Lágrimas por mi amigo Zapico
Hace más de diez años tuve el honor de sustituir en las crónicas de Feria a un asturiano que amaba como pocos Almería y que en esta tierra se dejó su salud. Aún hoy escucho sus carcajadas que contagiaban
JURÉ que iba a ser mi primera y última Feria de noche como periodista. Como tantas otras veces en mi vida, incumplí mi promesa y aquí me tienen. Fue hace ya casi una década y me correspondió el honor de tomar el testigo de mi siempre en la memoria Luis Zapico, un hombre tan grande como pocos. Llegó del verde norte de Asturias y quiso con locura a Almería. Su salud, tan precaria como inmerecida lacra que llevó siempre con una sonora carcajada y jamás con una queja, le hizo retirarse de semejante trajín y mi por entonces director, Ángel Iturbide en Ideal, no se por qué intrincados y navarros mecanismos, me asignó la cobertura de la Feria de noche.
Teníamos un sistema peculiar de trabajo; salía de la caseta pasadas las tres y media de la mañana y después de tomarnos una cerveza con mis fotógrafos Manolo Manzano o Pepe Mullor, sorteaba noctámbulos antes de llegar a mi casa de la calle Almedina. Entonces me ponía a escribir y el amanecer siempre me veía delante del teclado de mi ordenador. La primera crónica de mi Feria, se la dediqué a Luis, que la había hecho durante más de una década.
Al día siguiente se presentó en la caseta, bastón en mano y con el bolso en el que guardaba sus jeringuillas y dosis de insulina que se chutaba en plena noche.
Me agasajó con el abrazo del oso en mitad de la caseta y con lágrimas en los ojos me dio las gracias por lo que le había escrito y dedicado. Nunca un agradecimiento tuvo un sabor tan dulce. Esa primera Feria tiene un sabor especial. Conocí a Mar Agüero con una amistad de la que aún presumo, al quién es quién de la vida de este provincia, incluso a quien no es quién para salir en los periódicos y me sirvió de tanto como para, después de una década, continuar lamentando haberla hecho, aunque con la boca más pequeña que entonces. Confieso que la aborrecí, que me costó volver a pisarla y que mis compañeros de la redacción de El Almería, supongo que estarán hartos de escucharme decir que a esta Feria aún le sobran seis días. La perra vida que nos da puntapiés en cuanto nos descuidamos, poco tiempo después de esa primera vez, me dio un sopapo anunciándome la muerte de Luis. Me contaron que se fue a su tierra, ese Oviedo en el que el gris y el verde se mezclan entre el paisanaje; que se compró un hórreo y lo rehabilitó para morir como a él siempre le gustó. Mis lágrimas de entonces sabían a una inmensa pena y a la alegría de mi amigo al que escuché reírse a carcajadas.
Los avatares del destino me han hecho volver a la Feria de noche. Es distinta por que soy más viejo y por que no está mi amigo conmigo. Me gustaría que volviera, si quiera un ratico; le contaría lo bien que me ha ido, las vueltas que me ha pegado el cacharrico de la vida y nos reiríamos juntos delante de un porrón de rebujito, mientras los políticos de turno se pelean por una foto a nuestro alrededor.
Dije que "nunca más" y ahora lo debo cambiar por "este año sí". En cualquier caso, Feliz Feria a todos. A ti también Luis y échate un culín de sidra a mi salud, amigo.
También te puede interesar
Lo último