Canjáyar, antaño tierra de uva, hoy criadero de pollos

Las granjas engordan casi 200.000 animales al año · Buena comida y temperatura y ventilación correctas, claves de la cría

Juan Urrutia en la planta baja de su granja en Canjáyar.
Juan Urrutia en la planta baja de su granja en Canjáyar.
Javier Peño Iglesias / Canjáyar

25 de julio 2009 - 01:00

Antes de llegar a Canjáyar, justo en el desvío de la carretera sinuosa que nos lleva hasta Ohanes, una tierra otrora de buena uva, Juan Urrutia posee la mayor granja de la zona, con capacidad para 30.000 aves y que anualmente cría y engorda a cerca de cien mil pollos al año, convirtiéndose, desde hace 18 años, en referencia del sector. Pero ser criador de este tipo de ave no es fácil hoy en día. A las dificultades propias de un negocio en el que el granjero genera prácticamente el mismo dinero que hace 20 años, hay que unir la falta de ayudas institucionales y la polémica surgida hace unos años provocada por la epidemia de gripe aviar que afectó a muchos países entre los que se encontraba España.

Afortunadamente para él, el pollo es uno de los alimentos de mayor consumo en España, y por ello es difícil que el negocio caiga en picado, pero si sobrevivir no es fácil, montar una granja ahora mismo y hacerla rentable es casi imposible en Almería. Juan lleva 18 años criando casi las 24 horas del día sus animales, que requieren una atención extrema para que los pollos salgan adelante. A pesar de ello, es normal que el 5% de los que se crían acaben pereciendo antes de ser vendidos al matadero. Pero la clave no es otra que no sea su amor por todos y cada uno de esos animalitos que llegan a sus instalaciones. Puede sonar raro, puede sonar cruel porque hablamos de una persona que los cría para ser luego matados y comidos, pero se le ve en la cara, le gusta, le encanta criar este tipo de aves y eso se acaba notando en la buena calidad y salud de su trabajo.

Las granjas reciben las partidas de pollos cuando éstos apenas disfrutan de unas pocas horas de vida, cuando aún son esa preciosa bolita amarilla que tanto gusta a los niños pequeños en las ferias de los pueblos. Desde ese momento hasta pasados entre 55 y 60 días, los cuidan al extremo y los engordan hasta alcanzar los 3 kilos y medio como máximo para que den buena carne, y porque dependiendo de su peso los criadores podrán ganar más o menos dinero. Para todo ello, cuidan al extremo unas instalaciones donde, gracias a unos sistemas mecanizados, alimentan con pienso natural a los animales compuestos entre otras cosas de maíz, trigo y soja. "No lleva nada raro", afirma el criador, que diariamente sirve a sus pollos cerca de 3.000 kilos de pienso diarios y que le suministra la empresa La Foca.

Además del alimento sólido que los blancos animales engullen a una velocidad endiablada, los más de 5.000 litros diarios de agua que consumen sus 20.000 pollos actuales resultan fundamentales para la vida de unos animales que, si no gozan de la temperatura adecuada a cada momento, enferman, lo cual se percibe por unos ojos brillantes y el ruido de unos pulmones inflamados al respirar cuando, gracias al silbido del granjero, los pollos callan. Para garantizarles una ventilación correcta para evitar que se asfixien, estas granjas están preparadas con unos sistemas de aspersión en el techo, que suelen estar acompañados por ventiladores. Lo cierto es que tiene mérito darse cuenta cuando tienes juntos a casi diez mil animales juntos en cada una de las dos plantas de las que está compuesta la granja de Juan. Y es que este año ha criado alrededor de 20.000 pollos en verano y 26.000 en invierno a pesar de tener capacidad para 30.000, pero a él no le gusta "masificar la granja".

"Cada pollo puede ser devuelto al matadero a un precio de aproximadamente 60-70 de las antiguas pesetas" (0.40 euros aproximadamente), lo que hace muy difícil que el negocio alcance unos niveles de rentabilidad demasiado altos, pero Juan Urrutia afirma que le da para vivir y cuidar de su mujer y tres hijos. Por su parte, Enrique Sánchez, propietario de otra granja en la zona, en la barriada de Alcora, con una granja un poco más modesta ha de buscarse un dinero extra fuera de la granja. Y eso gracias a que ambos tienen las instalaciones pagadas, porque si no, sería literalmente imposible sobrevivir dedicándose a un sector así.

Las dificultades económicas hacen que las granjas de Canjáyar no puedan dedicarse también a la cría de gallinas, ya que son algo menos rentables con un precio por animal de algo más de 20 céntimos de euro. Eso sí, el periodo de crianza oscila entre los 38 y 40 días en vez de los casi sesenta de los machos. De estas gallinas proceden los llamados "pollos de asador" que tanta gente consume habitualmente y que tan sabrosos resultan al paladar.

Un negocio del que puede depender la salud de mucha gente se ve sometido a múltiples revisiones, que desde la epidemia de la gripe aviar se vieron incrementadas notablemente. Y es que la limpieza es algo clave e imprescindible para el correcto engorde de los pollos. Entre cría y cría, todos los granjeros están obligados a vaciar las instalaciones. Enrique explica los pasos que sigue: "primero retira los bebederos y comederos, después retira el estiércol del suelo, sopla el polvo y finalmente desinfecta la granja". El olor existente dentro de los criaderos apenas sobrepasa las paredes del mismo y eso es gracias a un aumento del tiempo dedicado a las labores de higiene y a unos camiones de la Junta de Andalucía que se encarga de llevarse los animales muertos y el material inservible que los granjeros depositan en unos contenedores preparados para ello.

Tanto Juan como Enrique empezaron, como ya se dijo antes, hace muchos años en el negocio, y sus historias están irremediablemente unidas, ya que son cuñados. Así, Enrique, que fue el primero en montar una granja, fue espejo en el que se miró Juan, un apasionado de los animales que además de los pollos tiene 4 perros y 2 yeguas de pura raza española, para decidir que iba a montar la suya. Eso sí, éste último reitera que ahora mismo eso sería imposible: "Los precios de las granjas son demasiado altos y no hay tantos beneficios como para amortizar ese gasto inicial". Y es que, por ejemplo, los bebederos que actualmente utiliza Enrique ya no cuestan "las tres mil pesetas que le constaron hace 20 años".

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