznagas!

 Esos jazmines blancos son exclusivos de Andalucía… Sus capullos reventones al abrirse sobre los cabellos y el seno, ofrecían su perfume con la pureza del aliento primero… ”.

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