Floristería La Rambla comienza la cuenta atrás para su 20 aniversario

El emblemático negocio abrió sus puertas el 18 de marzo de 1991 y desde entonces ha vendido miles de sentimientos acompañados de flores · La variedad y originalidad de productos es su principal baza

María Ortega fundó el negocio hace casi veinte años.
María Ortega fundó el negocio hace casi veinte años.
V. Hernández / Almería

16 de octubre 2010 - 01:00

Los negocios con solera no sucumben ni tan siquiera a crisis como la que se vive en España desde hace dos años. Cierto es que "también se nota" su influencia, pero la clientela fija no decae. Siempre hay algún detalle importante que no se puede pasar por alto, y qué mejor que hacerlo con flores, un excelente transmisor de sentimientos. Nacida hace ya casi veinte años en pleno centro de la capital, la Floristería La Rambla registra entre un 35 y un 40% menos de ventas respecto al año pasado, pero sigue destilando el mismo colorido en su escaparate y se prepara para cumplir dos décadas de vida a lo largo de las cuales se ha convertido en un claro referente en su sector.

La propietaria, María Ortega López, combate las dificultades intentando diferenciarse de la competencia. La gran variedad de producto con que cuenta y su amor por los detalles hacen que las empresas almerienses sigan confiando en ella, y día a día entran por su puerta nuevos clientes particulares atraídos por la fama que se ha forjado a lo largo del tiempo y por un escaparate que es ya casi un emblema de la capital, tanto por su característica forma (es la réplica de invernaderos de cristal reales), como por los cambios que sufre con cada época del año o fecha señalada. Innovación y renovación son sus señas de identidad. "Desde que empecé ha cambiado el gusto de la gente, se ha hecho más amplio y piden cosas nuevas. Yo se las doy", apunta.

Cada semana recibe pedidos de proveedores de países como Holanda, Ecuador o Sudáfrica. Y es que, aunque prefiere comprar todo lo que puede en la provincia, fuera busca especies novedosas que aquí no se producen para completar una amplia gama de productos.

Ortega recuerda como si fuera ayer aquel 18 de marzo en que abrió las puertas de su empresa. Se trataba de una apuesta personal, nacida de su inquietud por "formar un negocio por cuenta propia" y a partir de la cual dejaba de lado su etapa como inspectora de seguros. Así, ni corta ni perezosa, se lanzó a la aventura de buscar un modelo empresarial acorde con su personalidad y con las necesidades del mercado. "Me decanté por la floristería después de visitar negocios de todo tipo por España", explica. En un primer momento pensó en la posibilidad de crear un garden center, esas grandes superficies dedicadas a la jardinería en la que caben todo tipo de útiles y variedades, al estilo de un Ikea, pero en clave 'verde'. Sin embargo, pronto desechó esa opción por otra de corte opuesto, un pequeño establecimiento de barrio, llena de encanto y con atención personalizada.

"Me lo planteé como una forma de empezar a conocer el mundo de las flores y me preparé con cursos especializados de flores y plantas". Emprendedora donde las haya, supo labrarse una nueva carrera prácticamente desde cero, y cosechó miles de clientes que, a día de hoy, siguen fieles a sus ramos y sus centros de flores.

Veinte años dan para mucho, y en este largo recorrido hay anécdotas de todos los colores y para todos los gustos. Desde niños que llegaban a comprar rosas en el Día de la Madre y años más tarde han elegido su tienda de toda la vida para adornar la iglesia en el día de su boda, a parejas en crisis que se han reconciliado con las flores de La Rambla o incluso casos de película, como el de una mujer que compraba una rosa semanalmente para echarla al mar en recuerdo de su difunto esposo y, al fallecer, ha dejado esta tradición en manos de su hija, que acude puntualmente en su lugar.

"Esto es como un Gran Hermano, un confesionario", revela la dueña. Además de la clientela de siempre, con la que existe un cierto grado de confianza, hay quienes llegan en busca de flores y acaban desgranando sus emociones porque, al fin y al cabo, es lo que sustenta el negocio, "todas las ventas están relacionadas con temas de sentimientos".

Conocedora de la simbología de las flores, intenta "que cada regalo signifique algo", y para ello elige un determinado estilo y un bouquet de flores diferentes para que sean las más adecuadas, tanto en lo que respecta al destinatario, como a quien hace el obsequio. También añade toques personales. Por ejemplo, los centros natales se acompañan de un peluche y, de esta manera, tanto la madre como el bebé comparten el regalo.

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