La Dulce Alianza

La Dulce Alianza
La Dulce Alianza
Antonio Sevillano

21 de agosto 2016 - 01:00

EN su interior se está más fresquito en verano y cálido en las invernales Dulces Tardes Poéticas que organiza Aníbal García, pero es en sus veladores del exterior donde auténticamente se vive el fluir de la ciudad, el día a día de caras conocidas y el deambular pausado del forastero curioso. Desplazada doscientos metros arriba de su anterior ubicación, gana aún más en centricidad, lo que me llevó -con la aquiescencia de los actuales propietarios, el matrimonio Carlos Cano-Gracia Sánchez, y la amabilidad de los profesionales que lo atienden- a establecer en horas mañaneras mi "despacho" al aire libre mientras apuro dos cafés con sacarina. En la confluencia con Puerta Purchena, sobre el solar que ocupó el añejo Café Suizo -esquina con c/. Tenor Iribarne-, y el no menos concurrido kiosco que a partir del verano de 1875 instalaba en plena calzada su primitivo dueño, Eustaquio de los Ríos, a la sombra del pingurucho de Los Coloraos y del "cañillo" que piropeara Celia Viñas. Céntrico y liberal como su sucesor en el negocio, Antonio Campoy. Lugar de encuentro de burgueses y menestrales, de ociosos funcionarios y familias engalanadas los domingos -después de misa de doce en san Pedro o san Sebastián- a saborear los granizados elaborados con hielo de los neveros de Enix, traídos en serones, prensados entre paja, por recuas de mulos. Todo ello amenizado por el piano y violín de Enrique Villegas, hermanos Filiberto y Laureano Campra y Sexteto Sánchez, en el que figuraban los tíos-abuelos del Maestro Padilla. O bien reuniones del Partido Republicano, del que Campoy Robles -alcalde que fue de la ciudad- era respetado líder.

Ampliada a cafetería, exquisiteces varias y repostería fina, La Dulce Alianza es el inamovible referente, desde muchísimas décadas atrás, al que una clientela fidelizada acudía (y sigue acudiendo) de cualquier punto de la provincia. De Motril, Guadíx o Granada se sucedían los encargos de tartas y bandejas de pasteles (merengues, cabello de ángel, glaseados, tocino de cielo). O las muy demandadas meriendas para las corridas de toros (en la Guía taurina editada por el IEA la hacía punto de partida de una ruta gastronómica durante el abono ferial). Y tres singulares personajes a incluir en el listado de incondicionales: Natalio Rivas, Franco y Fernando Terremoto. El ministro de Fomento cuando vino a poner la primera piedra del puerto abderitano, a principios de la pasada centuria, y el dictador en sus visitas de posguerra a la ciudad, se hicieron llevar dulces y salados a Adra y al chalet de González Montoya y Cortijo Fischer, residencia del segundo. El cantaor jerezano, con la glucosa por las nubes, era otro de los asiduos durante los Festivales flamencos de agosto.

Lo que quizás pocos sepan es que La Dulce Alianza fue de los primeros locales capitalinos en que se proyectó "cine". La noticia en la prensa decimonónica la incorporó Ignacio Ortega a su documentado libro "Crónica Social del Cine en Almería: 1896-1936". En realidad ocurrió en el Tiro de Pichón del Paseo del Príncipe, hasta cuyo local se trasladó la confitería abierta en 1888 (año de la inauguración de la plaza de toros) en la hoy calle Concepción Arenal por el granadino Miguel Mateos. Con obrador propio con entrada por Fructuoso Pérez (antes Wamba) y en franca competencia con La Sevillana, en Puerta Purchena. Se trataba de cuadros coloreados ("muchos de la cuales fueron reproducidos y premiados en la última exposición de París") que al ser pasadas con rapidez daban la sensación de movimiento. Al proyector se fijaba el fonógrafo (gramófono) de Edison, aunando imagen y sonido. Tras distintos temas de actualidad se exhibió el "notabilísimo Baños de caballos en un cuartel, que es sin disputa uno de los cuadros de más vida y en que la imaginación se sorprende de tanta realidad".

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