Feria

De la gloria al cielo a través de un toreo profundo

  • José Tomás provocó en los graderíos de la Plaza un colapso extraordinario

Llegó José Tomás y con él un río humano que fluía por todas las calles que llevan hasta el coso de la Avenida de Vilches. Antes de entrar en el mismo hay una parada casi obligatoria para muchos aficionados en el bar La Gloria. Gracias a Diego Vicente pude tomar un café y recordé aquella época en que se forjó el dicho 'de La Gloria al cielo', puesto que en este lugar se despedían los duelos. Ayer, afortunadamente, no hubo duelo sino clamor popular por un torero que arrastra más pasiones que el Cristo de Medinaceli, utilizando una licencia o, más bien querencia, para seguir con los términos taurinos; aunque por el silencio que el público pedía al iniciar su faena me hizo recordar el Perdón o el Gran Poder.

La Plaza se llenó por primera vez en este ciclo, llevada por esa fiebre tomasista que coloca el cartel de no hay billetes allá por donde va, o por donde le dejan llegar los toros que no le envían a la enfermería. Lo bueno de la tarde es que el público se encontró -como de propina- con un toreo extraordinario de Pepín Liria, con una magnífica faena del almeriense Torres Jerez al primero, y con lo que todos esperaban de Tomás en el segundo de su lote, porque al primero apenas le hizo unos intentos.

Era imposible recorrer los pasillos, acceder a las gradas -casi de desmayo para acceder a las 4- y mucha gente que hubo de esperar al segundo toro para ocupar su localidad. La merienda, como cada tarde, fue un ejemplo de relaciones entre paisanos y foráneos, de generosidad y hospitalidad; y aquí tengo que agradecer la que conmigo tuvo Gabriel, del catering Golf Playa Serena; y la amable colaboración de Antonio Rodríguez, padre de Rosa Isabel, corresponsal de la agencia Efe.

Por primera vez se puso la plaza en pie con gritos de 'torero, torero'.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios