Feria

Los Juegos Florales y la reina, atractivos de 1909

  • Hace un siglo, poetas y literatos competían por 'La flor natural' con sus relatos y poemas en una gala a la que asistía la alta sociedad de la época · Ángela Berjón fue elegida Reina de la Fiesta, que acudía a los actos oficiales junto a su Corte del Amor

La Almería de hace un siglo, pendiente de los vapores que partían hacia América, celebraba una feria que nada tiene que ver con la actual. En 1909, los almerienses tenían Reina de la Fiesta (en singular) y podían disfrutar de los denominados "Juegos Florales", una actividad cultural promovida por el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Almería, presidido ese año por Manuel Esteban. Consistía en una especie de olimpiada poética, en la que autores locales y nacionales rivalizaban con sus rimas y versos para obtener el galardón mayor: La flor natural.

El diario fundado por Francisco Rueda López "La Crónica Meridional" denominó el 21 de agosto de 1909 este certamen como "espectáculo culto y por todo extremo atrayente", atribuyéndose una línea de defensa hacia este evento en contra de quienes propugnaban su desaparición por el escaso "valor" de las composiciones poéticas que presentaban los poetas en estos días de feria. En su estructura festiva y participativa, los Juegos Florales proponían distintos temas para que los autores compusieran sus versos.

Así, en la edición de 1909 la feria de Almería alzó al poeta Norberto Torcal como el premiado con el máximo galardón de la flor natural. Norberto Torcal era el director del diario "El Noticiero" de Zaragoza, un rotativo nacido en 1901 que era el órgano de la prensa católica y de la derecha aragonesa. Norberto Torcal fue un destacado escritor que editó numerosas obras, entre ellas el libro "Armonías del crepúsculo", por lo que demuestra que el certamen almeriense de 1909 al menos sí tenía calidad.

Norberto Torcal, hace 100 años, obtuvo el reconocimiento de los almerienses que escucharon su declamación en el "Coliseo de Variedades" con el poema "Los Viejos: "Envueltos en sus capas de burdo paño/que al tiempo desafían año tras año/temblonas las cabezas, los raxos flojos/ y apagados y hundidos los tristes ojos/hicráticos y graves como figuras/de retablos antiguos o sepulturas/en el banco de piedra ya desgastada/que de la iglesia humilde se alza a la entrada…".

"Creemos -decía "La Crónica Meridional" - que los Juegos Florales llenan una misión educativa y civilizadora y todos los que a ellos concurren merecen gratitud de los hombres cultos y amantes del progreso". "A la fiesta moderna -seguía el diario de Francisco Rueda López- concurren los poetas, los sociólogos, los historiadores, los juristas, los pensadores, los oradores, todos en suma lo que vale y significa mentalidad, iniciativa y dirección, presididos por la mujer, la más sublime inspiración del poeta. Los modernos Juegos Florales llenan, pues, en los tiempos modernos su misión civilizadora. Con tales elementos educativos la fiesta de los Juegos Florales no decae, no puede decaer, instruye deleitando y de cada certamen de estos surge una idea provechosa para el arte y para la ciencia en todas sus manifestaciones y queda una grata impresión plácida y serena en el espíritu".

En la Feria de 1909 también hubo la posibilidad de aplaudir al poeta José Burgos Tamarit, otro de los escritores que obtuvieron el beneplácito del jurado. Éste frecuentaba los ambiente literarios de la capital y de Madrid y además de fundar algunas publicaciones poéticas se codeó con, entre otros, Francisco Villaespesa.

Burgos Tamarit presentó un poema denominado "Especificomanía" que obtuvo en su categoría el máximo galardón.

Otros autores que resultaron premiados fueron el sevillano Eduardo de Ory por su poema "La nueva raza"; José Garcés Herrera por "Nube de verano"; María Pilar Contreras de Rodríguez, de Madrid; el almeriense Antonio Ledesma o Cristóbal Espejo.

Los Juegos Florales de Almería tenían, como dijimos, distintas categorías según el tema o la métrica. Así, podían presentarse novelas de costumbres, poesías, trilogías de sonetos, novelas modernas, dramas y comedias, poesía festiva o reflexiones sobre la incidencia social del arte pictórico.

La declamación de los escritores fue uno de los acontecimientos sociales de mayor rango de la ciudad durante el año; al menos, las crónicas del acto reflejan que la alta sociedad almeriense vestía sus mejores galas para acudir al acto. "Anoche, -decía la crónica de urgencia publicada al día siguiente de los Juegos Florales- como siempre que se celebra esta culta fiesta en que toman parte los literatos y la bella mitad del género humano que todo lo alegra y vivifica, presentaba nuestro coliseo de Variedades un aspecto deslumbrador. Por todas partes se veían caras bonitas, tocados distinguidos y delicados que constituían la representación más genuina de nuestras bellezas y elegancias y el encanto y el ornato de la fiesta. El teatro, pues, lleno de luz y decorado con gusto, ofrecía brillante y deslumbrador aspecto…"

