Feria

Cuando los sueños se hacen verdad

  • Una bonita e importante tarde noveles le pone broche brillante a la feria taurina de este 2018

No fue en ese adagio que marca el mundo del toro sobre el quinto de la tarde. Hubo que esperar todo el festejo para que un almeriense con apellido torero pusiera patas arriba la plaza y la tarde. Diego Amador, el más neófito de un paseíllo joven que le ponía punto y final a al feria, lograba aunar arte, sentimiento y torería frente al extraordinario eral que cerraba la tarde. Faena rotunda sin apenas dejarse notar los pocos paseíllos que puede tener ese novillero asentado, con poso y maneras de temple grande con las que fundamentó una faena importante y seria frente a la nobleza y clase que tuvo el eral de Sorando. Sin prisas, todo muy despacio, tirando y llevando toreado al novillo Amador engarzó una faena llena de mucho temple a la que le suma el empaque con el que se dejó ver en todo el metraje de una lidia que empapa de torería esos máximos trofeos que una espada certera y treinta muletazos llenos de mucho toreo escriben el pasaje más rotundo de este cierre de feria.

Tarde que se enmarca en una novillada encastada y con movilidad que los Sorando enviaron hasta Almería. Todos, con matices en una lidia u otra, tuvieron posibilidades y dentro de los argumentos toreros que evidenciaron los actuantes quedan explícitos los triunfos que llegaron a sus manos. También las ausencias de los mismos como puede ser el caso de otro de los alumnos de las escuela taurina almeriense como Jorge Martínez, quien pechó con el novillo más bruto y de poca clase que tuvo la tarde. Cierto es que el animal acusó esos problemas de visión que por el derecho acentuaron el comportamiento defensivo ante los engaños. Toreramente, tiene mérito la decisión con la que el novillero le aguantó al novillo las embestidas más descompuestas de la tarde porque siempre se quedó en el sitio para soportar lo incierto del viaje. Valiente estuvo Jorge Martínez y con calidad en el toreo al natural y en su mano hubiese tenido un triunfo cierto si no llega ese mitin con la espada, talón de aquiles y logro a mejorar porque no es justo que ese buen corte de torero lo oculte para el triunfo una mala espada. Habrá que destrozar unas cuantas alpacas porque hay que seguir confiando en ese toreo bueno que le brota la mayoría de las tardes.

Entre Miguel Polope y el mexicano Emiliano Robledo se reparten los otros dos triunfos importantes del festejo. El valenciano con un oficio y maneras muy elegantes le dio sitio y temple por el extraordinario pitón izquierdo que el había enseñado el animal en una brega suave y de mucho temple ayudando al novillo de Cristian Bolaños, hombre de plata destacado en la tarde de ayer junto a Magaña autor de dos soberbios pares de rehiletes llenos de muchísima torería.

Por ese pitón izquierdo dejaba llegar el toreo de Polope muchas cosas interesantes llenas de temple y gusto, resultado de un oficio avanzado en el conocimiento de terrenos y distancias que se unieron a la estocada con la puso firma rotunda el valenciano para pasear dos trofeos ganados en buena lid.

La misma que puso a disposición de su faena el mexicano Robledo. Se había llevado un serio revolcón el chaval cuando se puso franco en los medios con el capote a la espalda y el golpetazo le dejó doblado sobre el albero. El impás de la merienda puso tiempo de por medio para ahormar de nuevo la predisposición y el espíritu de empeñar faena frente a otro novillo bravo y noble para dejarle llegar el toreo confiado y con buen trazo que Robledo enseñó después de tres series sin acople y un tercio de rehiletes demasiado precipitado. Más y y mejores los muletazos por el pitón izquierdo que se llevaron arriba la faena tras una estocada llena de decisión y ganas.

También acierto, que por eso paseó las dos orejas en su triunfal vuelta al anillo.

Le quedan ya pocos pases a esta crónica. Los suficientes para contar como Ruiz de La Hermosa le cuajó a un novillo con transmisión una faena venida a menos en sus últimos compases por tanto enganchón restándole brillo al buen trazo que apuntó su toreo y la decisión que le echó para quedarse a ligar las tandas a coste de que en algún momento llegase la voltereta.

En el devenir de la tarde le queda el argumento a Passalacqua de la voluntad pero también del poco asiento que tuvo su faena frente al eral que abrió plaza. Faena de poco poso que no añadirá demasiado brillo a su historial torero pero que sirve para aprender y superar tramos de una carrera que para todo aquel que sueña en torero no sólo tiene dentro triunfos sino tardes a las que superar sin complejos porque eso también es de toreros.

Le queda un capotazo a la tarde. Uno sólo, y es para ese chavalillo que desde el centro del anillo le arrancó al tendido unos oles grandes cuando se llevó el capote que con el nombre de Enrique Ponce le había correspondido el sorteo de la Escuela Taurina. Genio y figura el chaval meciendo los vuelos del capote. ¡ A ver si va a ser que...!

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