Feria

José Galera Balazote, 'Habichuela'

  • Posiblemente estemos ante el personaje más conocido, recordado y glosado del florido pensil de pintorescos almerienses

El Habichuela comenzó a bien morir en el punto y hora que unas manos piadosas lo ingresaron en la Casa Nazaret. Nacido para ser libre, en la segunda mitad de su vida la libertad se trocó en desamparo y vulnerabilidad. Al menos en la institución benéfica del Quemadero, y con las Hermanitas de los Pobres después (ya en silla de ruedas, impedido), encontró cobijo, asistencia médica, comida caliente y sábanas limpias. Sería finalmente en la residencia "Santa Teresa Jornet" donde su mínimo cuerpo de pajarico desvalido abandonase este valle de lágrimas en marzo de 2005, sin llegar a cumplir los 70 años de edad.

Hijo de Águeda y de Manuel (padre desnaturalizado que le negó el apellido), José Galera Balazote, oriundo de la villa de Cantoria, vio la luz en la capital en marzo de 1936, por lo que sufrió la guerra incivil siendo un bebé. Aunque a tierna edad quedó en el mayor de los desamparos ya que a la madre debieron ingresarla -por las razones que fueran- en el viejo Psiquiátrico que tenía de vecinos a las dichas Hermanitas, Cárcel Provincial y Seminario. Y hasta Los Molinos se trasladaba el bueno de José -semana a semana- a llevarle pasteles y darle un beso. No por mucho tiempo ya que ésta falleció dejándolo en la más triste orfandad.

Dio tumbos de un lado a otro, chapuceando a salto de mata, sobre todo acarreando hortalizas en la alhóndiga del Mercado Central, donde al parecer sus compañeros de tajo le endosaron el apodo de Habichuela; según él por su habilidad a la hora de descargar camiones de verduras llegados de El Ejido y Motril. En esos años sesenta, Pepe y su sempiterna maleta desvencijada ocuparon una habitación -gratis, al igual que la comida- en la pensión La Giralda, en Obispo Orberá, gracias a la generosidad del matrimonio Isabel y Manuel Aranda. No obstante, ya ganaba unas pesetillas haciendo publicidad por las calles vestido de cowboy y como figurante en la incipiente Almería tierra de Cine. ¡El Cine!, su gran pasión y razón de ser, merced al cual forma parte de la intrahistoria local.

Compañero por tanto del tropel de extras que cada día se desplazaban a los inigualables escenarios naturales de nuestra provincia. Incluido el calé que en un descanso del rodaje de Lawrence de Arabia (entre los castizos: Lorenzo el de Alhabia) rechazó el plato de fideos que su mujer le llevó de almuerzo, con un argumento irrefutable: "María, ¿tú te crees que esto es comida para un artista?

Habichuela gozó asimismo de la ayuda económica que le proporcionaban sus amigos Pepe Salcedo (realizador cinematográfico) y Diego Fernández "El Palomo" (localizador de paisajes). Su en ambas residencias se mostraban repletas de sombreros tejanos, camisas y sudaderas con inscripciones en inglés que les enviaban actores con los que coincidió y que, a pesar de la lejanía, seguían recordándolo con cariño. Aquí pueden ponerle cara a Burt Lancaster, Sergio Leone, Jack Palance, Anthony Quin, Clint Eastwood o a la mismísima Brigitte Bardot, su musa irrenunciable.

A nuestro hombre no le quedó un decorado al aire libre sin patear: de Mini Hollywood a Fort Presidio, del Rancho Leone al del Cóndor y Las Salinillas… En todos trabajó como extra o recadero solícito de los artistas del reparto. El Cine era, insisto, su gran obsesión y el que le proporcionó los mejores años de su precaria existencia. Tal y como puso en evidencia en distintos sets televisivos (sonado fue el del programa de Nieves Herrero), donde lo llamaron para que contase sus andanzas y milagros de pillo simpático, inocente a inofensivo. Descansa en paz, te la mereciste, José Galera Balazote, niño expósito oriundo de Cantoria.

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