El papel de la reina

Antecesora de lo que, años más tarde, sería la Reina de las Fiestas de Almería, en 1909 existía la figura de la Reina de la Fiesta que en la edición de hace un siglo correspondió a la señorita Ángela Berjón. Ésta tenía una corte de media docena de jóvenes que se denominaban "la Corte del Amor". Todas ellas presidían las actividades más significativas de la feria de 1909 y, cómo no, la gala de los Juegos Florales no podía ser menos. Así relató "La Crónica Meridional" hace un siglo cómo fue la aparición de la Reina en el escenario del certamen de los Juegos Florales: "A los acordes de la marcha real y del brazo del señor Esteban, en representación del poeta premiado, apareció en el patio la gentil señorita Ángela Berjón, espléndidamente bella y hermosa. La "toilette" de la señorita Berjón despertó entre la concurrencia un prolongado murmullo de admiración. Lucía la Reina de la Fiesta un magnífico vestido de crespón "Celeste Meteoro" y de un corte sencillo y elegantísimo. La falda de cola estaba adornada a ambos lados con franjas estilo túnica bordadas con plata y en cada lado del pecho dos grupos de flecos de hilos de plata. Las mangas, hasta medio brazo, van cubiertas con una especie de media manga suelta, bordada de plata que cubren hasta el antebrazo. A ambos costados, por delante, lleva unas bertas que subiendo por el hombro terminan atrás, en dos grandes grupo de flecos de plata, dos grandes rosas, también encarnado pálido van prendidas en medio del cuerpo. La Reina de la Fiesta llevaba prendido un magnífico manto de corte de terciopelo sifón celeste, forrado de glasé, y con elegantes adornos de plata… También llevaba la señorita Berjón una magnífica diadema de brillantes que lanzaba grandes destelos, heridos por la luz eléctrica. Se adornaba con unos magníficos pendientes de brillantes que acariciaban con sus reflejos el seductor rostro de la Reina, mientras sobre su abúrneo seno brillaba un valioso collar de brillantes y un "pendantif". Sus muñecas estaban adornadas por dos costosas pulseras de brillantes y turquesas. La "toilette" de la señorita Berjón, riquísima y elegante, realzaba las naturales gracias de la joven que aparecía sobre el estrado bañada de luz, como una fantástica creación de la hermosura."

La Reina de la Fiesta, además, iba acompañada por dos niñas que portaban su cola; la crónica de la época definió a la pareja infantil como "dos angelitos de Murillo". Se trataba de las hijas de José Sánchez Entrena y Antonio Fernández Burgos, dos almerienses ilustres de aquella época. Además, la señorita Berjón iba escoltada por su "Corte de Amor" consistente en seis bellas señoritas: Nieves Gil, Elisa Boukxa, Emilia Moreno, Paca Valero, Remedios Sánchez Entrena y Pepita Romay. "Todas ellas fueron definidas así. "constituían un plantel de bellas crisálidas de mujer unas, mientras otras ya mujeres demostraban con sus atractivos el poderío avasallador de la hermosura".

Esta actividad social de la feria almeriense de hace un siglo se realizaba con una apariencia social totalmente distinta a la realidad que padecía la ciudad. No obstante, consistía en un evento al que numerosos ciudadanos querían asistir y cuyos detalles se comentaban durante semanas.

La gala, por otro lado, era amenizada por un presentador-locutor que recibía el nombre de mantenedor. En la edición de hace un siglo correspondió al orador de Lorca (Murcia) Miguel Rodríguez Valdés, en cuyo honor se celebró, al día siguiente, una cena en la patio del Casino Cultural. Miguel Rodríguez Valdés, que acudió a la llamada del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Almería con 34 años de edad fue definido años más tardes como el "Castelar lorquino". Llegó a ser senador y presidente del Partido Republicano de la ciudad vecina, aunque más tarde se afilió al Partido Conservador. En Almería fue presentado como «lector infatigable, poeta, melómano, excelente contertulio y experto coleccionista de monedas, cerámica, pintura, armas y muebles». A pesar de su juventud, el mantenedor ya disfrutaba de fama; de hecho, cuando llegó a Almería en tren procedente de Lorca fue recibido por un séquito de personalidades, entre ellas el alcalde de la capital.

La reina, presente en todo

Pero la Reina de la Fiesta también tenía su lugar de honor en el resto de los festejos de la Feria de Almería del año 1909. Cómo no, la procesión de la Patrona la Virgen del Mar supuso un momento álgido de gentío en las calles. En la edición de hace 100 años, la procesión estuvo organizada por el Ayuntamiento de la capital y el canónigo José Álvarez Benavides y de la Torre. El cortejo, el año anterior, había salido al actual Paseo de Almería por Conde Ofalia y la calle Lachambre, pero se comprobó que era demasiado largo; por ello, en la edición de 1909, la procesión con la Patrona salió de por la calle Gravina hacia la calle Real buscando el Parque para subir hacia su templo por la calle Martínez Campos en lugar de por Alvarez de Castro, ya que en agosto de 1909, la calzada de esa vía estaba siendo empedrada y estaba cortada.

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