Feria

Un gusano más que loco

  • La Feria es hoy una especie de sucedáneo de los parques temáticos. El gusano loco es un clásico en mi familia.La primera vez que me subí di mil vueltas. No poté, imagino, no por ganas, sino por vergüenza

Las atracciones buscan, entiendo, subir un grado o dos la adrenalina de los humanos, ensalzando el riesgo, para sumar "machotes y machotas", -como ven me sumo a la terminología de la ministra Bibiana Aido- capaces de soportar unos minutos de pavor, pánico o miedo. Da igual como lo llames, pero lo cierto es que en algunas de ellas las "bolitas" se te pegan al culo y no respiras hasta que de nuevo pisas tierra firme.

La Feria es hoy una especie de sucedáneo de los parques temáticos. Cuanto más riesgo tiene la atracción más cola hay para probarla. La aventura del pánico es inversamente proporcional al número de pacientes usuarios que acuden a la taquilla para sacar boletos y esperar turno de subida.

Aún siendo esto cierto, todavía permanecen en la Feria los clásicos de toda la vida, que van desde los coches de choque, pasando por el látigo, modelos avanzados de pulpo y, el objeto de esta columna: el gusano loco.

El jueves por la noche tuve la oportunidad, de nuevo, de subir a esta especie de tren con badenes circular, que comienza despacio para ir cogiendo una interesante velocidad y culmina con la caída de una lona sobre las cabezas de los usuarios, que acaba tapando por completo la atracción.

El gusano loco se ha convertido en un clásico en mi familia. Mi hijo de seis años ha subido este año por primera vez. Se lo ha pasado como un chino, aunque antes de montar ha cambiado de color en varias ocasiones. Desconocía lo que se iba a encontrar y, por tanto, el miedo escénico lo ha invadido hasta que se ha sentido seguro. Luego, como les decía al principio, le ha salido la vena de "machito" y hasta se ha atrevido a afirmar: "no es para tanto, papá".

Ocurrió unos años antes con mi hija. Ya experimentada, en esta ocasión sólo tenía palabras de ánimo para su hermano, mezcladas con algún toque sutíl de miedo para ponerlo nervioso. Ya no se acuerda cuando subió por primera vez, se agarró a mí y no me soltó hasta que el claxon sonó, anunciando que el viaje había terminado. En ese tiempo, no obstante, tuvimos la ocasión de gritar en numerosas ocasiones, lo que le ayudó a deshinibirse y afrontar con valor el riesgo al que estaba expuesta.

Dejo para el final mi primera experiencia en el guasano loco. Debía tener unos diez años y, claro, mi alma de "machito" se unió a las ganas de descrubrir lo nuevo. Me armé de valor, saque el ticket, monté en uno de los coches y.... comencé la aventura.

Di mil vueltas, no recuerdo cuantas, la lona subía y bajaba, mientras mi estómago me decía que no aguantaba más. No poté, imagino que por vergüenza, pero si recuerdo que cuando descendí no sabía donde estaba. Perdí la orientación durante un buen rato, que aproveché para deambular por la Feria. Pasé miedo, lo reconozco, pero fue, es, una de las hazañas que luego he contado en multitud de ocasiones. Ahora, cuando regreso cada año con mi familia a la Feria, el gusano loco es una cita obligada. Los miro, me miran, sonreímos y apretamos, si cabe un poco más, los lazos que nos unen.

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