Gallito y Pastora Pavón

EL maestro Martín Domingo compuso el bello pasodoble "Marcial, eres el más grande". Pero tamaña afirmación tenía más de semipaisanaje fervor que de realidad. El más grande de la Tauromaquia -de Pepe Yllo y Pedro Romero a nuestros días- ha sido José Gómez Ortega: Gallito chico o Joselito. El menor de los varones de Fernando Gómez "El Gallo" y Gabriela Ortega Feria, la "señá Gabriela", de rancia estirpe gitana, de toreros y cantaores de Jerez y Sevilla. Tan sevillano como la Huerta el Algarrobo, en el Aljarafe, donde vino al mundo en el ocaso del XIX (de Juan Belmonte escribiremos mañana).

A modo de ficha técnica, tales son los datos escuetos de su biografía personal y profesional:

-Nació en Gelves, el 8 de mayo de 1895.

-Tomó la alternativa el 28 de septiembre de 1912 en La Maestranza. Su hermano Rafael le cedió el toro Caballero, del hierro de Moreno Santamaría.

-Murió en Talavera de la Reina (Toledo) el 16 de mayo de 1920. El quinto del encierro, Bailaor, bronco y burriciego de la viuda de Ortega, le segó la vida en una aciaga tarde a la que en principio no tenía previsto acudir.

-Dueño y señor del escalafón desde el doctorado hasta su muerte, en sucesivas temporadas superó el centenar de corridas lidiadas.

A pesar de que los méritos atesorados por Gallito fueron más que suficientes para entronizarle en el Olimpo torero como figura legendaria, no es posible aventurar a que cotas de fama e influencia habría llegado si Bailaor no le hubiese inferido la mortal cornada en el vientre. Nadie como él exhibió semejantes conocimiento de todos y cada uno de los tiempos de la lidia; nadie tan conocedor del toro y de los terrenos, de las querencias, resabios y bondades. Eficaz y variado con el capote, elegante y pronto en banderillas, tuvo en la muleta el arma poderosa ante la que se rindieron los herrados de cualquier tipo y condición: nobles, mansos, bravos o imposibles.

Solo Lagartijo -el Califa cordobés que inauguró el coso almeriense- exhibió semejantes virtudes. Y ello en una etapa anterior, en la que el concepto del arte de torear era diametralmente distinto. En otro orden de cosas, existe una faceta escasamente conocida de su biografía: a él se debe la construcción de las plazas de toros monumentales aunque no llegase a verlas terminadas, caso de Madrid y Barcelona. Entendía que al ampliar su aforo al doble de las antiguas, se abarataría el precio de las localidades, permitiendo el acceso de los aficionados con limitados recursos económicos.

Almería pudo disfrutar de su arte en el marco de su Feria y Fiestas mientras Europa se desangraba en cruenta contienda. El 27 de agosto de 1913 hizo el paseíllo desmonterado con Machaquito y Limeño. Joselito era la revolución anunciada en toda España, el nuevo mesías. Caralegre y Madroñero (de Anastasio Martín) le tocaron en el lote y con ambos se mostró superior; protagonizando otro hito sobresaliente: en su segundo logró la primera pareja de orejas concedidas en este coso.

Belmonte, convaleciente, no pudo comparecer en la de 1916. Feria que se prolongó al mes de septiembre para así poder encajar las fechas libres de ambos. Definitivamente, el cartel del día 5 se remató con Relampaguito (orejas y rabos: héroe de la tarde), Joselito y Ballesteros, con reses de Antonio Flores. El de Gelves mantuvo el tipo en espera de la cita del siguiente día. En solitario, con seis toros de Guadalest, puso los tendidos boca abajo: seis orejas, dos rabos y las rotativas de los periódicos haciendo justicia en sus crónicas.

Junto a su cuadrilla celebraron el rotundo éxito acudiendo al Salón Ideal (en el Paseo) a disfrutar del genial arte de Pastora Pavón "Niña de los Peines". El redactor, entusiasmado, escribió que esa noche coincidieron las dos gabrielas más populares de España: el hijo de su "señá madre" y la taranta del mismo nombre que popularizara Pastora.