Feria

Un Picasso suelto en el tendido

  • La última corrida de a pie recibe una asistencia notablemente superior que las faenas anteriores Los aficionados lucen sus mejores complementos para la ocasión

Salía yo de mi casa para asistir a la última corrida de a pie, que se me antojaba espléndida por la magníficas perspectivas y el ambiente de festejo casi permanente que se vive en las tardes de toros. Crucé una calle y me encontré con el torero Ruiz Manuel, gentil y templado como siempre, cerca de unos carruajes que se dirigían al coso.

Así pues, me puse en marcha resistiendo un sofocante calor que dibujaba las más variopintas manchas de sudor en mi camisa. Al llegar a la plaza esperé ante la Puerta Grande un rato para ver la belleza de los caballos que ya llegaban, escuchando los insistentes anuncios de "almohadilla a un euro". Entré y encontré a mi primo Paco, el picoleto, quien me ofreció un trago de gin-tonic que de veras me salvó la vida. Hacía calor, sin duda, aunque poco a poco fue nublándose la tarde, para regocijo de los aficionados de sol, que tan silenciosamente lo sufren en las carnes para presenciar la lidia. Por cierto, que ayer la plaza estuvo notablemente más concurrida que días anteriores; mientras que los palcos, por contrapunto, más vacíos.

Pero es realmente digna de ser destacada la calidad de las personas que trabajan en la plaza; empleados de toda la vida que después de tres días uno conoce, saluda, y charla animadamente con ellos. Entonces me llamó la atención un hombre que llevaba una camiseta pintarrajeada, así que observé con insistencia cavilando si se trataba de una nueva moda o una horterada a secas. Pero no hizo falta mucho tiempo para darme cuenta que la prenda estaba firmada, fecha de 1959 y a nombre de Picasso. Este hombre, que resultó francés, era Vicente Brotons, me confirmó su autoría y yo me fasciné, pues debe dar miedo hasta echar a la lavadora esa obra de arte. No es que sea yo muy fan de Picasso, pero lo que es, es.

El caso es que es fascinante la cantidad de personas, tan distintas entre sí, que convergen en la plaza, en localidades contiguas o cercanas, compartiendo puros, botas de vino y navaja, para pinchar la tortilla de patatas y llevarla a la boca, me refiero.

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